El enfoque prohibicionista dirigido por EE. UU. respecto de la cocaína no permitirá que Colombia alcance la paz total como la tiene soñada el actual gobierno. Máximo se podrán lograr desmovilizaciones de grupos ilegales y un des-escalamiento de la violencia por el cese al fuego, pero después volverá la violencia. Por eso, la postura de Petro respecto a la coca será crucial.
Es muy positivo que EE. UU. y Petro logren acuerdos frente a extradición, eliminar el uso del glifosato y enfocar la guerra a los grandes narcos, pero el enfoque prohibicionista con la coca continúa. En este contexto, el negocio de la cocaína seguirá siendo muy rentable.
El surgimiento de nuevos narcos será inevitable, pues las rutas y negocios actuales las tomarán nuevos grupos de narcotraficantes. Los billones que mueve el negocio no se esfumarán.
La única forma de lograr que no se rearmen nuevos grupos de narcos sería que el Estado tome el negocio del narcotráfico y lo tercerice a empresas legales, tal y como se hace con otras drogas adictivas y destructivas como el cigarrillo, el alcohol y ahora la marihuana.
Esta sería la única forma de lograr una paz real, una donde no haya nuevas bandas tras cada proceso de “paz”, sino que el Estado monopolice el uso de la fuerza.
Sin embargo, EE. UU. no aprobaría ese cambio y ahí está el talón de Aquiles de la Paz total. Hay dos obstáculos muy grandes para lograr que EE. UU. cambie el enfoque prohibicionista:
Primero, el moral: todos queremos que disminuya el consumo, pero la publicidad del prohibicionismo ha creado el falso imaginario de que, si se reglamenta el mercado, se aumenta el consumo.
Sin embargo, reglamentar el mercado no influye en el consumo, el cual aumenta o disminuye por otros factores.
El consumidor compra, así las drogas sean legales o ilegales. Se ha demostrado que el consumo aumenta es cuando hay entornos de pobreza, hambre y falta de oportunidades.
Segundo, el económico: está muy mal visto que un Estado o una empresa se financie con dineros de la coca. Esto es una doble moral pues los dineros de la droga terminan entrando a la economía.
Además, cuando el negocio lo tiene un país poderoso, ahí si no es mal visto, por ejemplo, cuando Inglaterra era el dueño del negocio de los opiáceos (heroína) tenía ganancias millonarias e invadía países (como a China) para obligarlos a consumir.
O por ejemplo EE. UU. que ahora puede controlar el negocio de la marihuana (ya se puede cultivar allá), entonces ahora sí está bien visto y es legal. Pareciera que es ilegal cuando otro país diferente a ellos tiene el negocio.
Solución: El Estado colombiano, en cabeza de Petro, debe controlar las rutas de la cocaína en todas sus fases y tercerizar en empresas estadounidenses toda la comercialización, de modo que las ganancias se vayan para EE. UU. y que estos sectores empujen el cambio con tal de quedarse con el negocio. Con ese dinero, se deben hacer programas y políticas de reducción de consumo para superar el obstáculo moral.
Darle el negocio del narcotráfico a EE. UU. y lograr reducir el consumo es nuestra única oportunidad para lograr la paz.
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