La opinión pública se sacude a diario con los escándalos de corrupción que han pasado de ser una expresión aleatoria de manzanas podridas aisladas a ser el reflejo del sistema político y judicial colombiano.
Nadie puede decir que la corrupción ha sido un accidente, sino la consecuencia inevitable de un régimen político inoperante que ha degenerado en un estado abdicante frente a los intereses de multinacionales y de los sectores poderosos del país que se lucran de las venas del erario.
Este viraje en la atención e interés ciudadano ha sido posible en tal magnitud, gracias a los Acuerdos de Paz entre el Gobierno nacional y las FARC-EP, cuyo Congreso Nacional selló su tránsito hacia la lucha política a través de las ideas, las elecciones y el sistema político vigente.
El capítulo de la guerra es incuantificable en términos económicos, sociales, culturales, políticos y humanos. Su fin parecía un asunto lejano, casi imposible, por cuenta de sectores retardatarios y militaristas que ven la guerra el caldo de cultivo para detentar más poder político y económico.
Si algo demanda la opinión pública en Colombia es que se castigue a los corruptos, que quienes aspiran a las más altas dignidades del estado lo hagan con decoro y honradez, que sean personas decentes y sobre todo coherentes.
Sin temor a ser señalado, puedo afirmar que Piedad Córdoba es de las pocas personas en esta contienda electoral por la Presidencia de la República que ha sido fiel a sus ideas de luchar por un país en paz, en armonía y en democracia.
Es indispensable no perder la memoria y recordar que en los tiempos más aciagos, es decir, bajo el Gobierno de Uribe Vélez, Piedad fue la voz de los que no teníamos voz. Asumió a riesgo de su propia integridad, de su familia —ella y su hija fueron secuestradas por paramilitares—, y de su carrera política, las consecuencias de defender lo que en ese entonces llamábamos la lucha por la Solución Política y Negociada y el Intercambio Humanitario. Reivindicaciones que apuntaban a desescalar la guerra y allanar caminos de solución al conflicto bélico fratricida de más de 50 años.
Fue espiada, perseguida y chuzada por el DAS (el mismo que asesinó al profesor Correa de Andreis), estigmatizada diariamente por los medios de comunicación nacional como traidora y enemiga de la patria, mucha gente fue envenenada por esa matriz de opinión hasta el punto que fue insultada y agredida en lugares públicos.
El señor Alejandro Ordóñez, cuando fue procurador General de la Nación la destituyó de su cargo como senadora de la República y la sancionó dos veces, una inhabilidad para el ejercicio de cargos públicos durante 18 años con pruebas falsas que las fuerzas del estado sembraron en los computadores de Raúl Reyes y otra por 14 años por supuesta participación indebida en política, todo esto y más, lo llevó Piedad sobre sus hombros prácticamente sola.
A pesar de ello, nunca renunció a sus derechos políticos y se reinventó como luchadora y activista por la Paz, creando el Movimiento de Colombianos y Colombianas por la Paz, que logró la libertad de numerosos prisioneros políticos y facilitar canales para que la Solución Política al Conflicto se acercara más a la realidad.
Creo, tal vez, salvo Gustavo Petro, que no hay un dirigente político más perseguido, estigmatizado y golpeado por el establecimiento que Piedad Córdoba.
Pero no se trata de decir que por mayor persecución y dolor padecido se es más merecedor de algo, considero que esto es clave señalarlo, pero más aún el mantener la convicción y la decisión intacta de luchar por la transformación del país para el bienestar de la gente.
La propuesta política de Piedad se basa en la reindustrialización del país, en la reactivación de la economía. Es de por sí una propuesta que busca generar altos de niveles de producción a partir del fomento de la pequeña, mediana y gran industria, reactivar la producción agrícola golpeada fuertemente por los TLC, que han condenado a nuestros campesinos a la miseria, a importar productos que se fabrican con nuestras materias primas, se trata de voltear la balanza y recuperar la economía nacional a partir de nuestro campo e industria.
Es esto, en el sentido lato, un modelo económico que se separa sustancialmente del modelo venezolano, que busca hacer autosustentable a nuestra economía y satisfacer las necesidades principales de la población.
En tiempos de pudrición de la justicia, de descrédito de los partidos políticos, de apatía a la participación política, para que la posibilidad de construir un proyecto de país que le apueste a la paz con justicia social sea una realidad, debemos honrar con nuestro apoyo y voto a las personas que encarnan ese ideario, tanto por su práctica política, sus ideas y en especial, por su ética, Piedad es una de ellas.
No son los tiempos del odio ni de la vindicta, son los tiempos de la reconciliación nacional, necesitamos a Piedad para Colombia.