Parece que la misma escoba pasó por la cara de la mayoría de los candidatos que participan en esta contienda electoral para hacerlos ver más jóvenes, delgados, con piel de recién nacido, cejas de Instagram y dientes blancos antinaturales. Rasgos tan falsos en algunos casos que convierten una imagen en mentirosa.
El retoque digital de las fotografías y la publicidad oficial de las campañas pasó los límites y se convirtió en una burda manipulación que deja en evidencia la inseguridad individual y el uso de artilugios para encajar en los modelos de “belleza” plástica donde lo natural resulta extraño.
Contrario a un modelo publicitario, un concejal, diputado, alcalde y gobernador tiene una responsabilidad constitucional y debe legitimar la información a través de su imagen verbal, no verbal, e institucional.
Los retoques son tan descarados que rayan en la publicidad engañosa sobre todo cuando se trata de fotografías oficiales que se utilizan como piezas informativas en prensa, noticieros de televisión y anuncios en diferentes plataformas. La imagen de un político destinada a un medio informativo debe estar apegada a la realidad y no a la moda o a la cosmética.
Si un candidato o candidata a concejo, asamblea, alcaldía o gobernación no supera la frustración, la inseguridad y sus propios miedos (a la edad, las arrugas, las imperfecciones, la obesidad, los defectos de nacimiento o los dientes amarillos), ¿qué puede esperar de él o ella la sociedad a la que pretende gobernar?