En ocasiones las manos creadoras de un artista tienen la facultad de hacer replicas del entorno que mira, con tal perfección que pareciera que un pedazo de paisaje fue cortado y puesto sobre el lienzo.
Oveimar Sánchez Velasco es uno de esos privilegiados que gracias a la constancia, dedicación y práctica decidida ha logrado dominar el color y la luz para ponerlos en sus cuadros que no paran de causar asombro.
Nació en Cali; es un hombre de baja estatura pero de gran dimensión como pintor. Nadie alentó su espíritu de creador ya que en su entorno familiar no hay artistas. Hoy sí los hay, pues sus tres hijos son músicos. Fue la vida, con su guiar caprichoso, que lo fue llevando por los senderos del arte.
Desde la escuela y el colegio le atrajo el dibujo. Soñaba con ser un buen dibujante e ingresó al IPC para ampliar sus conocimientos y mejorar las técnicas de dibujo. Allí descubriónnuevas habilidades y otras posibilidades en la plástica.
Desde su época de estudiante de arte en el Instituto Popular de Cultura (IPC) ha hecho del parque El Peñón su sala de exhibición.
También, pensando en el “de qué voy a vivir” estudió una carrera intermedia en el Sena: mecánico industrial, la que ejerció durante 5 años, a la vez que estudiaba en el IPC.
Pudo más el olor a trementina, la suavidad de los pinceles y el destello de los colores que el estar entre hierros.
“Me apasionaba la figura humana. Me gustaba la anatomía y cuando me gradué empecé a pintar figura humana utilizando diversas técnicas: carboncillo, sepia, óleo, pastel”.
Pero la búsqueda y las técnicas que debió de aprender como pintor para pintar anatomía no tienen nada que ver con la técnica que se necesita para aprender a hacer bodegones o la técnica para hacer paisajes.
“Cuando salí del Instituto, me di cuenta de que uno debe aprender más y más cosas. Aprender a realizar un cristal, un metal o una piel. Y aprendiendo de cada cosa un poco me encontré con el paisaje. Resulta que cuando estaba en el IPC, realizábamos excursiones a Buenaventura, y me cautivó el paisaje de San Cipriano, una reserva natural de bosque tropical en la que abundan las cascadas, la vegetación e innumerables especies animales y quedé enganchado definitivamente”.
¿Qué fue lo primero que hizo y que la gente le animó a seguir adelante?
“Uno como pintor no espera a que nadie valide lo que hace. Es el sentir propio lo que yo he tomado como escucha en la medida que uno sabe que lo que hace con dedicación y amor, lo hace por placer y porque lo siente entonces eso conduce a que un trabajo esté bien hecho.
La pintura son impresiones, sensaciones, es sentimiento plasmado sobre un lienzo por medio del color. Si esos sentimientos son auténticos, salen del alma y se pueden trasmitir hacia el observador, se está haciendo lo correcto y no se necesita aprobación de nadie externo”.
¿Cuándo se siente artista. Cuándo acepta que esa nominación de artista no pesa?
“Esa pregunta me la hice recién salido de la academia. Uno se da cuenta del choque de enfrentar el mundo y se pregunta: ¿cómo voy a vivir de esto; y lo primero que uno se responde es que no sabe muchas cosas de la vida, de los procesos, de la venta, del comercio etc. Es un paso de aprendizaje.
Me dije: voy a proyectarme y creo que uno es bueno en esto luego de unos 20 años de trabajo. Desde estudiante sabia que esto era una carrera larga y de mucho aprendizaje. Luego de 20 años uno puede decir que tiene un trabajo maduro.
¿Cree haberlo logrado?
Hoy ya puedo pasar solicitudes para que miren mi obra. Es una obra madurada en el oficio, en el quehacer constante, y sé que ya se puede mostrar en sitios importantes y someterla al criterio del público. Mi propósito siempre fue vivir de la pintura.
La posibilidad de lograr éxito y vivir de la pintura es tratar de hacerlo día a día, y ser bueno, muy bueno. En mi caso particular soy muy técnico porque mi escuela sigue siendo la del dibujo. Yo soy pintor pero con mucha línea dibujistica. Para mí la técnica es muy importante y creo que es lo que la gente aprecia en mi obra. Es una obra particular porque hoy no hay mucha gente dedicada a la técnica de caballete al óleo”.
¿Para qué sirve la pintura en un mundo que parece tan banal. ¿Para qué hacer arte: si vale la pena?
“El arte es lo que nos diferencia de las otras especies. Somos seres que dejan huella, que espera trascender mucho más allá de su existencia cotidiana: despertar, a trabajar, comer y dormir. Es por lo mismo que se hace poesía, canciones, Teatro. Es porque queremos trascender y dejar una huella en este mundo después de que ya no existamos.
¿Por qué sabemos de otras civilizaciones si no es por sus pinturas?. Sabemos que muchos años atrás existieron unos humanos que habitaban en cuevas y uno de ellos le dio por poner una huella de su mano sobre el muro de la caverna. ¿Por qué? Quería trascender, no porque tuviera una necesidad material de poner esa huella allí. Seguramente pensó que alguien la vería en el futuro y así es, la estamos viendo miles de años después”.
¿Qué siente cuando está pintando? ¿Tiene algún ritual para hacerlo?
“Hay un ritual y es: mucha disciplina. Pinto todos los días de lunes a sábado. Es una necesidad, si no lo hago, no me siento bien. Es una manera de sentirme productivo. Esa disciplina es la de la que habla el dicho: “la técnica y la constancia son las que hacen al maestro”.
La única manera de aprender a pintar es pintando. Pintando todos los días”.
¿De ese ayer de estudiante al hoy de artista maduro, han cambiado las motivaciones para hacer su trabajo?
Si, las motivaciones cambian a diario. Imagínese que en lo que tiene que ver con la pintura uno no necesita sino de su caballete y sus pinturas, pues pintar es un diálogo permanente con uno mismo. Uno rumia ideas, conceptos, pues todo está cambiando y a veces se pregunta: ¿Yo por qué pinto? Y uno se responde: “Porque así soy, es mi ser y eso vine a hacer a este mundo”.
Alguien decía “Nadie quiere ser pintor viendo un paisaje, sino viendo una pintura. Si pasa un niño y ve un cuadro piensa: yo quiero ser pintor.
¿Hábleme de su pintura en este espacio del Parque El Peñón de Cali?
“Este espacio es un recurso para que la gente vea nuestra obra ya que son muchas las personas que no van a las galerías. Para nosotros, es el único espacio que tenemos como pintores para exhibir nuestro trabajo, la oportunidad de encontrar un cliente de manera directa sin intermediarios. Las galerías prácticamente se acabaron en la ciudad. El parque es un oasis para todo pintor profesional que quiera venir y mostrar su obra y hacer un trato directo con el comprador.
Y a la ciudad, le estamos ofreciendo una galería en un espacio abierto para que niños jóvenes y adultos vengan a ver lo que hacemos los pintores. Queremos que la gente vea lo que hacemos, que puedan hablar directamente con un pintor”.
¿Qué es lo mejor de ser pintor?
“Que puedes hacer lo que amas y que dejaras una huella con tu oficio. Es fantástico para mí pensar que en un futuro, cuando ya no esté mis obras hablen de mí existir en muchas partes del planeta, pues he vendido para Estados Unidos, Europa, China. Es grato para mi saber que así como vemos obras del renacimiento, por ejemplo, dentro de 100 años mis obras todavía anden por ahí y alguien mire y piense: este pintor porqué hizo esto, cuánto tiempo dedicó a la realización y por qué me genera estas emociones. Eso es fascinante. Es la existencia de uno hacia el futuro”.
¿Es su sello de pintor el agua y la naturaleza en general?
Si, es mi sello. La naturaleza me atrae, me dejé enganchar por ella. El embrujo de la selva me cautivó. Nosotros somos un país tremendamente paisajístico con gran riqueza de colores y lugares espectaculares. Tenemos todos los climas, bosques de neblina, llanuras de todo tipo, desiertos. Debería haber una escuela inmensa dedicada a pintar el paisaje colombiano, pero resulta que no.
Yo me he sostenido pintando paisajes mientras una gran mayoría de mis contemporáneos se dedicaron al arte abstracto. Yo me dediqué al paisaje colombiano porque amo lo nuestro y los libros de referencia son europeos, cómo pintar un sauce en colores ocres y eso no tiene nada que ver con lo de nosotros. Nosotros somos verde, puro verde de infinitos matices y somos ríos y muchos pisos térmicos”.
¿A dónde quiere llegar con su oficio de artista?
Primero, a hacer una exaltación de nuestro paisaje colombiano. Tengo proyectado pintar Sierra Nevada, quiero ir a la Amazonía, el llano profundo, la Orinoquía, todos esos lugares que a mí me parecen fantásticos. Imáginese poder compilar todo eso en una exhibición y mostrar lo que somos como Colombia profunda, Colombia paisaje, Colombia color.
¿Pinta donde va o se vale de la fotografía, o qué método utiliza para la realización de sus cuadros?
La pintura de campo no es posible. En cada de una de mis pinturas gasto decenas de horas en el estudio. Imagínese en un entorno de campo. Es imposible. A duras penas uno lleva una mochila donde carga un poco de agua, comida y la cámara fotográfica y mucho camino es el que hay que andar.
Yo hago excursiones a los sitios que escojo y hago fotografía porque soy fotógrafo aficionado. Escojo los momentos, la luz y luego en el estudio recreo el paisaje”.
¿Qué reflexión quiere compartir?
“Que ojalá este país quiera más a sus artistas y que ese querer se manifieste en apoyo. Hay conmigo artistas de todas las líneas con ganas de hacer cosas, pero se hace necesario el apoyo estatal, porque los trabajos buenos, trascendentes se hacen con buenos recursos. La autogestión, vendiendo un cuadro y comprando pinceles, lienzos y a la vez sobrevivir en día a día, se hace muy lento el proceso porque uno ve que en la historia, los grandes proyectos se hacían con apoyo de grandes mecenas o del Estado.
Nos interrumpe un grupo de turistas que preguntan al pintor en dónde realizó esas pinturas. Hablan de una cascada que en medio de este sol caleño pareciera que deja escapar un poco de su brisa para mitigar el calor que a esta hora de la tarde es sofocante.