En Colombia no hay necesidad de ir a una sala de cine para ver películas de todos los géneros: humor, suspenso, romance, morbo, terror, acción, drama… las disfrutamos de gratis en las calles, en las redes sociales, en las barriadas, en las plazas de mercado.
Hollywood debería tener una sucursal en nuestra melodramática y parroquial patria. Porque aquí hay cine en vivo para todas las edades, gustos, caprichos y preferencias.
No niego que el género que más brilla por estos días es el de suspenso: medio país comiéndose las uñas o frunciendo una pudenda parte que no escribo para que no me excomulguen los puritanos y mojigatas que se escandalizan por un culo al aire (ve, se me soltó esa palabrita prohibida), pero que miran con buenos ojos cómo nuestros ilustres patriarcas matan y comen del muerto.
Y si les dejaran carroña: gas que para adentro vas. Punto y aparte.
¿Recuerdan la película El bueno el malo y el feo, dirigida por Sergio Leone? Hagamos un ejercicio de libertad de expresión (mientras se puede), una parodia. Como si Petro, Uribe y Fico fueran los protagonistas del inmortal final de esa célebre película.
Es con el noble propósito de que se relajen. Así que tómenlo por el lado amable, no me vayan a descuartizar por someter a la irreverencia a sus ídolos. Les conviene una risita en estos días, mientras aguardan con eterna agonía el paso de los días, las horas, los minutos y los segundos que faltan para el día glorioso de la nueva independencia nacional: el 29 de mayo de 2022.
No exploten, no se estresen, no se maten que tampoco es el juicio final, o la segunda venida de Jesucristo. Respiren profundo y repitan conmigo: om-om-om.
Los protagonistas tienen sus alias. En esos asuntos el pueblo acude a una buena dosis de crueldad. Pero con los alias o sobrenombres de Petro, Fico y Uribe se pasaron. Respeten, carajo, a los ilustres próceres de la patria.
Conste que son invento del pueblo, no me pelen, por favor. Además esto es un jueguito, de mentiritas, aunque de verdad. Ahí les va pues lo que pronuncian nuestros inocentes compatriotas por esas esas jetas que huelen a odio: “Furibe Balas”, o “Matarife”; “El Cacas” o “El Señor de las Bolsas”; y el “Zarco”.
Dizque Fico (de ojos cafés) se parece al que hacía las veces de matón en la “La vendedora de rosas”. El zarco de la película se inmortalizó con el poema más hermoso de la historia: “qué loca yo”.
Pues bien sufriditos paisanos míos.
Ya cité a los protagonistas del duelo en esta calentura de país. Ahora disfruten del enfrentamiento a plena luz del día: sablazo va, sablazo viene, tome pa que lleve, y pum, pum: tené lo tuyo. Público, hagan silencio porque viene el suspenso en su máxima expresión.
Se miran a los ojos con determinación y ganas, pasan sus lengüitas por sus labios. Uf, me estoy excitando. Qué ternura de escena.
Las manos se dirigen súbitamente a sus respectivas fundas de revólver donde reposan sus pistolas de agua (nada de violencia, señores) y pum, pierde el malo.
Las películas ofrecen esa ilusión ridícula de que siempre gana el bueno. Ojalá. En la vida nunca sucede. Sin embargo, dice el oráculo que en Colombia habrá una excepción a la regla. Para mí gusto, eso de malo y bueno es puro maniqueísmo. Qué va aquí lo que tenemos no es gente mala ni buena, sino gente perversa. Y colorín, colorao, el video se ha acabao.
Posdata: en términos políticos, dejo al imaginario de ustedes resolver el acertijo de quién es aquí el bueno, el malo y el feo. No es prudente que yo lo haga… por mi diosito que máximo me pican mínimo me sacan la motosierra. Virgen del agarradero, protégeme de ese estercolero. Amén.