Dicen que Marco Antonio un día enloqueció con la belleza de Cleopatra; pero sabía que para conquistarla no podría hacerlo con joyas o posesiones, pues la reina de Egipto ya era la mujer más rica del mundo conocido; y el Romano llegó a convencerse más de ello, cuando en un banquete la vio tragarse ¡una perla untada en vinagre!
Decidió entonces el cónsul, que la mejor manera de sorprenderla sería obsequiándole unos 200 mil libros (papiros) para su biblioteca de Alejandría; fue ese el método más exótico para enamorarla y lograr al fin que la ultima reina de los ptolomeos se rindiera a sus pies.
Alguna vez escuché decir que regalar un libro, más que un detalle es un elogio, pues se entrega un pasaporte al entendimiento. Hoy cualquier Estado o gobernante que llegue a elogiar a sus asociados con Lectura y educación, habrá de alcanzar la pretensión histórica de cimentar los pilares para el desarrollo social.
Con optimismo. el nuevo gobierno anuncia una revolución educativa; ello sería lo único que permita la concreción de los ideales democráticos plasmados en la constitución de 1991, y a lo mejor también le puede servir para morigerar las voces escépticas de los contradictores.
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Así a muchos pueda molestar, regalar educación es el mayor reconocimiento que se puede hacer cuando se trata de conquistar a una nación ávida de prosperidad.
Los países latinoamericanos atraviesan una crisis sin precedentes –económica, social, ambiental, cultural–; salir de eso demanda indefectiblemente una alianza entre la política y la educación, no hacerlo nos condenaría a una implosión con consecuencias catastróficas.
Todo esfuerzo que pueda hacer, bien sea el más alto dirigente o el alcalde del municipio más humilde en procura de la educación, debe ser aplaudido como el acto de construcción histórica que nos orientará hacia el desarrollo y esencialmente nos servirá como un catalizador para comprender al otro, e incluso para entendernos a nosotros mismo.
Los profesores como científicos han de cumplir un rol trascendental en ese trámite, y que bueno sería que hagan entender por fin a sus alumnos que la riqueza no radica en las posesiones materiales ni en las comodidades, sino en su conocimiento y en la posibilidad de ponerlo al servicio del otro.
Cuán importante sería también que les cuenten a los educandos, como bien lo hacía el escritor Plutarco, que lo que enloqueció a Marco Antonio, no fue precisamente la belleza física de Cleopatra sino su inteligencia, pues sostiene que quienes la veían no quedaban inmediatamente deslumbrados, pero cuando hablaban con ella, la reina de Egipto se convertía en una mujer sencillamente irresistible.