El 26 de abril de hace 31 años asesinaron la esperanza de paz y reconciliación que lideraba el candidato presidencial Carlos
Pizarro Leongómez. Él viajaba de Bogotá hacia Barranquilla, donde lo esperábamos para emprender una gira en nuestra querida ciudad.
En pleno vuelo fue asesinado por manos y fuerzas temerarias que se oponen bajo cualquier método a que Colombia tenga un camino distinto a las castas tradicionales que históricamente nos han gobernado.
Los asesinos de Pizarro son los mismos fanáticos de la guerra, los que hoy atacan y pretenden destruir la constitución de 1991 y
se empeñan en hacer trizas los acuerdos de paz. Es por ello un imperativo juntar las fuerzas democráticas para derrotarlos y
trasformar a Colombia.
En esta fecha triste y trágica conmemoramos y rendimos tributo al líder del M-19 que entendió, en medio de la confrontación
armada, que el mejor legado a las nuevas generaciones era construir un nuevo pacto de paz y fue así que se estableció un
acuerdo que permitió la dejación de armas y el tránsito a la vida civil bajo la apuesta política electoral.
Esa firme convicción de cambiar a Colombia, en cabeza de Pizarro, obtuvo rápidamente la aprobación ciudadana, generando simpatía y afinidad en los sectores populares de la nación, que veían en el líder del M-19 un hombre honesto, sincero y capaz de trasformar al
país, superando el clientelismo, la corrupción y la pobreza, que aún en nuestros tiempos continuamos padeciendo.
Con tono de voz tranquilo y pinta de galán de telenovela, este hombre logró ganarse el afecto y cariño de las mayorías que veían
en él y su propuesta una luz en medio de tanta penumbra.
Hoy y siempre te recordaré, querido Carlos. Para que la vida no sea asesinada en primavera, ¡palabra que sí!