Cuando se subió a la tarima el pasado 17 de junio en la tarde, Gustavo Petro reconoció a regañadientes la victoria de Iván Duque. Es más, hasta la propia Ángela María Robledo, fundamental a la hora de cosechar los 8 millones de votos que obtuvo en la segunda vuelta gracias al puente que le tendió con Antanas Mockus, le tuvo que exigir que le diera las gracias públicamente. En ese discurso, cargado de revancha y de bilis, Petro volvía a ser Petro, el hombre sobre el que hablan pestes la gran mayoría de personas que lo han rodeado. El político al que lo ha sabido traicionar como a nadie en la historia política de este país su peor enemigo: su ego desmedido, el candidato presidencial que a diferencia de López Obrador en México fue incapaz de amainar tempestades y convertirlas en un viento
Petro fue mi candidato y abiertamente, a pesar de ser editor de un medio, expuse las razones por las cuales era lo mejor que le podía pasar a Colombia. Petro es mucho mejor opción que Uribe III. Es más preparado, más decente, más humano, pero no por eso tengo que caer en el fanatismo de un fan y tapar sus evidentes defectos. No puede ser posible que intente despertar indignación y se aproveche de la muerte de seis campesinos usando su cuenta de Twitter como un vertedero de insinuaciones irresponsables que sugieren que la andanada de 9 líderes asesinados en la semana del 23 al 30 de junio es producto de la llegada de Duque a la presidencia como lo expresa en este trino:
Petro no le puede restar nivel a la discusión. Sobre la masacre de los seis campesinos en Cauca no hay nada claro. Hay serios indicios de que pudo haber sido un ajuste de cuentas entre narcos, pudo haber sido una banda criminal o la retaliación de una disidencia del ELN, lo único cierto es que no se sabe quién los mató y sin embargo Gustavo Petro ya levanta su voz contra la tiranía, ¿Cuál tiranía si acá el presidente sigue siendo Juan Manuel Santos?. Además la falta de rigor con la que anda acusando a la gente en Twitter es escandalosa. Cuando se cumplieron 24 años de la muerte de Andrés Escobar dijo que uno de los asesinos era Gustavo Gallón, confundiendo al prestigioso constitucionalista con uno de los narcos que dio la orden a su chofer de dispararle al defensa de la Selección Colombia, error que se lo han cobrado sus enemigos.
Lo peor es que los Petrobelievers le creen a pie juntillas con la fidelidad de un apóstol a Cristo. No hay cuestionamientos ni preguntas, solo las mismas palabras que se usan en la Universidad Nacional desde los años setenta: tiranía, oligarca, imperialismo, mierda. La ventaja que teníamos los seguidores de la Colombia Humana era nuestra integridad moral. Ellos eran los que mentían, los que sembraban el odio, los que adoraban a Pablo Escobar. Ahora veo que, en el ardor de la derrota, se está llegando a la desesperación. Llevamos un año de masacres tenaces. Llevamos un siglo entero sumidos en la violencia. Lo que sucedió en Argelia Cauca es, que tristeza decirlo, cotidianidad. La masacre de Argelia se presenta en un contexto muy diferente a las muertes de los líderes sociales que le hicieron campaña a la Colombia Humana en lugares tan peligrosos como el Bajo Cauca, muertes sobre las que el presidente electo Iván Duque está obligado a condenar y hasta el momento no lo ha hecho
Petro debe concentrarse en hacerle oposición a Uribe no en redes sociales sino en el Congreso. Que se ahorre las fuerzas porque hay que resistir lo que se viene, el verdadero problema que traerá el Tercer Periodo de Álvaro Uribe: la destrucción de los acuerdos de paz con las Farc y el intento de absolver a todos los empresarios criminales que financiaron los grupos paramilitares. Dentro de cuatro años, si no aparece un líder progresista que tenga carisma, votaré por Petro. Ojalá dentro de cuatro años podamos votar, ojalá no se cruce otro articulíto por ahí, ojalá Petro y los pocos congresistas consecuentes y honestos que quedan en el Senado, lo impidan.