Tal vez el título que encabeza esta publicación resulte absurdo y ciertamente patético, lo reconozco y asumo el mea culpa. ¿Qué tiene que ver Petro con un supuesto talibán neoliberal? En principio, absolutamente nada. Sin embargo, fue el mismo senador quien acuñó esta categoría en un delirante trino que mezcla cierta teoría económica, una suerte de sociología pandémica y la geopolítica internacional del momento.
Creería que la relación de Petro y el microcosmos de Twitter es una perfecta combinación de obsesión y patetismo. Y en una sociedad hiperconectada, en la que los trinos son la noticia y hasta la realidad, se termina configurando a partir de un tuit, el candidato presidencial ya tiene maestría en “meter las patas” con tan solo 280 caracteres.
Para Petro, Twitter tiene una doble condición: es su mayor altavoz y a la vez su principal paredón.
Personalmente, hace algunos años desistí de continuar en Twitter, asumiendo los riesgos personales y laborales que ello implica en una profesión donde las redes son esenciales (recientemente, fui descartado de una selección laboral por no tener presencia “contundente” en redes). Me alejé de Twitter porque sentí que su atmósfera estaba muy cargada de emociones negativas y que, indefectiblemente, los 280 caracteres del pajarito azul conllevan a una especie de dictadura de la opinión inmediata. Es decir, a un afán o enfermiza necesidad de opinar sobre todo lo que pasa o puede pasar.
Creo que Petro es un claro ejemplo de un dirigente obsesionado con esa artificial necesidad twittera, pues el senador, a veces cayendo en muchas impresiones y con nula rigurosidad, opina sin cesar sobre lo humano y lo divino.
A finales de julio las redes se sacudieron cuando afirmó en un extraño trino que las “vacunas no sirven para detener el virus”. Sin duda fue un papayazo para la derecha en pleno. Por todos lados le llegaron críticas, empezando por el gobierno, los sectores científicos y hasta en voz baja de algunos dirigentes integrados al Pacto Histórico. En su afán por criticar y acrecentar el desprestigio del gobierno Duque (el más impopular desde que existen registros), Petro incurre en múltiples ligerezas y así se presta como un altavoz para la desinformación.
Al senador hay que recordarle la importancia de cuidar las comunicaciones, pues su capital político se sustenta exclusivamente en la opinión (cambiante por naturaleza) y al ser puntero en las encuestas, todos los medios están pendientes de sus trinos y publicaciones.
Desinformar y hacer eco de información falsa solo pueden generar desconfianza y agudizar la prevención que aún sienten muchos colombianos con lo que representa la Colombia Humana. Mucho más cuando la sobreexposición mediática puede ocasionar un desgaste temprano o conllevar a una sensación de hastío.
Porque a Petro le puede estar cayendo el síndrome del puntero, es decir, estar viviendo un momentum que irá decayendo conforme el resto de candidaturas se vayan definiendo e inicie en propiedad la temporada de campaña. El bajón de 8 puntos en la reciente Invamer es una evidente muestra de un desgaste anticipado. Prestarse al constante circo mediático de la derecha y los grandes medios resulta siendo un movimiento poco táctico que solo puede reforzar un progresivo desgaste.
Ver a Petro hasta en la sopa se puede volver invasivo y hasta chocante (solo hay que recordar el infame “Prevención y acción”). Más cuando es a raíz de trinos infortunados o información falsa.
El trino que me motivo a escribir este texto es el siguiente: “El gran error de Duque y de la junta del Banco de la República es que se le olvidó Keynes en época de crisis. Quebraron así 600.000 empresas y llevaron al hambre a diez millones de colombiano(a)s más. Se impuso el talibán neoliberal y nos llevó al desastre”. A la exigua combinación de temas y acuñación de nuevas categorías analíticas (¿Talibán neoliberal?), se agregan las afirmaciones tendenciosas. Creo que muy pocos colombianos podrían comprender semejante adefesio y como politólogo solo puedo concluir que ese trino es un desastre.
A ese afán de opinar sobre todo y hacer lo posible por endilgarle a Duque hasta la avanzada Talibán en Afganistán, me refiero cuando hablo de la fenética obsesión de Petro con esa dictadura de la opinión twittera.
A ese tipo de afirmaciones se suman otras que me preocupan, entre ellas: que si llega a la presidencia acabará en un mes con el ELN (algo absurdo); que el Pacto Histórico es un proyecto político que necesita de varios periodos presidenciales para consolidarse; que la crisis económica se resuelve aumentando la emisión de billetes o que el modelo tributario más equitativo se reduce a gravar a cuatro mil personas. Sé que aún no estamos en campaña y que esas afirmaciones o propuestas se deberán precisar o revaluar; sin embargo, algunas me parecen un auténtico desacierto y un combustible incandescente para la potente máquina mediática de la derecha.
En 2018 le hice campaña a Colombia Humana en Antioquia. Recuerdo que fue una campaña difícil y que en muchos momentos se limitó a lavarle la cara a Petro. Sobre lo que hizo o no hizo cuando fue alcalde o sobre lo que quiso decir cuando hablaba en los medios. A veces, sus declaraciones solo provocaban más y más confusión entre los ciudadanos. En un país con una cultura política tan precaria, los candidatos deben ser muy claros, precisos y cotidianos en la manera de comunicarse (ese es el mayor activo de Rodolfo Hernández).
Creería que Petro no ha aprendido esa elección, y tampoco ha comprendido la importancia de cuidar las comunicaciones. Es algo que sigue siendo su principal talón de Aquiles.