La encrucijada de Colombia hoy es poner fin al perenne conflicto armado que ha causado una inmensa tragedia humanitaria. Este histórico dilema lo zanjará el plebiscito, el mecanismo de refrendación que otorgará la base de legitimidad, a través del constituyente primario, a los acuerdos de paz. El triunfo del No, será sin duda una derrota del anhelo de paz para Colombia, el triunfo aplastante del Sí, será el impulso que necesita el proceso, hacia una sociedad reconciliada que abra las puertas a un futuro sin guerra.
Para ello será fundamental la firma del sexto punto, el Acuerdo General del fin del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, que sellará el antes y el después de la guerra interna, convirtiéndose en el hecho histórico de mayor trascendencia desde la mitad del siglo XX, tras el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Asesinato que avivó con una intensidad inusitada el largo ciclo de violencia política que va desde la guerra de exterminio (años 30s) contra los liberales y la resistencia que éstos opusieron a la persecución y asesinatos de los gobiernos conservadores y la policía chulavita, pasando por el levantamiento armado de las guerrillas contra el Estado, a partir de la década de los 60s, conflicto que perdura hasta hoy.
Los acuerdos alcanzados hasta ahora son sobre Tierra, Participación política, Fin del Conflicto armado, Solución al problema de las drogas ilícitas y Víctimas. El sexto será la firma del Acuerdo General.
Con la aprobación de la Corte Constitucional del plebiscito como mecanismo de refrendación de los acuerdos, éste tendrá que ser convocado por el presidente en los próximos meses. Sin embargo, la implementación de los cinco puntos acordados y su desarrollo es tal vez más importante que el plebiscito mismo, porque a partir de la implementación de éstos es que se puede hablar de la garantía, la solidez y la durabilidad del Acuerdo mismo.
Conquistar un voto mayoritario por el Sí al plebiscito con una campaña amplia, festiva, creativa, convincente y unitaria que supere no solo el umbral (4.3 millones de votos), sino que derrote aplastantemente a la extrema derecha y al centro Democrático, la fuerza política que se opone a lo alcanzado y quiere reventar el proceso, es la tarea principal de movimiento social y del campo democrático y popular colombiano.
Estamos enfrentados a un dilema de fondo: la imposición de fuerzas de derecha y extremistas que quieren mantenernos en un estado de guerra, bajo la apariencia de un régimen democrático sustentado en el modelo económico neoliberal y el consumo descomunal de mercancías, que arrasa y destruye recursos naturales y medio ambiente, generador de riqueza para una minoría; o transitar irreversiblemente hacia una sociedad basada en la radicalización, profundización y ampliación de la democracia, hacia la construcción de justicia social y ambiental, y la defensa y protección de la naturaleza para las generaciones futuras. Una sociedad cualitativamente diferente a la que conocemos y que solo será posible llegar tras una larga y ardua batalla política y social, lucha de ideas, cultural e ideológica tanto en el plano individual, como colectivo.
El empeño debe estar puesto entonces en las comunidades del campo y las ciudades, históricamente sometidos a la influencia tendenciosa de los grandes medios de comunicación, los cuales han desinformado sobre los diálogos de paz, generando mitos y prejuicios sobre los mismos. Vendiendo la idea de que los acuerdos se basan en la impunidad y la mentira, y que los máximos comandantes de la guerrilla de las FARC no pueden participar en política, ni ser elegibles a cargos públicos y además ir a la cárcel, es decir, rendición y muerte política del opositor que se levantó en armas contra un Estado excluyente, autoritario, corrupto y criminal.
Una campaña comunicativa audaz, popular y pedagógica que dé a conocer de forma concreta y desde un lenguaje claro y entendible la esencia de los acuerdos, que informe y gane la simpatía y el apoyo de amplios sectores sociales del campo y la ciudad, posicionando el Sí por el plebiscito, desmitificando los prejuicios y mitos sobre cada uno de los cinco puntos acuerdados, contrarrestando la campaña por el No, y develando la falta de veracidad de los grandes medios de comunicación sobre el proceso de paz, así como el significado trascendental del fin del conflicto armado.
Es un digno compromiso, es la gran responsabilidad histórica que tenemos con una sociedad que dice adiós a la guerra como forma de dirimir sus contradicciones, y apoya mayoritariamente los acuerdos y su implementación, como la forma más humana, más democrática y más respetuosa de seguir resolviendo sus conflictos internos.