Colombia en relación a los resultados obtenidos en las Pruebas PISA es noticia nuevamente. Cuánto desearíamos que los medios anunciaran con orgullo que nuestro país se ubica entre los mejores en educación, que nuestro sistema educativo por fin está dando resultados alentadores, y que, sobre todo, docentes y estudiantes están asumiendo la escuela con la importancia que ésta se merece. Pero no, Colombia volvió a quedar mal. En general, las pruebas PISA se han venido convirtiendo en un tema familiar; y no es para menos, los colombianos hemos obtenido uno de los más bajos puntajes a nivel mundial. No se nos haga extraño que al escuchar el término PISA inmediatamente nuestra mente nos remita a la idea colectiva de “Rajados hasta más no poder”.
Aunque se tiene la impresión de que es un tema de manejo común y de fácil acceso, cuando ya se empieza a indagar sobre el asunto de manera más seria nos encontramos con la sorpresa que muchos, incluso docentes y directivos docentes, desconocen de qué se tratan las pruebas que nos tienen hoy “pisados”.
La prueba PISA es una de las evaluaciones internacionales a la que Colombia tiene la libertad de aplicar con una intencionalidad muy precisa: “ Determinar en qué medida los estudiantes de 15 años, independientemente el grado que estén cursando, han adquirido los conocimientos y competencias esenciales para afrontar los retos de la vida adulta”; se trata de indagar qué tanto se puede hacer en relación con lo que se sabe; las áreas de evaluación son 3: lectura, matemáticas y ciencias, y cada vez que se aplica la prueba (trienal) se hace énfasis en una de las áreas; nuestro país ha participado desde el 2006. Su última participación en el 2012 es la que tanto ha dado de qué hablar.
Ciertamente cada vez que se nos somete o nos sometemos a procesos evaluativos, nuestra esperanza es obtener los mejores resultados posibles; sin embargo, tal vez la intención de nuestro país en participar en este tipo estudios no sea ubicarse en los primeros puestos, sobre todo a sabiendas que compite con países cuyos sistemas educativos están catalogados como los mejores, caso Finlandia y Singapur. Esto, no obstante, no ha de ser motivo de justificación para exonerar la responsabilidad que los diversos actores de la educación tienen a la hora de ofrecer resultados de calidad que respondan a unas exigencias complejas y den cuenta de una verdadera política de Estado a nivel educativo.
Los resultados obtenidos por nuestro país en las pruebas PISA, evidencian una serie de dificultades estructurales que según estudiosos del tema educativo dejan mucho que desear de la manera cómo nuestros gobernantes (Primeros responsables de la educación) asumen un tema tan esencial para el desarrollo y la libertad de los pueblos. Para nadie es un secreto que nuestro país en materia educativa no anda bien; como tampoco es un secreto que, si bien es cierto históricamente se han venido haciendo esfuerzos ingentes al respecto, aún es muchísimo lo que falta por trabajar. Países con menos recursos que Colombia, han podido hacer de la educación una prioridad colectiva, posicionando sus sistemas educativos como ejemplares para el resto de los estados. Pero no perdamos de vista que esto ha sido gracias a todo un proceso que ha nacido de grandes convencimientos individuales y grupales, y sobre todo de la urgente e imperiosa necesidad de entender que cuando de educación se habla debe existir una total correspondencia con lo que se hace.
La novedad de nuestra participación en las pruebas PISA, creo que no es el resultado como tal; sino el hecho de que sea necesario medirnos con otros países para convencernos de lo mal que andamos; como si nuestra propias pruebas no fueran suficientemente eficaces para medir nuestras falencias. Es cierto que medirnos, compararnos y someternos a las diversas pruebas internacionales pudiera servirnos como referente para analizar y precisar asuntos de solución a los problemas que nos aquejan, sin embargo no es menos cierto que el poco o nulo sentido de pertenencia a una prueba externa (válgase decir ajena) es un factor determinante a la hora de su aplicación y el resultado que se obtenga.
La pregunta de por qué PISA nos vuelve a pisar no es muy complicada de resolver. En un país como el nuestro, que no sabe qué demandar a su sistema educativo, y por ende éste no sabe que ofrecer, ¿Es necesario someternos a PISA para saber esto? A mi modo de ver las cosas creo que no; creo que la participación de nuestro país no solo en PISA sino en otras pruebas como PIRLS, PERCE, TIMMS, SERCE, etc, corresponde a otros asuntos donde lo educativo tal vez no sea lo prioritario. Usted podría pensar que participar en dichos estudios nos ayuda a vernos, a revisarnos y a trabajar para mejorar; sin embargo, considero que este tipo de prácticas evidencia una eterna discusión: autonomía e independencia de un sistema educativo.
Desprevenida y estúpidamente se podría pensar que algún día seremos los primeros en PISA; quizás es más fácil ver a Colombia campeón del próximo mundial de futbol en Rusia. No se trata de ser pesimista, se trata más bien de reconocer que tenemos un pésimo sistema educativo gracias a una pésima visión educativa por parte de quienes nos gobiernan. Si esto no es así ¿De qué le puede servir a Colombia participar en PISA y quedar de último para mejorar la educación? Yo creo que no le sirve de nada si antes de participar no se preocupa por ciertos aspectos trascendentales y determinantes, no para obtener resultados, sino para hacer de la educación una verdadera prioridad donde Estado, Empresa y Sociedad Civil asuman el problema con la seriedad que se merece y con las aristas requeridas.
Seguramente en el 2015 volveremos a participar, y tal vez subamos uno o dos puestos más; confiemos en que otros países bajen la guardia (cosa que dudo mucho) para que esto ocurra. Mientras tanto sigamos distraídos con el morbo que produce la noticia de saber que somos los últimos; que somos un país muy feliz pero poco educado; un país muy rico pero con unos niveles de calidad educativa bastante bajos; y sobre todo un país incapaz de ponerse de acuerdo sobre un asunto vital para su desarrollo: La educación.