Después de la tormenta debe llegar la calma, que sirva para expiar las propias culpas por el clima de polarización que vivió y aún se respira en el país con ocasión del resultado del plebiscito del pasado 2 de octubre. Un análisis serio de las razones por las que perdió el Sí, implicaría una reflexión desde adentro del papel que debe jugar la prensa en la sociedad.
He leído varios editoriales y también un par de columnas posplebiscito y en ninguna observo un mea culpa por parte de los directores de grandes medios y periodistas ‘influyentes’ que se metieron de llenó en la campaña, por convicción o enmermelados, y terminaron queriendo influir a la fuerza en la opinión pública, olvidando que su papel es informar con apego a la verdad.
Ganó el No, y contrario a lo que piensa el editorialista de El Espectador, no creo que sea un salto al vacío, creo con convicción que ganó el país, porque es la oportunidad de buscar canales de entendimiento lejos de la arrogancia, la prepotencia, el insulto y ese tufillo de superioridad de quienes matonearon a los promotores del NO, que no se quedaron atrás en mentiras y descalificaciones.
Fue deplorable, como dijo el colega Juan Gossaín, en entrevista concedida a El Heraldo, el 21 de mayo de 2014, “ver a la prensa revuelta en el mismo fango que los políticos”. Insisto, ganó el país, pero perdimos los periodistas y con nosotros, los oyentes, lectores y televidentes, que se quedaron sin en quien creer.
No podemos ahora pasar de agache haciendo análisis sesudos tratando de explicar porque ganó o perdió una opción, tampoco podemos descerebrarnos tratando de entender cómo piensa el pueblo colombiano. Sentémonos por un minuto en silencio, sin las afujías del cierre de edición y pensemos en que fallamos nosotros como ‘cuarto poder’.
Minutos después de conocer el resultado del plebiscito, intercambie respetuosamente impresiones a través del twitter con el colega Mauricio Jaramillo, quien se quejaba por las mentiras esgrimidas por los del NO, a lo que respondí que lo invitaba a analizar con serenidad la publicidad oficial. “Todos mentimos”, le dije.
Durante las dos últimas semanas leer prensa, oír radio y ver noticieros se convirtió en un ejercicio tortuoso, y eso que como todo periodista consumo noticias todo el día. Estaba fatigado, hastiado y hasta indignado viendo el espectáculo de los colegas en campaña. Acusando a todos de pasionales, guerreristas e insensibles, sin detenerse a revisar sus propias actuaciones.
Ni que decir de las historias, entrevistas y titulares dirigidos. Análisis que pretendían ser serios pero con la intención de influir entre líneas. Hasta las secciones del final de los noticieros hablaban de paz y plebiscito. Sin duda este es el momento más importante de los últimos 52 años en Colombia, pero ¿era necesario olvidar el papel fundamental de la prensa?
El país está sobresaltado, y en nada ayuda, por ejemplo, que reconocidos columnistas digan que les da vergüenza ser colombianos, una frase tan cargada de desprecio, que obviamente genera respuestas igual se fuertes, debe estar fuera de nuestro léxico, para que traer otros ejemplos, abundan.
No será el momento de serenarnos y recapacitar y no seguir creyendo que los periodistas somos entes superiores, y especialistas en todo, que entendemos más que los ciudadanos comunes y corrientes. Recuperar nuestra sindéresis le haría un gran aporte a la paz que todos anhelamos y pregonamos querer alcanzar.
@robertposada
