¿Cuándo habríamos de pensar los colombianos que en el breve lapso de tres o cuatro años pasaríamos de un liderazgo negativo, autocrático y de guerra, sin esperanza de país, como el de Uribe, al liderazgo positivo, democrático y pacífico, con esperanza de nuevo país, como el de Petro? Eso es lo que estamos viendo hoy en Colombia, gracias, -hay que decirlo- a la vergonzosa actuación del Procurador Ordóñez quien se inventó una patraña jurídica y legal para destituir a Petro de la Alcaldía de Bogotá.
Y decimos “se inventó”, porque muy pocos creen en el expediente. Como ocurre en la justicia en Colombia, la verdad procesal dista mucho de la verdad de los hechos. Y la verdad de los hechos indica que lo que hubo fue un complot de políticos y poderosos contratistas privados del aseo para tumbar a Petro. (Algunos señalan al uribismo como el gran catalizador de todo esto). La actuación del señor Procurador con tanta celeridad y apremio, deja muchas dudas de su imparcialidad y objetividad en este asunto y, más bien, parece estar enviando una señal política inequívoca contra un ex guerrillero de izquierda.
Un político espera siempre un momento, una circunstancia, un acaso. El político tiene que estar ahí, al acecho, mirando qué sirve para su causa. Y el momento preciso lo dio Ordóñez con la destitución. Petro comprendió la jugada política de la extrema derecha y con habilidad tanto de líder como de dirigente, capitalizó la coyuntura a favor de la ciudadanía, la paz y la democracia, llenado hasta las banderas cinco veces la plaza de Bolívar, ante el silencio cómplice de los medios de comunicación que empiezan a ser otros grandes perdedores de la jornada, al ignorar una realidad que empieza a marcar un hito en la historia política de Colombia: la consagración de un líder y el preludio de un cambio.
Bogotá empieza a ser un laboratorio político que actuará como un gran imán, como un espejo nacional donde se mirará el país del futuro. El norte político de Colombia lo marca hoy Bogotá con su valeroso, decidido y pacífico respaldo a Petro. Y marca la ruta de un cambio esperado durante 200 años, según algunos historiadores, cuando el pueblo y la ciudadanía decidieron un Basta ya! de tantas ignominia, despojo y dominación. Basta ya! de tanta corrupción y violencia. Basta ya! de tantas maldad, inmoralidad y deshonestidad. Basta ya! de tanta inequidad e injusticia social. Basta ya! de tanta impunidad. Basta ya! de tantos odiosos privilegios a favor de los señores del poder.
La movilización a favor de Petro es contra el establecimiento. Que tiene que empezar a pensar que muchos de sus odiosos privilegios tienen sus días contados. Son pocos años para empezar a enderezar este país que estaba muy torcido hacia la derecha, es decir a la corrupción, al clientelismo, a la violencia. Eso se les va a acabar. Por una razón muy sencilla: ellos están perdiendo ya el negocio de sus vidas: la democracia. En nombre de ella han cometido exterminio, saqueo y pillaje. Y cuando decimos ya, es ya, porque el camino de una Asamblea Constituyente se abrió paso por la vía menos esperada y la más legítima de todas: el constituyente primario. Esas plazas de Bolívar llenas significan el pueblo y la ciudadanía clamando un nuevo orden más incluyente, un nuevo Estado más participativo, una nueva justicia donde los bandidos ocupen su lugar y no los honestos y eficaces como Petro.
Hay que arrebatarle la democracia a los que la han envilecido. Ese es el cambio que empezó con Petro.
