Petro versus Roy: conclusiones de un debate innecesario

Petro versus Roy: conclusiones de un debate innecesario

"Los verdaderos debates solo los podemos ver entre adversarios. Por el momento, solo asistimos a costosos foros de buenas intenciones"

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
junio 28, 2021
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Petro versus Roy: conclusiones de un debate innecesario

El primer “gran” debate en la carrera presidencial se celebró en el Grand Hyatt, el hotel más costoso de Bogotá y símbolo del imperio financiero de Sarmiento Angulo. Dejando de lado ese detalle meramente “cosmético”, el debate se caracterizó por su monotonía; extensión y poca novedad. En síntesis: fue un debate tedioso y aburrido. Petro no hizo uso de sus clásicas “peinadas” y Roy tuvo la oportunidad para explayarse en su pesada retórica, muy conocida y desgastada.

El debate no generó mayor expectativa en redes o siquiera se convirtió en un fenómeno viral. Más allá de presentar a Roy en la plana principal de la “verdadera centroizquierda” y servir como ambientación para impulsar las listas al Congreso, no tengo muy claro cuál fue su objetivo. Creo que fue un debate innecesario y prematuro, aunque si permite anticipar varias conclusiones y proyectar algunos escenarios de cara al 2022.

A continuación, presento lo que considero más relevantes.

Petro sigue profundizando su giro pragmático

Creería que entre el 2017 y la segunda vuelta presidencial podemos identificar dos perfiles claramente definidos en Petro. El primero fue favorecido por la oxigenación social y política que trajo consigo el desmonte del aparato militar de las Farc-Ep. Sin la guerrilla como el “coco” histórico de la clase política tradicional y la élite empresarial, la izquierda adquirió nuevas dimensiones. Mayor amplitud y profundidad. Ese fenómeno característico del posacuerdo favoreció directamente Petro. El exalcalde se convirtió en el tribuno popular de la izquierda, narrativa que enlazó con la retoma identitaria de procesos inconclusos o frustrados como la convulsa reforma agraria de López Pumarejo, el lacerado sueño gaitanista o los ideales nacionalistas del Flaco Bateman.

De ese cóctel fue emergiendo un Petro más ideológico, antiestablishment y radical. El mismo que no se preocupó por organizar listas sólidas al Congreso en 2018 o que proponía como primera medida de gobierno convocar una constituyente (echando por el suelo el principal legado del M-19).

Sin embargo, en el intermedio al balotaje y comprendiendo que había entrado en la segunda vuelta “con un ala rota”, su discurso asumió un cariz menos ideológico y se volvió más abierto. Invitó a Fajardo a cogobernar, se distanció de la entelequia del socialismo y se propuso como la alternativa para desarrollar un capitalismo democrático y así sacar el campo de la lógica feudal. No se acercó a los elementos de la clase política tradicional o a la gran élite empresarial, pero discursivamente si dejó la puerta “ajustadita”. A partir de ese momento, inició el giro pragmático del segundo Petro.

En el debate con Roy se apreciaron los alcances de ese giro. Primero, su estrategia de imagen no es la misma del 2018. La realización del debate en el Hotel Hyatt y las reuniones con varios empresarios no solo es algo anecdótico, también es la muestra de una apertura donde espera tener “la sartén por el mango”; segundo, los vestigios de la clase política tradicional y conversa tienen un espacio importante en Colombia Humana; tercero, propuso que en relación con la reforma agraria y para evitar un violento fenómeno de balcanización, resulta indispensable conversar con Uribe, al menos, con una contraparte representativa de los terratenientes improductivos.

Ese giro pragmático es el resultado de una motivación bastante elemental: Petro ya no se ve como candidato, sino como el presidente que debe ejecutar una compleja visión de país.

Con Roy, el santismo asume un papel protagónico en el Pacto Histórico 

Inicialmente habría que aclarar algo: el santismo como fuerza política no existe. Al expresidente nunca le interesó convertirse en un “ismo” perdurable en el tiempo o endilgarle su legado a un sector político. Nada más se podría esperar de un dirigente que llegó a la presidencia impulsado por la derecha y se reeligió apoyado por la izquierda; sin embargo, su legado más inmediato si se puede identificar en el discurso de exfuncionarios y algunos congresistas, solo en el discurso porque ni el Partido de la U se podría definir como santista. Roy es el mayor exponente de esa débil corriente de opinión y así se pudo apreciar en el debate, pues la mitad de los asistentes (invitados por su equipo) habían sido ministros o altos funcionarios en alguno de los gobiernos de Santos.

En realidad, no sé qué fortaleza electoral podría tener el santismo de cara al 2022. Es más, hasta dudaría de la fortaleza de Roy, ya que los 110.358 votos que alcanzó en su última elección como senador fueron el resultado de movidas burocráticas y clientelistas. Siempre fue el senador más “consentido” por Santos. Seguro habrá algo de opinión, pero Roy no se podría definir como un líder de opinión. Su trayectoria política ha sido la de un político tradicional. De ahí que en los últimos meses haya buscado abrirse un espacio en la opinión, así lo intentó con su fallido referendo “Chao Duque” (una mera estrategia de posicionamiento); al presentarse como el defensor de primera línea del acuerdo de paz (algo muy cierto) y recientemente, en el estandarte del antiuribismo.

No sé si alguno de esos frentes le podría ser de utilidad para transformarse en el dirigente de opinión que sueña ser.

Al menos, con su participación en el “gran” debate pudo explayarse en su conocida retórica zalamera, estadísticamente acomodada y anecdótica.

En términos programáticos, el discurso de Roy se sustentó en la defensa de la paz, una peculiar propuesta de compra de tierras (más radical que la enunciada por Petro), la defensa de la “revolución de la infraestructura” iniciada por Santos, y algo muy interesante, una reforma política profunda que le reduzca margen de maniobra al clientelismo y a los gamonales regionales. Es el mea culpa de Roy.

Poco debate, mucha condescendencia y elogios excesivos

Nunca hubo debate. Fue más bien un foro de buenas intenciones entre dos aliados programáticos. El programa de Petro sigue siendo el mismo del 2018. Empezando por su cruzada contras los terratenientes improductivos; el cambio climático y la exploración de nuevos referentes de movilidad (impulsando la red férrea y comprando concesiones). Sigue intacto su escepticismo republicano y la posibilidad de fraude. No obstante, Petro debe rediseñar y profundizar los alcances de su visión social, el reto más inmediato que le asistirá al próximo gobierno serán los impresionantes niveles de pobreza y miseria (y son los pobres quienes masivamente venden el voto).

No hay que pasar por alto que la pandemia alteró estructuralmente las lógicas de gobierno y será una sombra que estará presente por varias décadas.

El debate fue innecesario porque nada le suma a Petro. Tal vez sí favorezca a Roy en su intención de convertirse en un político con un espacio identitario en la opinión. Creería que esos debates (porque se vienen varios) son más bien vitrinas para posicionar el programa del Pacto Histórica y ambientar la campaña al Congreso, porque nadie duda que el ganador de la consulta será Petro, pero esa consulta será determinante y necesaria en tanto impulse por efecto arrastre las listas a Cámara y Senado. Por eso, sí o sí se debe hacer, así sea contra tigrillos de papel como Roy o Alexánder López.

Así que bajémonos de la idea de ver debates, los verdaderos debates solo los podremos ver entre adversarios en la carrera por la primera vuelta.

Por el momento, solo asistiremos a costosos foros de buenas intenciones.

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