Petróleo versus aguacate: la guerra por las exportaciones

Petróleo versus aguacate: la guerra por las exportaciones

"¿Durante cuánto tiempo dependerá el mundo de los derivados del petróleo como fuente energética?, ¿por cuánto tiempo la humanidad necesitará alimentarse?"

Por: ANDRES RODRIGO SANTANA MURCIA
abril 10, 2018
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Petróleo versus aguacate: la guerra por las exportaciones

Entre 1772 y 1823 vivió un hombre llamado David Ricardo, quien junto a Adam Smith es considerado como uno de los padres del capitalismo clásico.

Quienes hayan asistido a cursos básicos de economía e incluso de administración podrán recordar que en sus escritos habló del concepto de ventaja comparativa, un principio que de forma resumida nos indica que un país debe especializarse en la producción de aquellos bienes cuya elaboración le genere un menor costo de oportunidad, e importar aquellos que le resulte más costoso producir. Así dejó sentadas las bases para el desarrollo del comercio internacional.

Si se tiene en cuenta este principio y se analizan los costos asociados a la extracción del crudo y el cultivo de bienes primarios será fácil establecer, desde los principios de la teoría clásica, cuál es la mejor alternativa para Colombia.

En primer lugar debe tenerse en cuenta como un costo de oportunidad el deterioro del medio ambiente causado por los procesos de exploración y extracción de crudo. A ello se puede sumar la rentabilidad no percibida por la nación por motivos coyunturales y estructurales: por un lado se encuentra la importante caída de las acciones de Ecopetrol y la reducción de los ingresos nacionales resultantes del desplome del sector a nivel mundial. Por otro, el bajo nivel de regalías e impuestos que pagan las compañías extranjeras que desarrollan sus actividades en el país.

Para no entrar en mayores detalles, me conformaré con explicar que la reglamentación creada para regular el sistema tuvo como finalidad hacer más rentables los contratos de riesgo compartido entre los sectores público y privado. Así se concibieron mecanismos que promovieran la exploración y explotación en zonas de escasa o nula actividad, a cambio de una rentabilidad mayor. El tradicional esquema de regalías de tasa fija del 20% fue reemplazado por un sistema de tasas progresivas que oscilan entre un 8% y un 25%, dependiendo de la tasa de producción diaria, y según el promedio de producción mensual (Ver Sistema General de Regalías y reglamentación adicional sobre el tema).

Este modelo fue implementado ya que el país consideró, en su momento, que no contaba con la infraestructura ni la tecnología suficiente para la explotación y refinación del crudo y que por lo tanto la mejor alternativa para el desarrollo del sector era dejar la mayor parte de la actividad en manos de empresas extranjeras —a esto se pueden sumar los sobrecostos de la entrada en funcionamiento de Reficar pero no serán tenidos en cuenta porque en condiciones “normales” eso no debería ocurrir—.

Algunos de los costos asociados al desarrollo de la agricultura y específicamente al cultivo de aguacate son: (1) la renuncia a la producción de bienes de mayor valor agregado —sin embargo me referiré al respecto más adelante—; (2) los costos relacionados con la creación de una infraestructura adecuada para la exportación y quizá (3) la necesidad de subsidiar a los pequeños productores para mejorar su productividad y competitividad —tal y como se hace en Estados Unidos y varios países Europa—.

En este punto sería lógico afirmar, basados en esta teoría del capitalismo clásico, que la especialización en la extracción de hidrocarburos no es el mejor camino para el desarrollo del país, más aún si se tiene en cuenta que a diferencia de los inicios del siglo XX, Colombia no cuenta con  reservas suficientes para ser considerado un gran productor (4,5 años a lo sumo) y son muchos los recursos que deben asignarse a la búsqueda y explotación de nuevos yacimientos.

El fracking constituye una práctica que permite elevar la productividad de las empresas del sector, sin embargo está demostrado que ésta trae consigo un mayor riesgo de contaminación de las fuentes hídricas de la nación y sobre todo representa el agotamiento de un recurso vital, al ser utilizado la extracción —para nadie es un secreto los problemas en materia de energía que se han tenido en los últimos años cada vez que aparece el fenómeno del niño o la preocupante situación de la Guajira—.

Por otro lado, Colombia posee enormes extensiones de territorios cultivables —que en su mayoría han sido utilizados para la ganadería— y climas adecuados para la producción de múltiples especies de frutas, tubérculos, hortalizas y demás. A diferencia de lo que ocurre con Estados Unidos, Europa e incluso otros países del cono sur de Latinoamérica, la producción colombiana puede mantenerse durante  la mayor parte del año al no tener que enfrentarse a las consecuencias de las estaciones.

La caída de los precios internacionales del petróleo ha sido explicada por diferentes organismos multilaterales por la sobreoferta de los países productores y la caída de la demanda de sus derivados en países que aún enfrentan los coletazos de la crisis económica mundial y en otros que han migrado sus esquemas de producción hacía el uso de tecnologías más limpias. Con esto —y teniendo en cuenta la teoría neoclásica de los equilibrios de mercado— resulta fácil afirmar que un aumento de la producción solo derivaría en menores precios y por lo tanto una menor rentabilidad para los países productores.

Durante los primeros meses del año, en Sucre, y otros departamentos de la Costa Atlántica es evidente la sobreproducción, de aguacate y otros cultivos como la guayaba (ver datos de Finagro). Esta situación obliga a los productores a regalar (literalmente) su producto ante la falta de una infraestructura adecuada para la salida de la producción.

¿No es posible entonces que sea una buena opción dar un impulso extra al sector agrícola?... ¿el incurrir en el costo de crear una mejor infraestructura para el tránsito de productos no beneficiaría además a otros sectores productivos colombianos?, ¿acaso las bases mismas del capitalismo que tanto pregonan los defensores del modelo monoexportador no están mostrando qué es lo que se debe producir?

Aunque la teoría de la Cepal sobre el deterioro de los términos de intercambio se cumple en el sentido de que la compra de bienes de alto valor agregado (tales como los bienes de capital, alta tecnología, u otros bienes terminados altamente diferenciados) requiere de una mayor producción y comercialización de bienes primarios si un país se especializa en la producción (extracción) de materias primas (commodities); el someter a nuestros productos agrícolas a procesos de transformación permitiría reducir esta brecha y generar ingresos superiores al del barril de petróleo, una materia prima, que como cualquier otra ha visto deteriorado su margen de rentabilidad en los últimos años.

¿Durante cuantos años podremos extraer petróleo?, ¿durante cuántos años podremos producir aguacate?, ¿durante cuánto tiempo dependerá el mundo de los derivados del petróleo como fuente energética?, ¿por cuánto tiempo la humanidad necesitará alimentarse? Tal vez las respuestas a estos interrogantes puedan aclarar nuestras dudas sobre el futuro.

 

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