El Congreso de la República fue el escenario en 2004 de un hecho sin precedentes y de por sí muy vergonzoso que es necesario recordar, en una Colombia que está ad portas de alcanzar la tan anhelada paz. Un suceso que es obligatorio traer a colación, en donde una parte de la sociedad es amnésica por conveniencia y cínica por convicción, lo que da como resultado una doble moral tan arraigada como el odio y la venganza.
Este sector de la sociedad, con sus cabezas más visibles --como el amnésico por conveniencia Álvaro Uribe o el siempre recalcitrante y de doble moral Alejandro Ordóñez-- está empecinado en continuar una guerra que lleva más de 50 años aduciendo la impunidad que se está cometiendo en el proceso de paz con las FARC, olvidando convenientemente algunos sucesos no de poca importancia.
!Refresquemos la memoria! En el 2004 los tres máximos líderes de las Autodefensas Unidas de Colombia, Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez llegaron a “la cuna de las leyes y el templo de la Democracia” --como dijo Mancuso en su discurso-- para legitimar con total arrogancia y cinismo su larga serie de atroces crímenes, su ideología antisubversiva y de ultraderecha, aduciendo la libertad de los colombianos e impulsada por el abandono del Estado. Para contextualizar, es de recordar que dos años antes y dos meses después de posesionarse Álvaro Uribe como presidente, se instaló la mesa de Santa Fe de Ralito, después de que las AUC anunciaran un cese al fuego como condición para iniciar una negociación con el gobierno, con Luis Carlos Restrepo de un lado (hoy prófugo de la justicia por falsas desmovilizaciones con las AUC) y Carlos Castaño del otro (presuntamente asesinado por su misma gente).
Durante este cese al fuego, las AUC siguieron traficando droga y según la Comisión Colombiana de Juristas, estas cometieron más de 2500 asesinatos y desapariciones, en las que masacraron impunemente con ayuda de militares a dos familias, y degollaron niños, como lo dice Marta Ruiz en su columna titulada “Píldoras para la memoria de Uribe” publicada en el 2013 en la revista Semana. En ese momento nadie se “paró de la mesa” y Uribe ni ninguno de sus seguidores habló de impunidad.
Volviendo de nuevo al suceso de la presencia de estos tres líderes de las AUC en el Congreso, ocurrieron otros sucesos anecdóticos que dejan ver el cinismo y la doble moral de los políticos.
El primero: en este vídeo se ve cómo el entonces senador Moreno de Caro se acerca con su acostumbrada efusividad a saludar y a intentar abrazar a los tres paramilitares:
El segundo: luego de que Mancuso terminara de hablar, los casi 60 congresistas presentes en la sesión (de un total de 268), el gobernador de Córdoba y el alcalde de Montería, ovacionaron al comandante, como lo señaló Héctor Abad Faciolince en su columna “Los Paras en el Congreso” de la Revista Semana de 2004.
El tercero: después de que Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez se fueran casi huyendo del Congreso, hubo una intervención del entonces senador de la oposición Gustavo Petro, que fue recibida sin aplausos, en el que señalaba que con este hecho los paramilitares no se estaban sometiendo a la justicia sino que ellos estaban sometiendo a la justicia. Luego, para sorpresa de todos, la por aquella entonces acérrima senadora uribista Gina Parody (al igual que Rafael Pardo), rechazó lo sucedido ese día, diciendo, entre otras cosas, que quienes hayan cometido delitos atroces no pueden llegar al congreso para ser recibidos como héroes. Por este hecho, ella fue la única que renunció a su curul, como lo ha manifestado en varias entrevistas.
El cuarto y que es la cereza del pastel: Álvaro Uribe Vélez dijo esa misma tarde durante un foro: "Desde que haya buena fe para avanzar en un proceso, no tengo objeción a que se les den estas pruebitas de democracia. Creo que se sienten más cómodos hablando en el Congreso que en la acción violenta en la selva”. ¡Hágame el favor! Con estas declaraciones, se ve el nivel máximo de cinismo y de amnesia conveniente del expresidente con respecto a sus opiniones sobre el proceso de paz con las FARC. Nada más que agregar.
Hoy, muchos de esos desmovilizados de las AUC entraron a formar parte de las conocidas BACRIM: crearon las Águilas Negras y demás grupos al margen de la ley que siguen delinquiendo. Muchos que cometieron crímenes fueron amnistiados y no pagaron un solo día de cárcel en el Gobierno de Uribe ¿Ha hablado o hablará alguno del Centro Democrático o algún uribista de estas impunidades?
En estos tiempos tan decisivos para nosotros, para nuestros hijos y para nuestros nietos --y en sí el futuro de un país que hace mucho no sabe qué es vivir sin guerra-- es muy importante evitar el sesgo histórico y la polarización de los que están en contra y de los que están a favor de la paz. Polarización que destila veneno irracional en redes sociales, en los foros en Youtube, y en los medios de comunicación con noticieros como RCN (al que hace poco la senadora Claudia López los confrontó a causa de su evidente sesgo informativo, por no decir ideológico de derecha, suceso que quedará en la retina de los colombianos como uno de los momentos más épicos de le televisión colombiana) y que no le hace bien a las víctimas, a los campesinos, a los niños, y a la larga a nosotros mismos. Ciertamente, ningún proceso de paz en ninguna parte del mundo ha sido perfecto, pero ciertamente también, la ley de justicia y paz, en donde guerrilleros que no confiesen crímenes podrían pagar hasta 20 años de cárcel y las acciones para la reparación de las víctimas con las FARC sí es mil veces mejor que la que se hizo con las AUC.
La invitación es a que refresquemos la memoria, no la que nos conviene, sino la memoria de la sensatez; memoria de la verdad en pro de que la guerra no vuelva a ocurrir y en pro de convivir en paz los unos con los otros. La invitación es a debatir con ideas y argumentos y no con memoria selectiva, con cinismo sin sonrojo, con insultos “castro-chavistas” o “fascistas” ni con bombas ni con balas. La paz es para los guerrilleros, para los paramilitares, para Uribe, para el pueblo. Regalémosle la oportunidad a nuestros hijos y a nuestros nietos de vivir en una Colombia en paz, libre de doble moral, que no olvida pero que perdona.