Aunque el concepto de cultura ciudadana fue impulsado por Antanas Mockus en sus dos alcaldías, él no fue el primero en utilizarlo, contrario a lo que algunos piensan. Lo que hizo, acertadamente, fue enriquecerlo, adaptarlo a la cultura bogotana y construir una serie de estrategias, respaldadas por un ramillete de políticas públicas, en las que teoría y acción hacían una simbiosis casi perfecta.
Fruto de lo anterior fue la transformación del comportamiento de los ciudadanos, quienes, en ese entonces, dejaron atrás la cultura de apatía hacia las normas y leyes, creando así una ciudad más amigable para la gran mayoría de sus habitantes.
Aunque fue Antanas la persona que llevó a la práctica dicho concepto, esto no significa que otros no puedan hacer lo mismo. Muchos gobernantes, si lo quisieran, podrían realizar un mejor trabajo del que hizo el profe, y en algunos campos, enmendar los errores que cometió. Para que esto ocurra, es necesario primero comprender qué es la cultura ciudadana y cómo esta puede jugar un papel importante en el desarrollo de la ciudad, si se aplica teniendo en cuenta la idiosincrasia de los colombianos, pues no es posible desarrollar, enriquecer, o criticar algo que no se conoce. Enrique Peñalosa comprendió muy bien lo anterior, y por eso decidió continuar trabajando sobre la línea que la administración Mockus había trazado.
La cultura ciudadana fue una herramienta utilizada por tres alcaldías (Mockus-Peñalosa-Mockus) para permitir que la ciudad avanzara en el ámbito social, económico, cultural y estructural. Desafortunadamente, las siguientes dos administraciones no quisieron seguir con él modelo establecido, ni ver la importancia que la cultura ciudadana tiene como medio para mejorar la calidad de vida de los bogotanos.
En el 2011 algunos votantes vimos en Gustavo Petro el profundo interés por revivir la cultura ciudadana, pues durante la campaña adquirido compromisos serios para poder hacerlo. Tiempo después nos dimos cuenta que ese interés había sido postizo y momentáneo.
En 2012, cuando Petro llegó al Palacio Liévano, quiso designar a Paul Bromberg, quien otrora fuera una de las manos derechas de Antanas, como veedor distrital, para así demostrarles a los ciudadanos que estaba cumpliendo con el compromiso adquirido en campaña. Lo que no vio venir fue el rechazo de Bromberg.
Dicha designación dejó ver que la cultura ciudadana no era una prioridad para el alcalde. No porque Bromberg no tuviera las capacidades para desempeñarse como veedor distrital, sino porque desde ese órgano no se puede implementar ningún tipo de política pública, mucho menos una relacionada con este tema.
De ahí en adelante los desaciertos del alcalde Petro en este campo, fueron cada vez más. Esto no quiere decir que Antanas, en su época, no los hubiese cometido, pero sus errores no justifican los de Petro, como algunos lo quieren hacer ver.
Es posible que los errores de Petro se deban a que, quizá, no comprenda muy bien qué es la cultura ciudadana, y esto no le permita comunicar con claridad a su equipo de trabajo, qué es lo que realmente quiere. Muestra de lo anterior son las políticas que hasta el momento se han implementado en esta materia, pues están lejos de parecerse a un proceso pedagógico centrado en educar al ciudadano.
Aunque ha tratado de implementar algunas políticas a lo largo de estos dos años y medio, podemos decir que en materia de cultura ciudadana, Bogotá ha avanzado muy poco.
¿Cuáles son estas políticas? A continuación menciono las tres “más” conocidas.
• Conmuévete: la idea era que los ciudadanos compartieran el carro para facilitar la movilidad en la ciudad. Fue una campaña pobre con iguales resultados.
• Basura cero: lograr que los ciudadanos separen los residuos desde la fuente es otra política que, aunque con muy buenas intenciones, no ha desarrollado procesos adecuados que lleguen a toda la ciudadanía, y que, además, con el tiempo ha perdido la poca fuerza que alcanzó a tener.
• Desarme: aunque Petro quiere proponer esto como un tipo de estrategia de cultura ciudadana, no es lo más acertado, pues detrás de ella no hay un proceso que conduzca a los ciudadanos a una de reflexión sobre el porte de armas.
Quisiera mencionar más, pero o son pocas las políticas de cultura ciudadana que la alcaldía ha implementado o no las ha dado a conocer de manera adecuada.
A lo anterior, se suma que en las últimas semanas el alcalde ha jugado con acciones prohibitivas como una herramienta de cultura ciudadana, pero es necesario aclarar que estas dos no van de la mano. No hay que negar que la prohibición trae consigo resultados, pero el problema radica en que esta no le permite al ciudadano desarrollar procesos de reflexión que lo lleven a transformar su comportamiento frente las normas y las leyes.
La mejor forma de transformar comportamientos ciudadanos, es desarrollando acciones educativas que lleguen a cada uno de los habitantes de la ciudad. Esto es lo que han tratado de hacer en Bucaramanga, Cali y, últimamente, en la ciudad de Cartagena. En Bogotá, por el contrario, se ha olvidado este sencillo, pero importante aspecto.
Se podría pensar que en el año y medio que le queda a Petro en la alcaldía, las cosas relacionadas con este tema podrían mejorar, pero quizá esta sea una falsa ilusión. Lo que nos queda por hacer, es seguirle señalando al alcalde lo errores que su administración está cometiendo en este tema y preguntarle si aún piensa que la cultura ciudadana es la herramienta adecuada para ayudar a transformar la ciudad, o si acaso fue una estrategia de campaña, como la de la política del amor, para llegar al Palacio Liévano.
Posdata: a veces es entendible por qué es tan difícil desarrollar cualquier tipo de política en la ciudad, pues al parecer el alcalde piensa que las secretarías son un tipo de parqués: cada vez que lanza los dados, decide mover una u otra ficha.
@Miguel_AngelC