Piedad Córdoba es sin duda una malabarista política. Surgió de un ala progresista del Partido Liberal y, no obstante, de liberal no se le puede atribuir mucho. A pesar de ello, ha logrado con un inteligente pragmatismo político configurar conexiones tanto en la derecha como los sectores de izquierda.
En el primer caso, no debemos olvidar que fue autorizada durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez para la liberación de secuestrado mientras fortalecía sus nexos con el régimen de Hugo Chávez. Esta dualidad la convierte sin duda en una malabarista política.
Precisamente dicha capacidad le permite generar una considerable “actividad diplomática”, si así puede llamársele, entre el entramado político colombiano y las fuerzas chavistas en Venezuela.
Córdoba ha logrado consolidar las estrategias geopolíticas que desde hace décadas se trazó la dictadura cubana y que actualmente se fortalecen con el chavismo. No se trata más que de expandir el llamado socialismo del siglo XXI en todo Latinoamérica, porque lastimosamente la mayoría de procesos revolucionarios tienen una tendencia expansionista.
Su llegada a la coalición de Petro no es casual tampoco, dado que debe anclarse a una corriente política que le permita, así gane o no, algún cargo en las elecciones legislativas, poder seguir apoyando el modelo de la expropiación, la eliminación del individuo, la economía improductiva y el papel de un Estado todopoderoso.
Así es Córdoba, habilidosa en apoyarse en el sistema democrático, mientras lo corroe aún más con sus lamentables conexiones políticas.