Los publicistas del gobierno colgaron en YouTube el discurso del presidente Gustavo Petro el pasado martes, titulándolo Socialización y Pedagogía de las políticas del Gobierno del Cambio. Ningún nombre más acertado, pues el primer mandatario expone sus ideas como un auténtico maestro, que prepara cuidadosamente su clase, hilando una tras otra sus ideas en una exposición general y completa, de claridad diáfana y contundente argumentación.
Petro llamó Asamblea Popular al acto en la Plaza Núñez, inspirado por una idea fija, el cambio no es posible sin el pueblo. Este tiene que entender que al ganar las elecciones se hizo al poder, para cambiar el país, realmente, sin maquillajes ni mentiras. Ese cambio está indisolublemente ligado a otro de dimensión mundial, la ciencia ha determinado que entramos en una etapa de extinción de la humanidad, y que la responsabilidad está en el modelo económico.
La generación actual ha logrado acceder a niveles de tecnología y consumo impensables en el pasado. La riqueza planetaria es gigantesca, pero paradójicamente produce crisis climática, pandemias, guerra y hambre, la policrisis que llaman algunos, una crisis de la humanidad. Es absolutamente necesario cambiar, so pena de perecer como especie. Llegamos aquí como consecuencia de un modelo económico, el neoliberalismo.
La creencia en que el mundo de los negocios privados nos conduciría a la felicidad, idea que se convirtió durante los últimos 40 años, en una especie de verdad revelada, cuando en los hechos la humanidad se tornaba profundamente violenta y desigual. Antes que el bienestar conseguimos ubicarnos al borde la desintegración, nos degradamos como sociedad. Nos acostumbramos a no tener pensión, agua potable, a la desnutrición y el hambre.
Vivimos entre el robo y la sangre, miles de millones de seres humanos perdieron su dignidad. Una sola parte de la sociedad, una minoría, goza de la plenitud de sus derechos, la otra no los tiene. Es esa situación la que genera la protesta, que la gente estalle, que la juventud se tire a la calle. Eso la hace precursora del cambio, razón por la que la encarcelan, por la que no quieren dejarla libre. El cambio consiste en cambiar la ideología dominante, los derechos fundamentales son para todos.
Y no solo para los que puedan pagarlos. Ese es el sentido de las reformas propuestas, que sólo pueden convertirse en leyes si la sociedad colombiana quiere, si las respalda en las calles. Que un joven pueda ir a la universidad, que un viejo y una vieja tengan una pensión, una sopa caliente y un lugar decente donde vivir, que el agua potable esté al alcance de todos, que un campesino o campesina pueda tener tierra y producir, que cada familia tenga servicio de salud.
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Se trata de que los derechos fundamentales no sean negocios nacidos del Estado
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Se trata de que los derechos fundamentales no sean negocios nacidos del Estado. Que la sociedad colombiana tenga garantías reales para el goce de ellos. Entonces puede pensarse en la paz, pues la violencia nace de la desigualdad, de la injusticia, y termina invadiendo todos los espacios. Hoy el Estado se halla en manos de los más poderosos económicamente, que, por ejemplo, han convertido la salud, las pensiones y el empleo en un gran negocio.
Se requiere una reforma pensional que garantice que los que cotizan realmente lleguen a recibir una pensión. Hoy en día el dinero cotizado por 18 millones de personas durante 30 o 40 años, termina enriqueciendo apenas a dos banqueros cada vez más poderosos, en una cadena de injusticias. No hay pensión para la mayoría, pero sí inversiones millonarias por parte de los banqueros, hasta en préstamos al Estado que les paga intereses.
Igual hay un proyecto de reforma laboral que regresa al trabajador el pago de las horas extras de trabajo, que le garantiza la estabilidad. El capital no crece porque trabaje con mano de obra esclava, sino porque el saber se extiende a la producción. Se trata de que toda la juventud pueda estudiar y vincular ese saber a la máquina. Hay que terminar con los contratos a tres meses, con el abuso sexual contra la mujer que se deriva de ellos.
Asimismo, debemos tener un sistema de salud preventivo. Todo hogar debe contar con un centro de salud cercano a él, tener visitas médicas periódicas. Hoy la salud está fragmentada según la capacidad de pago, en subsidiada, contributiva y prepaga, así que la muerte es más cercana para unos que para otros. La fuerza de la salud debe llegar hasta los territorios y el Estado debe preparar médicos y enfermeras en todo el territorio nacional.
A quienes se pague dignamente, a partir de un fondo público de salud y no de EPS, que hacen negocios sin prestar el servicio, quebrando clínicas y hospitales. La idea es clara, el cambio no son promesas, y sólo puede materializarse con apoyo popular, con pueblo movilizado. Definitivamente, estoy con Petro.
