Las marchas ocurridas el pasado domingo 21 abril volvieron a mostrar las dos caras políticas e ideológicas del país, fiel reflejo de lo que fue la elección presidencial de 2022 en el cual Gustavo Petro ganó con estrecho margen la presidencia de Colombia en la segunda vuelta.
A las marchas asistieron los ya habituales sectores conservadores, miembros retirados de las fuerzas militares y partidos políticos de oposición de derecha junto con otros actores como personal de la salud y sectores que apoyaron a Petro en el pasado pero que al romper la coalición se convirtieron en oposición, el famoso y supuesto "centro ideológico".
Y aunque muchas de las consignas durante las manifestaciones eran casi siempre las mismas diatribas pidiendo la salida de Petro sin mayores argumentos, la fuerza de la movilización no solo fue en parte del odio profundo y visceral contra lo alternativo, lo diferente, lo de izquierda sino también por los grandes fallos, errores y omisiones que ha hecho el gobierno de Petro. Uno de ellos es la comunicación.
Como es sabido, hay medios de comunicación hegemónicos que defienden sus intereses económicos y de clase. Por esta razón, cualquier iniciativa que les sea contraria o que afecten directa o indirectamente sus intereses como las reformas a la salud, a la pensión o laboral, la atacarán sin piedad. No obstante, como se dice en el argot popular el gobierno les ha dado "pista" con sus fallos de comunicación:
El que el presidente diga una cosa y luego sus ministros otra, que el presidente prefiera usar caprichosamente la red social X (antes Twitter) dando informaciones inexactas o no verificadas, que se haya concentrado en pelear por tener un Metro subterráneo contra uno elevado casi todo el mandato, que haya mencionado el hacer una asamblea constituyente sin siquiera haberlo consultado con su equipo... y así la lista ocuparía todo el artículo. Todo lo anterior, demuestra las graves falencias en términos comunicativos que son muy bien aprovechados por aquellos sectores económicos y políticos opositores para armar su estrategia electoral de 2026.
La comunicación es fundamental para cualquier gobierno, con ella se mantiene al pueblo informado de todo lo que se ha hecho, se hace o se va a hacer. Al haber estos inconvenientes, estos cortocircuitos comunicativos la gente va a tener una perspectiva de confusión, de improvisación e inclusive de corrupción y mal gobierno.
La guerra mediática siempre ha existido, los Estados Unidos son los amos y señores de esta guerra con sus medios y su industria cultural (Hollywood) y es algo que siempre los sectores hegemónicos han sabido muy bien aprovechar (la propaganda negra antilberal y anticomunista en los años cincuenta o los montajes mediáticos contra opositores durante el gobierno Uribe).
La mejor forma de combatir esta guerra mediática es la buena y precisa comunicación, una contracomunicación a esos sectores hegemónicos, algo de lo cual le ha faltado o se ha quedado corto a pesar de tener medios como el canal estatal RTVC y las redes sociales.
Finalmente, con casi dos años de finalizar su mandato, el gobierno de Petro tiene el reto de mejorar su manera de comunicar sus propuestas y logros, a pesar de ser un excelente orador ha demostrado ser un pésimo comunicador y en parte la creciente oposición a su gobierno ha sido provocada por él mismo.
Realmente, la disputa actual no es del todo entre izquierda y derecha sino entre Petro versus Petro, él debe ser consciente que no solamente su legado está en juego sino los sueños y esperanzas de millones de colombianos y colombianas que votaron por él después de la brutal represión de 2021.
Su fracaso conduciría inevitablemente al retorno de aquellos sectores que siempre habían gobernado al país y que con descaro afirman el país está en mal camino como si cuando estaban ellos gobernando Colombia fuera algún país escandinavo casi perfecto.
El balón está en la cancha del gobierno Petro y este decidirá si quiere hacer los goles para ganar el partido o simplemente dárselo al rival para que se los hagan o peor aún hacerse más autogoles.