Petro y Rodolfo: ¿Estadistas o politiqueros?

Petro y Rodolfo: ¿Estadistas o politiqueros?

Mucho se habla de las cualidades que debe tener un presidente y en ese listado varios aspirantes se han rajado ¿Cuál de los candidatos será el más conveniente?

Por: REMBERTO QUINTERO ANAYA
junio 09, 2022
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Petro y Rodolfo: ¿Estadistas o politiqueros?
Fotos: Archivo

Dentro del análisis de cuál de los dos candidatos es el más conveniente para llegar al solio presidencial, se hace imperioso desarmar los ánimos, las emociones, los intereses y las animosidades que nos despiertan cada uno de ellos, actuando con la debida sindéresis y la ponderación debida, dentro de un marco pacifico que nos permita visualizar cual es el país que queremos o nos merecemos.

En el escenario político existe lo que se denomina el estadista, esa persona con gran saber y experiencia en relación con la unidad jurídico-política denominada Estado, un político con gran sentido de Estado, para quien la política no es algo circunstancial o pasajero, con una visión de largo alcance y no cortoplacista.

Como decía Churchill, rememorando a su antecesor Benjamin Disraeli, Primer Ministro de Gran Bretaña en 1867: "el estadista piensa más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones". 

El hombre de Estado es el político que asume la responsabilidad de gobernar o de defender sus ideas pensando y al servicio del bien común, por encima de su ideología o filiación partidista.

En 1927, José Ortega y Gasset escribió "Mirabeau o el político". Allí clasifica a los gobernantes en estadistas, escrupulosos y pusilánimes; el "hombre de Estado" debe tener lo que Ortega llama "virtudes magnánimas" y carecer de las "pusilánimes". 

Llamando estadistas, a aquellos gobernantes que son capaces de tomar medidas que son buenas a largo plazo, aunque en los inmediato puedan resultar antipáticas o impopulares.

Según Ortega, normalmente ocurre al estadista ser incomprendido, porque se ocupa con las cuestiones de largo plazo y toma decisiones impopulares a corto plazo, en tanto que la mayoría de los políticos se preocupan de los resultados inmediatos de sus acciones. 

El individuo con una misión creadora, el magnánimo, es radicalmente distinto del individuo sin misión creadora, el pusilánime. Virtudes convencionales como la honradez, la veracidad, los escrúpulos, no son típicas del político, que suele ser propenso a ciertos vicios como la desfachatez, la hipocresía o la venalidad. 

Por lo tanto, no se debe medir al gran hombre político por la escala de las virtudes usuales, porque la grandeza viene, inevitablemente, acompañada de sus propias miserias.

Mirabeau es venal, mentiroso, cínico, inescrupuloso, pero eso no le impide ser, según Ortega, uno de los grandes políticos de la historia por su visión política certera, elemento "que distingue al político del simple […] gobernante", por su intuición, por la habilidad en unir intereses contrarios y por su perspectiva política central, que es la de hacer del Estado un instrumento al servicio de la Nación.

Un estadista sueña con un imposible, pero sabiendo que es posible; es un líder conductor con visión de un país progresista y empuña fuertemente un modelo económico y social para impulsarlo con energía en beneficio total de su pueblo.

Ahora bien, como la oportunidad la pintan calva, existen ciertos personajes de la flora y fauna de la política, duchos en saber aprovechar las situaciones que les ofrece el panorama sombrío de la falta de dirigentes capaces e idóneos para manejar el destino del país. 

Estos, en su gran mayoría políticos de oficios, saben lo que le gusta al pueblo y le hablan en su mismo "idioma". Surgen en el momento en que las necesidades de un salvador son propicias para llenar el vacío que dejan aquellos que fueron inferiores a las circunstancias.

Es el simple gobernante, un líder ocasional que ejerce el poder desconociendo el pasado sin entender el presente, y mucho menos se prepara para el futuro de su país. 

Ser un presidente más en la lista de incompetentes es un disparo mortal que lo envía en forma directa a las páginas más oscuras de la historia.

Un presidente estadista, de inmediato toma el poder, se lanza a la acción directa y, sin hacer caso a los pesimistas, emprende sus proyectos, porque tiene la amplia seguridad de que es lo más conveniente para el avance del país.

Teniendo luces brillantes sobre la diferencia entre estadistas y políticos de ocasión el lector debe meditar respecto a las próximas elecciones para ver cual de ellos tiene esa visión del presente y el futuro para el país, y pueda aspirar a sentarse en el manoseado sillón presidencial.

 

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