Petro, un sentimiento nacional

Petro, un sentimiento nacional

La encuesta presidencial encabezada por el líder de la Colombia Humana, publicada recientemente por Semana, mantiene viva la esperanza de quienes creen en el senador

Por: Emilio Lagos Cortés
marzo 26, 2021
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Petro, un sentimiento nacional
Foto: Nelson Cárdenas

En días recientes Semana hizo público su estudio electoral, iniciando en forma la medición de los grandes medios de cara a las venideras elecciones presidenciales de 2022. Contrariando los deseos de Vicky Dávila, el estudio muestra a una opinión pública inclinada fuertemente hacia Petro y su propuesta política, y en contra del régimen neoliberal que ha malgobernado al país desde los años 90.

Los resultados son definitivos, lo que incluso obligó a Dávila, quien solo unos días lo había tildado de hampón, a titular en portada: Petro se escapa del lote. Petro aparece como puntero; si la elección presidencial fuese el día de hoy, por él votaría un 23% de los electores; en tanto que en segundo lugar se ubica el observador de ballenas Fajardo, con un 12%. Petro casi dobla a su inmediato seguidor. Pero el estudio muestra otros datos impresionantes: Petro gana en todas las regiones; es considerado el más capaz y conocedor de los problemas del país; quien mejor representa a los encuestados; y, para rematar, la mayoría dice que jamás votaría por “el que diga Uribe”.

El anterior resultado se hizo posible en la medida en que Petro encarna un sentimiento nacional: Colombia comienza a salir de su ingenuidad política, y entiende que el uribismo ni está interesado ni es capaz de solucionar los grandes problemas que afectan a la mayoría de los colombianos. La mafia uribista, hundida en la criminalidad, solo gobierna para los poderosos y para enriquecerse así misma mediante el trafico de influencias.

Toda Colombia tiene claridad de los vínculos criminales de muchas figuras del uribismo, desde las conexiones de Uribe con Pablo Escobar y el paramilitarismo, hasta los vínculos de sangre y de negocios de figuras como José Obdulio, primo de Escobar; Paola Holguín, hija y sobrina de un testaferro y de un sicario del cartel de Medellín; Marta Lucía, hermana y socia comercial de narcotraficantes; o Ciro Ramírez, hijo y testaferro político del exsenador Ciro Ramírez, condenado por vínculos con el paramilitarismo. Al lado de estos están personas como Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Carlos Felipe Mejía, cuyos entornos políticos y familiares han capturado una multimillonaria contratación estatal. Mientras hacen política hablando de moralidad, se apropian de contratos multimillonarios con el estado. Sin duda, la cereza del pastel siguen siendo los niños Uribe, quienes, mientras papi era presidente, saltaron de su condición de estudiantes mediocres a delfines multimillonarios, gracias a las “ayuditas” entregadas por empresarios beneficiados por las políticas del padre, y por funcionarios públicos de tercer nivel.

Es de elemental cultura política que una sociedad entienda que el uribismo, más que una fuerza política, parece un sindicato criminal. Colombia hace rato empezó a entenderlo; de ahí la contundente respuesta de los encuestados: no votarán por “el que diga Uribe”. Desde fines del 2019 Colombia ya se encaminaba hacia la consolidación de un formidable movimiento popular ciudadano en las calles para exigir el abandono del modelo neoliberal. La pandemia detuvo ese movimiento de manera momentánea. Pero la misma pandemia también sirvió para evidenciar el fracaso del modelo neoliberal que ha privatizado y convertido todo en negocio, hasta la salud y la educación. Y más importante, desnudó la desvergüenza del uribismo gobernante: mientras se negó a aplazar el pago de las deudas de los colombianos a los bancos, y a establecer la renta básica para los hogares, intentaron subsidiar con cientos de millones de dólares a Avianca, entregaron billones a los bancos, y subsidiaron la nómina de las grandes empresas. Ahora pretenden imponer el IVA a lo que falta de la canasta básica, e invertir 14 billones de pesos en aviones de guerra.

Contradiciendo lo anterior, toda la vida política de Petro, y el programa de la Colombia Humana, ha manifestado el rechazo al neoliberalismo como modelo político, defiende la implementación de políticas sociales, el reconocimiento de derechos, la defensa del medio ambiente, y el uso de la capacidad del estado para fomentar la producción nacional, el crédito a los productores y el empleo de los colombianos.

Pero ese cambio anhelado por los colombianos no solo es posible en el 2022. En el 2018 fue posible, la derrota del uribismo era posible; Petro lo entendió, por eso propuso la unidad de los alternativos. Contra eso el uribismo no podía. Gran responsabilidad le cabe a Fajardo en que el uribismo se haya prolongado en el poder, de manera innecesaria, durante los últimos 4 años. Los colombianos no ignoran eso, de ahí el decrecimiento en el caudal electoral de Fajardo, reducido a tonto útil del uribismo.

Todo lo anterior lo han entendido los colombianos. Mientras el uribismo encarna la política mafiosa, el Pacto Histórico que Petro le ha propuesto a los colombianos se dirige a atacar los grandes problemas que padece el país; pero además propone un programa que, al ser sometido a análisis, se muestra sensato y adecuado para construir soluciones.

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