No se habían apagado las luces de año nuevo cuando llegó la resaca acompañada de la gran tormenta china en las principales bolsas de valores del mundo, arrastrando el precio del petróleo a mínimos históricos. Casi diez por ciento perdió el crudo en los primeros cinco días del 2016. Con cotizaciones del Brent y el WTI rozando los 30 dólares no vistas en 12 años, fue el momento para recordar la amenaza del ministro de Arabia Saudita, Alí al Naimi, en aquel diciembre de 2014 cuando señaló como “irrelevante” que el petróleo bajara a 20 dólares en su batalla contra los esquistos de Estados Unidos. Y para recordar también que Goldman Sachs pronosticó hace cinco meses que el crudo podría caer hasta ese nivel —aunque cautelosamente le dio pocas probabilidades al escenario—. Hoy, la amenaza del saudita que suena a profecía, está a punto de cumplirse, como las previsiones del banco de inversión. Los incrédulos están perdiendo sus apuestas.
La devaluación del yuan fue el detonante para que el Brent llegara a registrar cotizaciones de 32,16 dólares por barril la semana pasada, un nivel no señalado desde abril del 2004, y que el WTI cayera a 32,10 dólares, un mínimo desde finales del 2003. Pero estos son los precios para crudos livianos y con bajo contenido de azufre, porque las variedades más densas, negras y sulfúricas ya están muy cerca de los 20 dólares. La mezcla de crudos mexicanos de Pemex está valuada en 26,26 su mínimo de 11 años, Irak está ofreciendo su variedad más pesada a compradores de Asia por unos 25, y en el oeste de Canadá, el Western Canada Select se está vendiendo en 21,37.
Hasta dónde y hasta cuándo llegará el tobogán de los precios es la pregunta que se hace al registrar una caída de 68 % en 18 meses. El presidente de BP, Bob Dudley se aventuró a decir hace unos días a la radio de la BBC que "se podría tocar fondo en el primer trimestre del 2016”, pero que los precios se mantendrán bajos “por un par de años”. En esto último coincide gran parte de la industria petrolera. Razones hay muchas y evidentes. La sobreproducción se estima hoy en 2,91 millones de barriles diarios según cifras de Bloomberg, y no se ven señales de que se reverse la situación. Los productores dentro y fuera de Opep (Organización de Países Exportadores de Petróleo) bombean sin parar para no perder su cuota de mercado y paliar los efectos de los menores precios.
Para empezar, el cartel que es responsable de la tercera parte del petróleo del mundo, ha aumentado en 1,40 millones de barriles la producción desde su negativa en noviembre de 2014 a reducir los suministros. Y el pasado 10 de diciembre acordó en Viena elevar su techo a 31,5 millones de barriles por día, oficializando el bombeo actual, el más alto en los últimos tres años.
Dentro de Opep se libra la más encarnizada batalla entre Arabia Saudita e Irán por el liderazgo regional. Esta es hoy por hoy una de las claves más importantes para descifrar el mercado petrolero en Oriente Medio. Porque tras la descolgada de precios propiciada por Arabia Saudita parece estar no solo un golpe al fracking estadounidense por la tajada del mercado, sino el deseo de mantener a raya al archirrival Irán, minando sus ingresos. Para la muestra, cuando el 2 de enero Arabia Saudita, regida por suníes, ejecutó al clérigo chiíta Nimr Baqir al Nimr, la respuesta de Irán, de mayoría chiíta, fue una revuelta que terminó con el incendio de la embajada saudita en Teherán. Mientras todos esperaban un alza de los precios —como es usual ante un torbellino político— Arabia Saudita estaba contraatacando con grandes rebajas a los compradores europeos que antes de las sanciones eran clientes de Irán.
El reino también estaría sancionando a Rusia con un duro golpe en sus finanzas, por haber ayudado a levantar el embargo iraní y por tratar de construir un eje de influencia chiíta con Irán, Irak, Bachar el Asad en Siria, y el apoyo de Hezbolá desde el Líbano contra Isis, como coartada diplomática. De paso, los sauditas le estarían dando una mano a su aliado Barack Obama en el conflicto de Ucrania, reeditando la ayuda del finado rey Fahd a Ronald Reagan para destruir la Unión Soviética inundado el mercado petrolero en 1986.
El caso es que Irán volverá a exportar crudo este año cuando se haga efectivo el levantamiento del embargo por parte del Congreso de Estados Unidos. Y aunque Al Naimi le haga difícil el reingreso al mercado, el millón de barriles extras significarán una caída adicional de los precios en 10 dólares, según estima el Banco Mundial.
Por otro lado, Irak ha aumentado a 4,1 millones su producción, y los no Opep reportan 65,21 mbd, cifra sin precedentes en la historia petrolera. Rusia acaba de alcanzar la máxima producción de los tiempos postsoviéticos con 10,83 millones de barriles y Estados Unidos con 9,33 millones tomó recientemente la decisión de eliminar una prohibición a la exportación de petróleo vigente desde hace 40 años, reconociendo el crecimiento del sector. En estos días salieron las dos primeras exportaciones. El primer petrolero zarpó desde la terminal que opera la compañía Conoco Phillips en Corpus Christi rumbo Alemania. El segundo, de la compañía Enterprise, hacia Francia con destino Suiza.
A lo anterior habría que sumar actores clandestinos como el Estado Islámico que en los nueve pozos de su asentamiento entre Irak y Siria produce unos 48.000 barriles diarios vendidos en contenedores a comercializadores de estos países, según informe del Financial Times. El viceministro de Defensa de Rusia, Anatoli Antónov, va más allá. Durante el reciente conflicto ruso-turco por el derribamiento de un avión, sostuvo que el EI transporta unos 200.000 barriles diarios de petróleo, y que los vende a bajo precio en Turquía, involucrando hasta a la familia del primer ministro en el ilícito. Turquía siempre lo ha negado.
Por el lado de la demanda las cosas no son mejores. La debilidad de la economía de China está contribuyendo a la caída de los precios. El gigante asiático representa casi la tercera parte del crecimiento de la demanda de crudo en todo el mundo y se cree que si esa contribución es menor de 6,5 % en 2016, el mercado petrolero seguirá en desequilibrio durante mucho tiempo.
Ahora, la pregunta del millón: ¿dónde está el piso de la caída en picada? Nadie se atreve a casarse con un número. No es difícil apostar por niveles de 20 dólares. O aventurarse a algo menos. Acertar dependerá del límite a que esté dispuesta a llegar Arabia Saudita en su guerra contra los rivales políticos y del mercado, y lo que aguanten las finanzas de los demás miembros de Opep.
Este sería el peor de los mundos para los productores con alta dependencia del petróleo en sus finanzas. Como Rusia que decreció 3,8 % el año pasado y Venezuela 9 % según estimaciones de Ecoanalítica. Colombia también ha pagado la factura. Y seguirá pagándola. En términos de devaluación de 42 %, de inflación de 6,8 % (por encima de la meta del gobierno) y crecimiento que la Cepal proyecta en 3,0 % para el 2016, y el ministro de Hacienda en 3,2 %.
La renta petrolera ¡pasó de 23 millones ¡a 3 billones en dos años! La producción de 1,009 millones de barriles diarios del año pasado va en descenso —Ecopetrol proyecta 5000 barriles menos por día frente a los 760.000 del 2015— y las exportaciones disminuyen al tenor de un crudo que representa la mitad de ellas. En el presupuesto de 2016 por 215,9 billones de pesos aprobado por el Congreso en septiembre, el precio se proyectó en un optimista 62 dólares por barril. En diciembre Minhacienda tuvo que anunciar ajustes: reducción del gasto en 3,5 billones, y plan antievasión por 4 billones. Todavía quedó un hueco de 30,9 billones. Para taparlo, además de crédito externo e interno, vendrá una reforma tributaria que en borrador presupone tres puntos más de IVA, del que no escaparían ni los cuadernos, el internet de los más pobres y la mesada de los jubilados. En resumen, un azaroso cuarteto de cifras para empezar el bisiesto: dólar de 3.200, inflación de 7 %, IVA de 19 % y… ¿petróleo de 20? ¡Sálvese quien pueda!