Las plantas de tratamiento de agua residuales (PTAR) contribuyen a la recuperación ambiental de las cuencas hidrográficas (hoy tan contaminadas) tarea indispensable para el bienestar de los seres vivos.
El mayor número de estas se encuentran en Cundinamarca y Antioquia. De los 1122 municipios y siete distritos capitales, el 48.2 % cuenta con PTAR, pero solo el 10 % de los sistemas construidos tiene un adecuado funcionamiento.
¿Por qué no hay suficientes plantas de tratamiento de aguas residuales? Son varios los factores, el principal, que no hay decisión política por parte del Estado; pues a los gobiernos, de César Gaviria hasta Duque, les importa un comino el medio ambiente.
El gobierno hace rimbombantes discursos ambientalistas en los foros internacionales, pero en Colombia practica lo contrario. Basta ver su conducta en el caso de Escazú, acuerdo regional con fuertes disposiciones para proteger a defensores de asuntos ambientales, y el fracking, que intenta llevar adelante pese a las promesas de campaña y al rechazo de la mayor parte del mundo por la posible contaminación de las fuentes hídricas.
Tampoco les interesa parar la contaminación del agua a las multinacionales, grandes beneficiarias del negocio del agua convertida en commodity. Por una botella de 600 mililitros se cobra hoy entre mil y siete mil pesos, según el sitio, y millones de envases plásticos van a parar a los ríos y mares, acabando con las plantas, animales y otros organismos y haciéndole un inmenso daño al planeta.
El tema ambiental es muy apetecido por los politiqueros para ganar los votos de la gente ingenua, incauta y desinformada, pero solo en campaña porque una vez elegidos pasa a un segundo plano y las urgentes obras quedan como elefantes blancos, como sucede con los diques rotos en la Mojana y en otras regiones.
En Cúcuta se agita el tema desde el siglo pasado, pero la indolencia de las clases dirigentes ha permitido que los ríos Zulia y Pamplonita estén convertidos en cloacas putrefactas.
Pero como todo en la vida tiene sus dos caras, el lado bueno es que siguen las movilizaciones de la población y gracias a ello, hoy en día, se han obtenido algunos logros que deben mantenerse: como detener la explotación minera en el Páramo de Santurbán y que la ANLA haya archivado el proyecto minero Quebradona, en el suroeste de Antioquia. No debemos bajar la guardia pues volverán a intentarlo.
¿Qué hacer? Lo principal es informarnos más ampliamente del tema ambiental para no apoyar las posiciones populistas, hacer movilizaciones masivas, pacíficas y democráticas, y en las próximas elecciones para Senado, Cámara y presidente, tener la dignidad de elegir bien, con la esperanza de dejar a nuestros hijos y nietos una mejor calidad de vida.