Señor Presidente Santos:
Todos aquellos colombianos que —independientemente de nuestras diferencias en muchos otros temas— lo acompañamos en su propósito de lograr la paz para Colombia estamos realmente preocupados. A diferencia de aquellos aún convencidos de que la guerra total es la que traerá paz —y que solo buscan herramientas para debilitar aún más las conversaciones de La Habana—, nosotros, que compartimos el sueño de una Paz negociada y sin más sangre, aún confiamos en su capacidad para llegar a esa meta. Es esta misión común la que nos da la autoridad moral para tratar de ayudar en estos momentos cuando se tambalea nuestro sueño.
Las recientes explosiones en Bogotá recuerdan que el centralismo nos está matando. ¿Qué hubiese pasado si Bogotá fuese quien vive lo que han sufrido los habitantes de Tumaco si con dos petardos que estallaron, el pánico de la población ha sido inmenso? Es doloroso que las explosiones dejaran heridos —uno de ellos en condición muy crítica—, y esas víctimas merecen la solidaridad de todos los ciudadanos de este país. Pero,¿por qué no pensamos igual cuando en el sur del país los daños contra el medio ambiente son probablemente irreparables? De hecho, tienen un costo muy profundo para esas poblaciones cuya difícil vida depende de ello, pero que se sigue sintiendo lejos en la capital.
Más que la caída en las encuestas señor Presidente, es importante conocer lo que siente la población. Hay desasosiego, temor, y duda. Bajo ese estado de ánimo no se pueden afrontar exitosamente las circunstancias actuales, complejas desde donde se les mire. Lo que el país no necesita en este momento es que se revivan viejos conflictos con Venezuela, y mucho menos que parezca que a Colombia —y a su Gobierno— lo ha desbordado el bajonazo de economía, el aumento del desempleo y una inflación mayor a la esperada. Pero sobre todo, que se perciba que el escalonamiento del conflicto interno está a punto de borrar la oportunidad de lograr nuestra paz. Por eso, hoy más que nuca se necesita un equipo de gobierno coordinado, fuerte, comprometido, y un Presidente que haga uso de su poder —sin llegar a extremos—, pero sobre todo de su liderazgo que unió a más de la mitad del país en torno a este sueño común que tenemos.
Los mandatarios deben crecer ante las dificultades y, sin duda, esto es más fácil decirlo que hacerlo cuando el panorama es tan complejo. Pero muchos de los colombianos que no estamos en primera línea, entre otras, que nos hemos sentido rechazados por un sistema político que lejos de mejorar se cae cada vez más en lo que no toca, queremos empezar —en medio de estas dificultades y de las que aún falten—, el camino hacia una Colombia distinta.
No más atentados, no más petardos, no más destrucción de nuestros recursos naturales. Y, lo más importante, no más gente sufriendo las consecuencias de las acciones de esos grupos porque nuestra gente ya ha pagado un precio demasiado alto y durante mucho tiempo, 60 años de conflicto. Es hora de escucharle decir al Gobierno, y personalmente a usted, señor Presidente, "No Más Señores de la Guerrilla, Farc y ELN", porque a su lado estaremos gritando millones de colombianos que aún tenemos fe en su meta.
Es en momentos tan decisivos como los actuales donde la voz y el liderazgo de nuestro Primer Mandatario —y su equipo— deben volver a ser la luz de esperanza necesaria para recuperar nuestro país. Todos aquellos que no queremos dejarle a nuestros hijos y nietos una sociedad tan herida —que con frecuencia pierde ese norte que toda Nación debe tener— lo acompañaremos en la lucha.
Señor Presidente, no es tarde y aún sí es posible llegar a un acuerdo. Las partes en conflicto aún están sentadas en la mesa, pero es fundamental que las Farc y el ELN sientan un país que no tolera más lo que está sucediendo, y usted es nuestro vocero.
Respetuosamente y con la fe casi intacta,
Todos los colombianos que no queremos perder la esperanza de tener un país en paz.
E-mail [email protected]
