Tienen razón los seguidores de Petro cuando dicen que la declaración del presidente colombiano sobre las elecciones en Venezuela es una jugada maestra de la diplomacia internacional, pero no lo es por las razones que ellos creen. Con solo 475 palabras, en un lenguaje moderado y, a diferencia de sus habituales mensajes en X, sin cometer graves errores de ortografía, Petro calla a los opositores que criticaban el silencio del mandatario y esboza un programa diplomático que promocionará sus intereses en la región.
Petro comienza pidiendo una veeduría internacional; sin embargo, no especifica quiénes la integrarán ni qué reglas deben seguir. Sus acciones, su abstención en la OEA y sus diálogos con Lula y López Obrador, sugieren que sería una comisión integrada por los países cercanos a Maduro. La propuesta de Petro da aire al mandatario venezolano, los manifestantes ahora recibirán el oprobio internacional por negarse a dialogar y, mientras tanto, Maduro tendrá el tiempo necesario para que la desesperanza conquiste el corazón de la oposición y él pueda reagrupar a sus fuerzas o fabricar pruebas. Si es que las necesita, porque el proceso será decidido por países amigos, o por veedores cercanos al régimen como Zapatero, quienes recuperarán un mínimo de legitimidad necesaria para que la dictadura continúe.
Convocar diálogos, además, pone a Maduro en pie de igualdad moral con la oposición. Cuando Petro demanda a las partes una declaración conjunta a la ONU, está básicamente diciendo que el problema de Venezuela no es el de una dictadura que se ha perpetuado en el poder por graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos, sino un desacuerdo político entre dos facciones iguales. Según Petro, el detonante de las protestas no fue el flagrante robo de las elecciones, sino simples desavenencias sobre el conteo de votos que podrán resolverse con una amigable conversación entre las partes. La declaración de Petro iguala a las víctimas con quien roba unas elecciones y encarcela a sus opositores. Ahora no hay victimarios y víctimas, hay dos partes en igualdad de posiciones que deben hablar y resolver sus problemas.
Más importante aún, cuando Petro pide a los Estados Unidos suspender los bloqueos, disculpa los problemas económicos del gobierno de Maduro y del legado de Chávez, así como le da ventajas argumentativas en caso de una eventual negociación para salir de la crisis. Implícita a la propuesta de Petro, está una interpretación de la historia reciente de Venezuela según la cual la hiperinflación no es fruto de una exagerada emisión de divisas, la crisis en la industria no es el resultado de un pernicioso control de cambios y de precios, el pobre desempeño de PDVSA no empezó luego de que Chávez expulsara a sus más competentes trabajadores. No, la culpa es de Estados Unidos y de su bloqueo, así este hubiera comenzado mucho después del inicio del declive económico del vecino país. Cuando Maduro se siente a negociar, ahora podrá decir que él liberará a este o aquel prisionero político, que convocará a otro proceso electoral si paran el bloqueo. Podrá decir incluso que los problemas políticos que vive Venezuela no son más que la desesperada lucha en contra de los estragos causados por el imperialismo.
Decía al inicio que la declaración de Petro es una jugada maestra, pero no por las razones que aducen sus seguidores. Porque no es ésta una declaración que busque la paz, la solución de los problemas, o el retorno de la democracia a Venezuela. Es una declaración hecha para dar aire a un tambaleante tirano; es la declaración del fiel lacayo que busca que su amo conserve el poder. Un poder que se sustenta en la vulneración sistemática de los derechos políticos, en el encarcelamiento, tortura y asesinato de los opositores políticos. Un poder al que Petro ayuda y quizás desee imitar.