En estos días se han publicado una serie de encuestas en las que aparece punteando, una vez más, Gustavo Petro como firme candidato a la Presidencia de la República, le siguen de lejos Fajardo y mucho más lejos Marta Lucía Ramírez y Alex Char.
Por primera vez un grupo de encuestadoras arrojan al mismo tiempo un panorama más claro y serio sobre el devenir electoral próximo, no obstante, su habitual proclividad a manipular la opinión pública.
Desde hace meses hemos venido discutiendo junto a nuestros compañeros de la ciudad de Barranquilla y otros que juegan papeles importantes en el plano nacional acerca de cuál debe ser la estrategia a seguir para garantizar que ante la llegada de Petro a la presidencia, esta no sea boicoteada vía law fare o vía militar.
Esta reflexión supone un enorme salto cualitativo en la discusión política en la izquierda y los sectores alternativos, pues, por primera vez en nuestra historia no estamos analizando cómo es que vamos a hacer para ganar, sino que ya estamos organizando cómo y con quién se debe gobernar.
De esto aún falta mucho por discutir, pero desde ya se empiezan a ver luces acerca de esta idea de construir una enorme y plural alianza de sectores políticos, económicos, sociales y militares que consoliden lo que se ha denominado como Pacto Histórico, que no es otra cosa que ponernos de acuerdo para sacar al país del atraso, la violencia como forma de organización social, promover el desarrollo del campo y la industria nacional, respetar y fortalecer los Acuerdos de Paz, entre otros, que se podría resumir como la construcción de un país democrático, en paz y a la altura de los retos ambientales del siglo XXI.
La madurez de Petro ha salido a relucir con categoría y ya no se le ve dando tumbos por Twitter como solía suceder. Está aterrizado, atemperado y con la mirada puesta en la contienda del 2.022, como debe ser.
Sin embargo, a Petro se le puede convertir en un obstáculo la anodina actitud de su hijo Nicolás Petro como diputado del Atlántico y su cada día más errático comportamiento en el manejo de las contradicciones políticas del departamento, que al aproximarse las elecciones serán cada vez mayores y tensas.
Hace unos días se vio envuelto en una diatriba con un reconocido periodista de la ciudad, quien escribió una serie de críticas respecto de su invisible labor como opositor en la duma departamental y que fue respondida apresuradamente con un informe de actividades que nadie conocía, pero que saltó a la vista por la crítica de este periodista a quien Nicolás Petro no tardó en señalar de uribista y calumniador; asunto falso, porque quienes conocemos la trayectoria de Adlai Stevenson sabemos que es una persona irreverente y crítico acérrimo del sultanato que domina la ciudad, así que por ahí no es la cosa.
Del escrito de Adlai hay una verdad general y es que efectivamente la labor de diputado opositor es cosmética y de papel, como quien dice “pa que crean”, porque más allá de una copiosa relación de informes y citaciones fracasadas a secretarios del despacho, a Nicolás Petro no se le siente la voz en el departamento, no lidera ni ejerce mando para construir un proceso local en pro de los atlanticenses.
Solo se le ha visto convocando al Pacto Histórico y haciendo recorridos por el departamento en función de la conformación de la lista a la Cámara de Representantes, hablando de cifras y cálculos que eventualmente le darían a los sectores alternativos una credencial en el Congreso de la República, es decir, solo se le ve haciendo campaña.
No se le conoce un informe público de su gestión, tampoco que convoque a los sectores alternativos que lo apoyaron a construir una agenda pública de discusión en el departamento, salvo sus conocidas alusiones a sectores que “no lo acompañaron durante la campaña”, es decir, como si estuviera en un eterno reproche y resentimiento.
Ahora bien, en gracia de discusión sobre el debate propuesto por Adlai —de quien podría no compartir el tono, pero sí parte de lo expuesto—, le preguntó a Nicolás Petro, nuestro excandidato a la Gobernación del Atlántico, hoy diputado, si tenía conocimiento de que la persona a la que nombró como su jefe de debate (ver: Los liberales que, libres de Char y Gaviria, se van con Petro) para la contienda electoral de 2.019, el señor Antonio Vallejo Morales, fue la punta de lanza para que el charismo se tomara la Universidad del Atlántico.
¿Sabía Nicolás y sus asesores que el señor Antonio Vallejo lideró la estrategia junto a la entonces ministra de Educación, Gina Parody, para tumbar de la rectoría a Rafael Castillo —demócrata, liberal y defensor de los acuerdos de paz— y nombrar a Rafaela Vos Obeso como rectora encargada mientras se surtía la demanda de nulidad ante el Consejo de Estado impetrada por el docente y maestro Juan Barrios Villarreal?
¿Sabía Nicolás Petro y sus asesores que una vez ejecutada esa maniobra, a Antonio Vallejo lo desecharon como trapo sucio y volvió “arrepentido” a buscar refugio en las toldas de los sectores alternativos?
¿Sabía Nicolás Petro y sus asesores que el señor Antonio Vallejo dejó plantados a 3 consejeros el día que designaron a Carlos Prasca como rector en propiedad y se sumó a la sesión del Consejo Superior haciéndole el quórum —favor— a Cambio Radical?
Estos 3 pequeños interrogantes dan cuenta del profundo desconocimiento que tiene nuestro diputado sobre la realidad política local, pues, nombró como su Jefe de Debate en la carrera por la Gobernación a una persona que ayudó a entregar al charismo en bandeja de plata a la principal universidad pública del departamento y la única institución que se resistía a ser dominada por este grupo político.
Podríamos ahondar mucho más sobre el tema universitario, pero el objeto de esta misiva no es el de concentrarnos aquí, sino en el de llamar la atención del hijo, léase bien, del único hijo que participa y hace política de quien va a ser seguramente el primer presidente de la izquierda en la historia de nuestro país y quien tiene la enorme responsabilidad de no cometer errores que trunquen esta posibilidad inmensa que tenemos los colombianos de salir de la barbarie a la que nos ha sometido Uribe y su cohorte.
Así que Nicolás, a afinar el paso y sobre todo el olfato, no hay lugar a más errores.