Insisto en que Carlos Alonso Lucio con respecto a Gustavo Petro es movido por una exacerbada y maloliente envidia. En la campaña presidencial se atrevió a afirmar, en artículo publicado en las 2 orillas, que “Petro no va por la elección sino por la insurrección” y que con el Pacto Histórico pretende hacer la revolución comunista.
Semejante estúpida falacia, cuyo objetivo era meterle miedo a la gente sumándose a la campaña del uribismo y la derecha, no tenía otra explicación que una alucinación surgida de la envidia y así lo señalamos en nuestro artículo “Lucio el incendiario”, también publicado en las 2orillas, el 6 de abril pasado.
Ahora, con motivo del discurso de Petro en el Instituto de Ciencias Políticas de París, que Lucio, muy confianzudo y como diciendo yo sí lo conozco y he estado allí,Petro nos enorgullece pese al uribismo de Lucio llama Sciences Po, se viene lanza en ristr , otra vez, en contra de Gustavo Petro, tratando de demeritar su intervención en un foro de tanta importancia y merecimientos académicos, que celebraba sus 150 años de existencia (no es cosa de poca monta) y dispuso para Petro sus atriles y salones para escucharlo.
Ay, qué dolor qué pena, Lucio, tú que a duras penas pasaste por la acera del Instituto y que por tus conocidos antecedentes sabías que tenías prohibida la entrada, toda vez que del M-19 diste el salto a asesor de Carlos Castaño y que de católico saltaste a evangélico para vivir bajo el cobijo de la pastora exfiscal.
Y vuelve nuevamente Lucio a acudir a la desinformación y la tergiversación provocadas por el minúsculo conocimiento que tiene del marxismo. En abril le dijimos que “como no tiene argumento alguno que le permita sustentar su alucinación, acude a subterfugios teóricos que lo dejan más mal parado”.
En aquel momento decía que no se puede ser marxista y demócrata al mismo tiempo y que “se necesita ser muy ignorante para no comprender algo tan elemental”. De dónde sacaba estas estupideces? Pues de su enfermo, por el virus de la envidia, mermado magín.
En esta ocasión, luego de afirmar que Petro no es un ecologista sino un marxista, como si las dos categorías se descartaran entre sí, señala que su planteamiento se basa en el materialismo histórico y en consecuencia la salvación de la humanidad pasa por acabar con el capitalismo.
Qué susto, ¿no Lucio? Y mírese el argumento de este innoble contendiente: “hablar a estas alturas el lenguaje del materialismo histórico para abordar los temas de la economía política, es como hablar en sánscrito…..como si a la iglesia católica le diera por volver a celebrar las misas en latín”.
Y luego habla del marxismo como una religión, pues tiene un pecado original, un apocalipsis, un paraíso, etcétera. Por favor, si ni como metáforas son válidas estas afirmaciones, menos lo son como argumentos.
Resultó pues que este saltimbanqui trapisondista, por arte de magia hizo desaparecer el materialismo histórico:
Ya no hay fuerzas productivas ni relaciones de producción, se acabaron las infraestructuras y las superestructuras, se acabaron las categorías de los valores, se acabaron los medios de producción y en fin, este mago de pacotilla por poco acaba con el cambio climático y el calentamiento global, cuando endilga a Petro ser un ecologista “supersticioso y oportunista”.
Lo serán también los cientos de jefes de Estado, funcionarios mundiales de alto nivel, los académicos y científicos que aplaudieron y aclamaron a Petro, no solo en el Instituto parisino mencionado, sino en la COP 27, el 5º. Foro de París por la paz, en la recepción ofrecida en su honor por la alcaldesa de París y ya antes en las Naciones Unidas?
Aunque le cueste, Lucio tiene que reconocer la versación y dominio profundos de la economía política de que hace gala Petro.
Ha de reconocer su capacidad de análisis de la problemática climática y ecológica mundial. Ha de aceptar que su discurso es convincente y educativo. Que quien lo oye o lee sin reticencias ni malicia, aprende, revisa o corrige posiciones. Lo digo sin ambages: antes, cuando su discurso era de denuncia o de campaña política, nos merecía atención y entusiasmo.
Ahora provoca conocimiento y reflexión, en consecuencia respeto. Y satisfactoriamente, orgullo Patrio por sabernos tan digna y supremamente bien representados en el concierto internacional, como ningún presidente anterior lo había logrado. Gracias Gustavo Petro. Trágate tu envidia uribista Lucio.