Pienso que lo que se está cocinando en el horno de la política capitalina, con relación al tema de la destitución del alcalde Petro, por decisión del sumo pontífice Ordóñez, que desde la procuraduría legisla abrogándose poderes humanos y divinos, puede ser de alto riesgo para la precaria democracia de este país.
Si bien sus antiguos coequiperos de guerrilla: Pavón, Navarro… y otros menos protagónicos, encontraron todo tipo de opciones y oposiciones en sus gobiernos, nunca se vieron enfrentados a una cruzada orquestada desde lo político y lo religioso por una derecha implacable que ve en el caso Petro un filón infinitamente rico para ponerle, con su destitución a dedo argumentada en pendejas, el palo definitivo en la rueda al proceso de paz, que con bastantes esfuerzo e inmensas dificultades adelanta el actual gobierno con la guerrilla de las Farc desde hace ya varios meses en Cuba.
Si bien es cierto que las elecciones que llevaron a Petro a la Alcaldía de Bogotá no fueron las mejor planeadas políticamente desde la base de los partidos que presentaron candidatos como si se tratara de un reinado de belleza más que de una contienda política, sí fue Petro quien las ganó con el favor del pueblo y, si no recuerdo mal, con casi ochocientos mil votos.
No podemos olvidar que viene de la guerrilla del M19 y que desde su reinserción a la vida democrática del país mucho es lo que a ésta le ha aportado con sus posturas honestas y su inmensa capacidad de lucha y su gran capital político.
Teniendo en cuenta lo anterior, no sería para nada sano que la decisión de “si sigue o sale de la alcaldía” sea tomada por alguien distinto a sus mismos electores que, a diferencia de la cruzada inquisidora que se orquesta desde la extrema derecha bajo la batuta del procurador Ordóñez, sí son sus jueces naturales.
Si Ordoñez y sus conspirados tienen éxito y consiguen derrocar a Petro con semejante argumentación tan ridícula: sus errores administrativos y técnicos factibles en todo gobernante, podemos estar seguros que este acto político, ya de por si perverso, será visto en Cuba, por las Farc, como la antesala de lo que les espera en los escenarios políticos de este país, una vez se negocie la paz, si es que esto no tira al traste de basura con todo.
¿Será que permitiremos que el caso Petro, por decisiones equivocas y amañadas tomadas por un ser humano petulante y arrogante que se cree superior a todo lo humano y solo comparable a lo divino, nos lleve de la mano a desechar la gran oportunidad de negociar la paz que tenemos en Cuba, y a entregarle el país, una vez más, a las nuevas generaciones listo para que continuemos con veinte o treinta años más de guerra, muertes y desgracia? ¿Será que nos daremos el lujo de continuar por treinta o cincuenta años más sacrificando lo mejor de nuestro capital humano matándonos entre nosotros mismos y gastando en armas y militares la parte más importante del presupuesto económico, el mismo que los colombianos de bien necesitamos, no solo para desarrollar armónicamente nuestro rico país, sino para que todos podamos disfrutar de nuestras riquezas en paz?