El insulto de Gustavo Petro a las periodistas de Colombia es inaceptable. Inaceptable por ruin, por rastrero, por cobarde. Más cobarde y ruin aún, cuando el insulto proviene de un hombre contra una mujer, de un presidente contra una periodista.
Todo el mundo sabe que la primera en el paredón de Petro es Vicky Dávila.
-¿Cómo se atreve Gustavo Petro a decirle a Vicky Dávila “muñeca de la mafia”?
Se atreve porque su verdadera razón de ser es, siempre, hacerle daño a alguien. Destruir es su verbo rector. Siempre denigrar, siempre escupir, siempre retorcer.
Él sabe que Vicky Dávila es una persona íntegra y valiente. Íntegra como mujer y como profesional. Y valiente como ciudadana y como periodista. Y la prueba de que lo sabe es que él, Gustavo Petro, hubiera sido el primero en acabar con ella si le hubiera encontrado la más mínima fisura moral o legal.
No obstante saberlo, saber que ella es una mujer íntegra y valiente, Gustavo Petro no puede refrenar su obcecación por insultarla, así sea diciéndole sandeces.
Pero esta vez, con la sandez de decirles “muñecas de la mafia”, no solamente insultó a Vicky Dávila sino a todas las periodistas. Las ofendió en su condición de mujeres y también de periodistas. Para empezar porque todas las periodistas lo critican. A estas alturas no es posible ser periodista y petrista al mismo tiempo. Ningún periodista serio podría omitir los hechos de corrupción, desgobierno y milicianización que se multiplican por todas partes. También las ofendió en su condición de mujeres porque cuando escogió como insulto decirles “muñecas de la mafia” escogió lo mismo que decirles mujeres prostitutas vendidas por dinero a los narcotraficantes.
Que nos digan los congresistas del Pacto Histórico si están de acuerdo con estos insultos. Que nos digan las mujeres del Pacto Histórico si están de acuerdo con que su jefe salga a insultar a las periodistas por el hecho de que lo critican y publican sus escándalos personales y de gobierno. Que le cuenten al país las militancias del “cambio” si sus compañeros hombres sí tienen licencia para insultar, amenazar, matonear y maltratar a las mujeres, amparados en su carreta de ser “hombres del cambio”, “militantes de la revolución”, “primeras líneas potencia de la vida”.
Fueron tan atrabiliarias las palabras de Gustavo Petro contra las periodistas que uno podía ver el desagrado y la mortificación en el rostro de Iris Marín, la nueva Defensora del Pueblo
Fueron tan atrabiliarias las palabras de Gustavo Petro contra las periodistas que uno podía ver el desagrado y la mortificación en el rostro de Iris Marín, la nueva Defensora del Pueblo. Fue precisamente en el acto de posesión de la doctora Iris Marín que Petro salió como el botafuegos.
Cómo es que Gustavo Petro no tuvo el más mínimo gesto de respeto y delicadeza con la nueva Defensora del Pueblo, quien es precisamente la primera mujer que llega a ocupar ese cargo tan importante, de entender que la protagonista de ese acto era ella y no él. Uno veía que mientras Petro decía todas las sandeces la señora defensora estaba que se reventaba. Y no era para menos.
Eso se parecía al viejo grotesco que llega a hacer escándalos en medio de la boda de la hija. Una verdadera vergüenza. Sólo que esta vez no se trataba de un viejo borrachín en la boda de su hija sino de un presidente de la república haciendo estragos en la democracia de un país.
Más que vergüenza.