La coyuntura actual parece alimentar este caos urbanístico sin habernos preparado para lo que se discutirá los próximos 45 días: el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que actualmente se discute en el Concejo de Bogotá marcará no solo el derrotero de la urbe para los próximos 12 años sino para las décadas venideras.
La desregulación planteada en los usos del suelo, la intención tácita de establecer un modelo de conurbación que concentra la oferta de vivienda en los municipios aledaños a la capital, el interés desmedido de urbanizar los cerros y humedales, y el afán de crear un negocio inmobiliario desproporcionado en el centro ampliado, nos hacen reflexionar sobre las verdaderas implicaciones del POT para los habitantes de la ciudad.
Está totalmente claro que la administración distrital actual, en cabeza de Enrique Peñalosa, se la juega por la configuración de una urbe de acuerdo al bolsillo de cada quien: las zonas céntricas para quienes tengan como pagar por estar allí; los suburbios y los nuevos suburbios —las poblaciones que circundan Bogotá—, para quienes no posean el dinero suficiente para habitar las zonas de influencia principales de la capital. Con este nuevo intento de “reurbanización”, no solo se generará la expulsión de miles de personas hacia las periferias sino que se generará una redensificación poblacional inusitada, con fines especulativos, en la ciudad.
Como bien lo señala el arquitecto y urbanista Mario Noriega, en Las cinco contradicciones del POT que estudiará el Concejo, realizado para el diario El Tiempo: “El POT le apuesta” a 220 personas por hectáreas, la tercera densidad más alta del mundo (www.citymayors.com). Las cuatro ciudades con la peor calidad de vida (Damasco, Lagos, Daca y Karachi) tienen el mismo rango de densidad propuesto para Bogotá. Si esta ‘apuesta’ de densidad para Bogotá es equivocada, cada día la situación será peor”().
El ejercicio al parecer es sencillo: construir un stock de viviendas, a 2031, cercano al millón, cuando en realidad solo se necesitan, para ese mismo periodo, alrededor de 231.000 (CTPD, 2019). El negocio alrededor de la construcción, generara una sobreoferta que solo tiene como única finalidad la creación de una nueva burbuja inmobiliaria, de vivienda entregada fácilmente al principio, que creará sobreendeudamiento para los demandantes y altas tasas de retorno para los urbanizadores.
En el epicentro de la disputa el derecho a la ciudad versus la ciudad pensada como espacio donde cohabitan únicamente propietarios y consumidores. Por las razones anteriormente mencionadas cobran importancia las elecciones regionales en Bogotá.
Y aunque todos los ojos estén puestos en la contienda por la alcaldía mayor, pocos se han detenido a pensar que el corazón de la corrupción en Bogotá se encuentra realmente en el Concejo Distrital. Desde esta corporación se fragua la corrupción local —alcaldías menores, juntas administradoras locales— y nacen los acuerdos para la repartija a nivel macro. Desde allí se negocia al contralor, veedor y personero de bolsillo, desde allí mismo los cabildantes chantajean al alcalde mayor, a cambio de gobernabilidad, pidiendo secretarias, contratos y puestos para “cumplirle” a sus cuotas políticas y “corbatas”.
Para facilitar este círculo vicioso e interminable, la actual campaña electoral, para el Concejo de la capital, ha dejado al desnudo la crisis endémica de la democracia representativa distrital. Es notoria, en suma, el exceso de formas y el vaciamiento de contenidos que el escenario presenta como diagnóstico somero. Los candidatos, en una considerable proporción, preparan robustas estrategias de marketing político y redes sociales, en su versión sofisticada, o compras de líderes, votos, dádivas, y escrutadores, en su forma más obscena. Las propuestas, los debates, las argumentaciones de cara a la ciudadanía, han quedado igual de relegadas que la competencia en igualdad de condiciones de los postulantes al cabildo distrital.
Desde Somos Ciudadanos, colectivo creado en 2015, hemos querido hacer un aporte a esta deliberación pública distrital sobre el modelo de ciudad a futuro con nuestro IV Laboratorio de Innovación Política #SomosLab2019, que se realizará el próximo 25 de septiembre en Bogotá. Ejercicios similares haremos en las próximas semanas en los departamentos de Huila y Cundinamarca.
La coyuntura exige una argumentación a fondo sobre las implicaciones sociales, y la desdemocratización política, que el POT que se discute actualmente traerá para el futuro de los bogotanos, discusión que debe salir de los palaciegos recintos académicos para trasladarse a espacios donde se encuentran la mayoría de los ciudadanos del común. Estamos a tiempo.