Jack Welch, famoso expresidente de General Electric, que fue una icónica empresa norteamericana, decía que, para lograr el CAMBIO, lo primero que había que hacer era: “enfrentar la realidad”. Dado que este tema fue el foco del ganador de las elecciones este domingo, es importante entender cuál es esa realidad. Por la importancia que le doy al tema, mi análisis lo haré en dos blogs.
El resultado de la tormentosa y bochornosa campaña por la Presidencia de Colombia, que terminó el pasado domingo, donde primó el “todo vale para llegar al poder”, fue que se aumentara la desconfianza en la sociedad colombiana como resultado de varias realidades que el nuevo presidente y todos los colombianos no podemos ignorar.
Realidad #1. La protuberante desconfianza que tenemos millones de colombianos que no votamos por el nuevo mandatario, y que contrasta con la carta blanca otorgada por otros millones de colombianos que le creyeron sus propuestas, muchas de ellas populistas, para un cambio del país.
Realidad #2. Según el informe de la Registraduría de este martes, de un potencial de 39 millones de votantes, votaron el 58,16%. Esta es la más alta participación desde 1998. El ganador llega a la Presidencia con el 49.85% de estos votos, mientras el perdedor obtuvo una votación del 47%, con apenas 700.000 votos de diferencia. El 3.48% fueron votos en blanco o nulos.
De estas cifras salen dos conclusiones: la contienda política vuelve a dejar a un país muy dividido y un presidente electo por solo el 28,9% del total de todos los colombianos que tienen edad de votar. En otras palabras, el 71.1% votaron en contra, en blanco o se abstuvieron. Claramente no fue un resultado contundente, aunque sí fue inédito porque cambió el mapa político del país.
Realidad #3. Los resultados son históricos porque representan la primera vez que la izquierda llega al poder en Colombia. Este nuevo escenario muestra con contundencia que soplan vientos muy fuertes de cambio, que los dirigentes tradicionales no supieron escuchar y que el nuevo presidente y su contenedor lograron darles voz y amplificación a sus reclamos.
Hay diferentes maneras de reaccionar ante esta nueva realidad. Para los más pesimistas, la queja o la resistencia, para los más optimistas una oportunidad, y para los más realistas, hacer un ajuste a las velas, persignarse y preparase para seguir adelante. No hay duda de que estos resultados marcan un antes y un después para el país.
Realidad #4. La fractura en que queda la sociedad colombiana genera un entorno emocional muy complejo. La esperanza para los 11.3 millones de colombianos, quienes le creyeron las promesas al ganador y lo apoyaron, con la expectativa del milagro de un cambio radical, sin claridad de cuál deben ser sus corresponsabilidades como ciudadanos, que con su voto crearon una nueva realidad.
Y me sospecho que muchos de estos votantes, motivados más por la emoción que por la razón, no se hicieron las preguntas claves: ¿Hacia dónde nos conduce el “cambio” propuesto?, muy incierto y difícil de adivinar. ¿Tiene el presidente electo la capacidad de ejecutarlo sin dividir aún más al país? Hay serias dudas por sus antecedentes como alcalde y dirigente político. Lo único cierto: tuvo un voto de confianza ciego y motivado por un rechazo a quienes manejaron el país en las últimas décadas, exacerbado por una pandemia.
Para los 10,6 millones que votamos en contra o quienes se abstuvieron de votar por otras razones, la trayectoria del nuevo presidente genera una gran desconfianza, lo que hace tener dudas fundamentadas de sus verdaderas intenciones de su agenda a partir del 7 de agosto. Los que no ejercieron su derecho al voto muestran resignación, o indiferencia, pero también desconfianza en el candidato y en el sistema.
Realidad #5. Por sus obras los reconoceréis (San Mateo 7.16). La hoja de vida de quien llega hoy a la Presidencia muestra que fue un guerrillero del M-19 que combatió al establecimiento en su juventud. Aclaro que esta no es una crítica, sino un hecho que no lo descalifica para aspirar a la presidencia, especialmente después de un imperfecto proceso de paz que apoyó.
Más adelante, su hoja de vida muestra que ejerció la oposición a lo largo de sus 30 años de carrera política, como senador dentro del sistema que ahora quiere cambiar. Como opositor, se le reconoce su labor seria. También muestra que fue cuatro años alcalde de Bogotá. ¿Pero cómo le fue?
Realidad #6. Cuando ocupó ese cargo, no pudo formar un equipo estable. Compañeros de lucha, como Navarro Wolf, para quien su pasado guerrillero no le impidió ser reconocido como el mejor alcalde y gobernador del país, lo dejaron al mes de iniciada la administración. La inestabilidad de su equipo fue la marca de su mandato.
Para evitar su destitución, después de un desastroso manejo del sistema de recolección de basuras, promovió la lucha de clases y dejó un legado con muchas promesas incumplidas. Tuvo un manejo populista de las tarifas, que casi quiebra al sistema de transporte público y le dejó a su sucesor una administración minada desde adentro, con cientos de contrataciones realizadas a la carrera antes de entregar el cargo. Terminó su mandato con un 32% de favorabilidad.
Realidad #7. Su trayectoria de 30 años dentro del sistema muestra que ha sido un brillante polemista, pero un muy cuestionado ejecutor. Su experiencia dentro del establecimiento como político de izquierda le ha permitido al hoy presidente conocer los intríngulis del Estado y sus debilidades, para aprovecharlas, como lo hizo siendo alcalde, para saltarse la institucionalidad con decisiones arbitrarias e irresponsables.
Ha demostrado que es más fácil hacer la oposición señalando todo lo que no funciona en el Estado que gobernar con efectividad. Es mucho más difícil convencer e inspirar a los ciudadanos, con el buen ejemplo de una gestión con resultados sobresalientes y transparentes, como lo logró Navarro Wolf en Pasto.
Realidad #8. Dada su trayectoria en Bogotá, que le funcionó muy bien, no era sorprendente que en sus últimas dos campañas a la presidencia atizara aún más las heridas de un país profundamente dividido, aprovechando la pelea del uribismo contra el proceso de paz.
Realidad #9. Su trayectoria y ejemplo muestran que el nuevo presidente de todos los colombianos, no ha dado el ejemplo ni demostrado durante su vida política las capacidades de un liderazgo que convoca dese la diversidad, escucha con respeto a sus opositores sin destruir su reputación, para integrar y consolidar a una sociedad alrededor de un propósito compartido, en medio de un entorno muy complejo.
Realidad #10. La votación de los colombianos tienen un punto en común: la necesidad del ejercicio de un liderazgo sanador por parte de los dirigentes políticos, tema que particularmente ha brillado por su ausencia en los últimos años. Quienes han detentado el poder han estado lejos de ser unos modelos de rol para los colombianos en este campo. Al contrario, han brillado por sus peleas personales, sus insultos, sus bajezas y el desprecio por su rol de formadores de opinión.
Realidad #11. Ayer Gaviria, el mismo de siempre, selló un pacto con el nuevo mandatario y su movimiento lo que le da la gobernabilidad en el Congreso. El opositor profesional, ahora presidente, reconoció con esta decisión que no puede gobernar sin contar con quienes atacó sin compasión. Como resultado, veremos el senador Roy Barrera, instigador de acabar con la reputación de los opositores durante la campaña (¿recuerdan los Petrovideos?), como presidente del Senado. ¿A eso lo llaman CAMBIO?
Dada la trayectoria de confrontación del nuevo presidente, como alcalde, senador, agitador político y opositor profesional, el desconfiar de esta persona no es un capricho. Hay realidades de su trayectoria pública que no podemos olvidar solo porque llegó al más alto cargo de la nación.
Sin embargo, sería una gratísima sorpresa que su comportamiento fuera diferente como jefe del Estado de todos los colombianos. Este sí que sería ya un verdadero CAMBIO, que nos sorprendería a todos y nos invitaría a revaluar a muchos, nuestra desconfianza actual. Por esta razón quiero terminar este blog de una manera más positiva.
En las iniciativas de liderazgo colectivo en que hoy estoy participando, hay otra realidad que el nuevo mandatario no puede ignorar: el primer paso para buscar el cambio en un grupo o una comunidad es lograr el cambio personal. Solo así se logra la coherencia y la transparencia que es lo que hace creíble y confiable a un verdadero líder. ¿Veremos en el nuevo presidente un ejemplo de esta transformación?
Aquí se aplica el dicho popular: “La esperanza es lo último que se pierde sin caer en la ingenuidad”. Y a pesar de que claramente no soy muy optimista en este caso, sí lo soy cuando se trata de reconocer la capacidad infinita del ser humano de cambiar, crecer y aprender de sus errores, ante los retos y oportunidades significativos que le da a uno la vida.
Espero que el presidente electo sea capaz de verlo así, porque ganarse la confianza de una gran mayoría de la gente, que hoy claramente no la tiene, sería el pegante que habilitaría la capacidad de ejercer el liderazgo para el CAMBIO que ha ofrecido hacer.
Si lo logra, le habría dado sentido al nombre del movimiento que lo llevó al poder: “Pacto Histórico”. Si no lo consigue, este sería solo un eslogan de campaña y una oportunidad perdida para el país, permitiéndole liderar en serio el “Acuerdo Nacional”, que se ha comenzado a cocinar.
En un próximo blog terminaré de enunciar cuáles son las otras realidades que el nuevo mandatario y los colombianos tendremos que afrontar, como consecuencia de los resultados de la votación del pasado domingo. Lo primero que se necesita para lograr el cambio, que millones de colombianos pidieron con su voto, es enfrentar la realidad.