Gustavo Petro es hijo de la Constitución de 1991. Hace parte de la generación de colombianos/as que creyó en el “pacto de clases” que le dio vida. Se dijo entonces que era una de las Constituciones más “avanzadas” de su época. Incorporaba conceptos de “democracia participativa” elaborados por los teóricos del neoliberalismo, reconocía en el papel que Colombia es multi-cultural y pluri-étnica, aprobó numerosos derechos fundamentales, entre ellos la acción de tutela. Sólo se necesitó de 7 artículos (paquete económico, arts. 332-338) para resguardar su esencia neoliberal que se apoyaba en la correlación de fuerzas favorable a las clases dominantes.
Ahora – 23 años después – el “sueño democrático” de una generación de colombianos/as que creyeron en la buena voluntad de la oligarquía representada por Álvaro Gómez Hurtado, se ha convertido en una pesadilla porque los herederos burgueses de ese pacto destituyeron e inhabilitaron por 15 años al Alcalde de Bogotá Gustavo Petro Urrego. Con ese acto los legatarios de ese pacto mostraron con nitidez todo lo que le han hecho al pueblo pero que la “obnubilación democrática” no permitía ver en toda su dimensión.
Sólo fue que un dirigente popular de izquierda como Petro se atreviera a tocar intereses monopólicos capitalistas representados en el negocio privatizado de la recolección de basuras en Bogotá, para que TODA (y toda es toda) la oligarquía, representada por el Procurador, “Pacho” Santos (Uribe), Vargas Lleras, conservadores y liberales, y el presidente Santos, saltaran como hienas tras su presa y lincharan políticamente a Petro.
Hoy hacen con el Alcalde Petro lo que han hecho con miles de dirigentes populares asesinados, desaparecidos o perseguidos. Lo que hicieron ayer con Gaitán y recientemente con Piedad Córdoba. Lo que hacen a diario con el pueblo del común. Opresión, desconocimiento, exclusión, despojo, robo descarado de los recursos públicos, explotación inmisericorde de nuestros recursos naturales y fuerza de trabajo. Todo eso y mucho más. Sólo que ahora es más visible: se metieron con quién ostentaba el 2° cargo más importante de la Nación. Además, es un desmovilizado de la guerrilla del M-19 que había desarrollado su carrera política en paz y creyendo ingenuamente en las instituciones burguesas.
Es por esa herencia político-ideológica que Gustavo Petro ha mostrado limitaciones y vacilaciones en esta coyuntura que le tocó vivir. Llamó a la movilización popular en su apoyo pero no fue capaz de promover la verdadera organización popular en las localidades y barriadas. Invitó a sus antiguos compañeros a llenar la Plaza de Bolívar pero no dudó en desalojarlos cuando “Ciudad Bacatá” le estaba dañando su imagen de gobernante limpio y adocenado. Hasta último momento creyó que Santos iba a ser incapaz de destituirlo. Creía a fe ciega en el “pacto de clases” de hace 23 años. Identificaba al Procurador sólo con Uribe y no con el conjunto de la oligarquía. Su esquema demo-liberal no le permite hacer análisis de clases.
Petro ha venido amenazando con encabezar el voto en blanco para las elecciones presidenciales e impulsar la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, pero lo hacía con sentido cañador: “Si lo destituían”. No está convencido plenamente que la democracia representativa en Colombia ya caducó. Él cree todavía en la Constitución de 1991, en la posibilidad de “reformarla”, de “retocarla”. Así, está equivocado en materia grave.
Es grave porque va a salir de la Alcaldía a impulsar en forma afanada – sin organización y sin estrategia – una campaña por el Voto en Blanco y una Asamblea Constituyente. Si encabeza el voto en blanco y no se obtiene un triunfo contundente, puede terminar feriando y dilapidando todo el capital político que ha acumulado tanto en Bogotá como a nivel nacional. La experiencia reciente demuestra que el voto en blanco proviene de los sectores más politizados pero no de los abstencionistas, lo cual explica sus límites.
Pero también puede quemarse de varias maneras con la propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente. Por un lado puede terminar cobijado por la iniciativa de las FARC, puesto bajo su cobertura e influencia, lo cual sería una forma de “radicalizarse” ante la población con graves resultados en cuanto a imagen política. Tal vez sea lo que quiere la oligarquía: empujarlo al lado de la insurgencia. Pero también, esa propuesta puede ser fácilmente cooptada por el establecimiento burgués y puesta al servicio de la “nueva apertura democrática” y de la aplicación de la segunda fase de neoliberalismo.
Es muy grave porque significa que Petro no va a “irse a la base”, no se va a compenetrar con las fuerzas y energías moleculares que están en el seno del pueblo, sino que va a seguir buscando “por encima” – por arriba – las reducidas fuerzas que ya participan de la democracia burguesa.
La experiencia obtenida en la Alcaldía es más que diciente: si no se llega a los altos cargos gubernamentales con una correlación de fuerzas absolutamente favorable, si no sometemos plenamente a la oligarquía con la Democracia Directa, los poderes establecidos (monopolios económicos, medios de comunicación, burocracias incrustadas en las instituciones, espíritu mendicante de una parte de nuestro pueblo) nos van a derrotar y la tarea quedará a mitad de camino. Petro puede seguir el camino “liberal” de Zelaya en Honduras y de Lubo en Paraguay, acercarse al gobierno pero alejarse del verdadero poder.
Por otro lado, lo que acaba de suceder con Petro no es casual. Santos no traicionó a nadie. Hizo lo que tenía que hacer, lo que le conviene a su clase. Ellos se sienten poderosos y omnipotentes. Según sus balances han vencido a la guerrilla, doblegaron la rebeldía civilista, atemperaron a la izquierda y la redujeron a su mínima expresión. Incluso, en el campo electoral inmediato, Santos sacrifica lo que ellos consideran unos pocos votos progresistas para ganar votos conservadores y de derecha que se pelean con Uribe-Peñalosa. Ahora van con todo por la profundización de su modelo económico depredador y de despojo.
Lo que no han calculado es que el fuego lento de la inconformidad está poco a poco acumulando calor. O si lo ven, creen que con su estrategia de “nueva apertura democrática” al calor del proceso de Paz, van a poder atenuarlo y apagarlo.
Ese fuego lento, invisible y sordo, está representado por una gran parte del pueblo que se abstiene, que vota nulo o en blanco. Que no cree en la democracia representativa y que no ve alternativas diferentes. No es en el marco de esa democracia como podemos moverla y organizarla. Sólo construyendo pacientemente esa Democracia Directa “desde abajo” es cómo podremos avanzar por el camino de la autonomía y la independencia política, construyendo organización permanente para atacar la fortaleza burguesa.
El movimiento popular fuertemente unido puede darle la oportunidad a Petro de ponerse seriamente al servicio del pueblo y de desarrollar una estrategia realmente liberadora. Petro es el único dirigente perteneciente a la generación del 91 que puede avanzar hacia la Democracia Directa y hacia una estrategia consecuentemente anti-neoliberal que pise el terreno de la lucha anti-capitalista.
Las fracciones de la burguesía (nacional y burocrática) y la pequeña-burguesía, ya tuvieron su oportunidad en Colombia a partir de 1991. Los herederos de los Lleras y Galán, enterraron sus ideales de “nuevo liberalismo” y se entregaron a la burguesía trans-nacionalizada por medio de César Gaviria. Los Samper, Serpa y cía., tuvieron su turno en 1994 y fracasaron agobiados por sus alianzas con narcotraficantes. Su esencia de clase burocrática siempre los lleva a venderse al mejor postor. Y la pequeña-burguesía sigue vacilando entre los trabajadores y el gran capital, amagando un día con ser izquierdista, al otro con ser progresista y al siguiente con ser “verde”. Hoy no saben para donde coger.
La experiencia nos indica que seguir sobreaguando en la democracia representativa no es lo correcto. Incluso la abstención, el voto en blanco o el nulo, hacen parte de esa dinámica. La única forma de romper es construyendo Democracia Directa. Petro, con el capital político que ha acumulado podría ayudarnos a fundar y organizar “Cabildos Ciudadanos por la Colombia Humana” y otras formas de poder popular (asambleas populares, constituyentes por la Paz, congresos de los pueblos, etc.) en todos los municipios de Colombia, en un proceso heroico y en una “campaña admirable”, con acción persistente y de mediano plazo. Acudiendo al Constituyente Primario no con criterio proselitista o electoral sino con actitud organizadora y transformadora.
Es claro que así Petro no se le mida a esa tarea, tenemos que realizarla nosotros. Las condiciones están dadas para tomar la iniciativa, para impulsar ese Nuevo Proceso Constituyente por la Democracia Directa, no pensando en lo inmediato en votos sino en fuerza organizada.
Sólo así devolveremos el golpe pero en forma contundente. No para seguir jugando a la democracia representativa sino para imponer el poder del pueblo, única forma de transformar nuestro país y tomar la delantera revolucionaria en América Latina.