El autosabotaje es real. En una entrevista, al ser preguntado por su extraño comportamiento en el punto máximo de la campaña presidencial, Antanas Mockus dijo: "vi que era una realidad, que podía ganar y me sentí abrumado, no pensé llegar tan lejos".
Los mecanismos inmovilizantes, retardatarios también están curiosamente dentro de quienes pedimos el cambio.
Asumimos el papel de quejosos, de contestatarios y algo nos ancla a esa configuración, por eso buscamos cualquier excusa para seguir siendo los paladines de la justicia, los reclamantes, el dolor de la patria... La revolución.
Porque qué haríamos si ya no es necesaria, qué haríamos si nos quitan nuestra zona lodosa de confort. Talvez en otros 30 años se repita un candidato con excepcionales condiciones, como las de Petro, como las de Galán, Gaitán y otros, talvez, y otra vez vamos a huir, porque no nacimos para gobernar, no nacimos para la paz.
Es hora de racionalizar nuestros miedos, hacer frente a la inercia y poner en movimiento a esa bestia que se duerme en los laureles.
Pensar que un candidato como Petro, que ha arriesgado su vida, sacrificado sus bienes y familia por denunciar, por luchar en contra de la injusticia y la corrupción hoy se entrega a la oligarquía y a los señores de la guerra y el narcotráfico, no nos diferencia de aquellos que piensan que los encopetados magistrados de las altas cortes son guerrilleros solo por respetar los acuerdos de paz e investigar a Uribe.
Colombia es un país complejo que no permite soluciones simplistas y mágicas, nada de: ganaron la presidencia y fueron felices para siempre. Resulta que hay que gobernar con todos los integrantes de la sociedad de este país; estudiantes, empresarios, guerrilla, paras, trabajadores, oligarquía, etc.
La guerra y el silenciamiento de los diferentes sectores de la sociedad ya es un camino recorrido, si no pactamos unas reglas de juego dignas y claras, solo nos esperan 4 años de un país en guerra permanente, en el torpedeo continuo de una oposición que no ha sido tenido en cuenta y que debe tener su voz y su voto.
Ahora decimos: pacto sí, pero no así, y nos volvemos a detener. Ya no necesitamos que nos ganen, sabemos perder de memoria, aunque el pacto sea la oportunidad de poner nuestras condiciones sobre ese nuevo país, de decirle a todos esos que hoy buscan la sombra del poder.
De aquí en adelante manda el pueblo y la igualdad será regla que se cumple, queremos perder la oportunidad en la desconfianza y en el comportamiento propio de quienes no se han dado cuenta de que es posible ganar y que el gobierno es nuestro, no de ellos, ellos vienen a pedir audiencia y a someterse a un nuevo panorama.
Hay una historia con moraleja que cuenta un periodista adorador del poder sin filtro. Dice el periodista radial que somos como el señor que va a cruzar la calle porque el semáforo peatonal está en verde y alguien le advierte que viene un camión a toda velocidad y no se va a detener, el señor increpa al interlocutor alegando que él tiene la razón y que es el camión el que debe parar.
Nos va a arrollar ese camión y quizá los epitafios digan que actuamos bajo la pureza rígida y no desde el entendimiento holístico de lo que representa un país y la gobernabilidad como posibilidad de transformación.
Hoy podemos dejar pasar ese camión y luego iniciar acciones legales contra el conductor, porque muertos no nos quedan posibilidades, de muertos que tenían la razón está lleno el país y eso es lo que se trata de evitar.
Perteneciendo a las millones de víctimas de este país, puedo decir que comprendo en qué consiste el pacto histórico. Si nos buscan para dialogar, hay que hacerlo, hay que sentarse en la mesa con aquellos que no nos gustan, con aquellos que nos han hecho daño con su avaricia y decirles que se puede buscar una nueva forma de vivir o preparémonos para otros siglos de contienda y zozobra.