En Colombia, como bien lo sabemos, la cultura y el deporte no han ocupado nunca el primer lugar de la agenda política del país y por supuesto tampoco del presupuesto nacional.
Hay otros rubros siempre más importantes que, podríamos pensar, permiten tergiversar más fácilmente los dineros públicos, es decir el dinero que recibe el gobierno (sea local, departamental o nacional), que pagamos los ciudadanos del común con nuestros impuestos.
El caso más reciente y más sonado ha sido el de la selección de fútbol femenina. Ellas han luchado por llegar hasta donde han llegado con las uñas, pero sin el apoyo que debería darles el gobierno. Claro y ahora que han hecho brillar el tricolor nacional en diferentes escenarios del mundo, ahora si son importantes.
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No obstante, no tengo conocimiento de que haya habido un pronunciamiento del gobierno al respecto. Podría uno decir que es que el presidente y sus ministros están muy recién posesionados, pero una noticia de este tipo merecía unas palabras y una acción propositiva inmediata. Pero, creo que seguimos esperando.
Ahora bien, el caso de las aguerridas futbolistas de la selección nacional sub-20 es uno de los pocos casos que salen a la luz y nos permiten saber las injusticias y las arbitrariedades que se cometen a diario contra nuestros deportistas y las personas dedicadas al arte y la cultura en general, a lo largo y ancho del país.
Los grupos de teatro, o los coros infantiles, juveniles o de adultos de cualquier municipio de Colombia, sea grande o pequeño si quieren llegar lejos les toca conseguirse un financiamiento particular para alcanzar sus sueños. Me refiero específicamente a los grupos “patrocinados” por los municipios o los departamentos.
Escribo “patrocinados”, así entre comillas, porque ese patrocinio se limita normalmente a lo mínimo y los alcaldes y secretarios de cultura creen que con eso ya están haciendo mucho. Y hacen todo lo posible por embolatar los dineros que podrían ayudar a proyectar mucho más lo poco que se hace.
Hoy quiero referirme a un caso específico porque me ha tocado de manera personal y me ha hecho ver con más claridad hasta dónde llega la pequeñez de las personas que son nombradas en cargos públicos de cierta importancia.
Son personas, imagino yo, metidas en el mundo de la política ya sea de manera circunstancial o permanente y que ven esos nombramientos como una oportunidad para ganar poder y enriquecerse ilícitamente con dinero que deberían ser manejados con absoluta transparencia y destinados a obras y actividades que contribuyan al desarrollo y al progreso de una región o de un municipio en particular. Eso es lo que uno desea y espera. Seguramente hay excepciones a este comportamiento. Eso espero.
En el municipio de Tocancipá existe, desde hace ya varios años una Escuela de Formación Artística (EFAT) que, sin lugar a dudas, ha beneficiado a muchos niños, niñas y jóvenes que han encontrado en este espacio, la oportunidad de explorar y potenciar sus habilidades artísticas.
En la actualidad, según datos de la Secretaría de Cultura, esta Escuela beneficia a unos 5000 niños, jóvenes y adultos del municipio. Y eso, dicen algunos, ya es razón suficiente para sacar pecho. La EFAT ya tiene un cierto reconocimiento a nivel del departamento y quizá a nivel nacional. ¿Pero, me pregunto yo, es esto realmente suficiente? ¿Puede un alcalde y un secretario de cultura conformarse con esto? Por supuesto que no.
El caso particular del Coro Infantil es realmente lamentable. Es un coro de un gran nivel artístico, gracias a la dedicación de los maestros, de los niños, las niñas y los padres. El municipio se limita a pagarles a los maestros su salario. ¿Les pagaran bien? No lo sé. Ese dato no lo tengo.
Pero este coro, que canta como los ángeles, tiene un mismo uniforme desde hace varios años. Los profesores tienen que pedirles a los niños y niñas que van pasando la edad y toman otros rumbos o quizá el mismo pero en otros lados, que les dejen los uniformes, para poder dárselos a los nuevos que llegan cada año. ¿Un municipio como Tocancipá no tiene para renovar el uniforme de su coro infantil cada año o al menos cada dos años? Eso no puedo creerlo.
Y la cereza del pastel. Hoy, mientras escribo estas líneas, 22 de esos niños que conforman el coro están participando de un taller internacional de coros infantiles en la Ciudad de Medellín en el que han tenido la oportunidad única de cantar con otros coros del mismo nivel o incluso mejores (puede que sí, puede que no) y dirigidos, nada menos y nada más que por el maestro Kirlianit Cortés (colombiano), el actual director de los Niños Cantores de Viena.
¿Cómo llegaron los niños hasta allá? Antes que nada gracias al tesón de los maestros y de los padres y de algunas personas de buena voluntad que contribuyeron económicamente a que este sueño fuera posible. ¿Y el municipio? Bueno, el municipio aportó lo del transporte y lo del alojamiento (peros solo con el desayuno).
La historia, aparentemente, es de aplaudir. Sin embargo, la realidad tras bambalinas es otra. Al secretario de cultura del municipio se le anunció con cuatro meses de antelación sobre este evento y dijo que, claro, que él lo apoyaría. ¿Y qué pasó? ¡Pues ocho días antes de viajar dijo que ¡no había presupuesto! ¡Lo dijo ocho días antes del viaje! Se necesita mucho coraje para jugar así con los sueños de unos niños.
Unas madres presionaron y tras pocas horas dijeron que los niños podrían viajar desde el miércoles 17 de agosto por la noche, cuando el acuerdo inicial era que viajarían ese día, pero temprano en la mañana para poder llegar en la noche del miércoles a Medellín y estar listos para empezar su taller el jueves temprano en la mañana.
Ahí, la protesta fue ya de todos los padres y, “misteriosamente”, apareció el dinero para que pudieran viajar el miércoles en la mañana y tener la noche del miércoles en el hotel (también pagada por el municipio). Bastante extraño, ¿no?
De todas maneras, a los padres, la mayoría de bajos recursos, nos tocó recolectar más dinero para el resto de comidas, incluyendo las del miércoles y las del domingo cuando tuvieron que devolverse de noche, tras un día intenso, ya que ese domingo 21 de agosto tuvieron su presentación final en el Teatro Universidad de Medellín, junto con los demás coros que están participando en este taller.
Después de tres intensos días de preparación y de ensayos desde las 8 a.m. hasta las 6 o incluso hasta más tarde, el domingo 21 de agosto se presentaron, con el mismo uniforme que tienen desde hace años, uniforme que a algunos les queda un poco grande y a varias niñas ya un poco estrecho. Pero sus voces, junto a las de los demás coros, hicieron vibrar de emoción a todos los que tuvieron oportunidad de asistir. Lástima que los medios de comunicación oficiales no hicieron eco de este evento.
Luego, ellos y ellas, junto con los maestros y tres madres acompañantes, tras esa presentación tuvieron que salir casi corriendo, comer algo en un centro comercial y subirse al bus sin siquiera poder celebrar, como es debido, la hazaña y la experiencia inolvidable de esos días, para regresar a sus hogares (porque el presupuesto no alcanzó para pagar la noche del domingo) donde sus padres estábamos esperándolos con los brazos abiertos y henchidos de orgullo, el pasado lunes en la mañana.
¿Y cuando lleguen y se sepa la gran actuación que han hecho en nombre del municipio, será que el alcalde hará publicidad política? Amanecerá y veremos.