Cuando Petro habló de aguacates se le murieron de risa en la cara y miren cómo están las cosas. Y con lo del metro elevado, lo más seguro es que pase lo mismo.
Hoy cuando pasamos por debajo de los puentes de la ciudad y vemos esos espacios públicos convertidos en vividero de indigentes, centros de reciclaje de cartoneros, baños públicos y espacios sin luz propicios para los atracos, no entendemos cómo el señor Peñalosa con el único fin de llevarle la contraria a su enemigo y crítico político lo contrató de esa forma.
Se tendrá que crear una división de policía especial para que vele a lo largo de la estructura del metro para que no se convierta ese espacio público en espacio privado y foco de inseguridad, cosa que dudamos mucho.
Además, al metro subterráneo también llegarán personas a pedir ayudas, otros a exponer su arte y algunos pocos a tratar de crear inseguridad. Sin embargo, la policía podrá controlar solo las estaciones.
Y eso no es todo, en el metro de Peñalosa se tendrá que cuidar toda la línea y la policía de Bogotá no alcanza, pues tendría que descuidar TransMilenio, que de por sí ya se le salió de las manos para ir a hacerse cargo de semejante responsabilidad.
Tiene Petro razón en afirmar que los predios frente a los cuales va a pasar este metro se van a desvalorizar y le entendemos esa razón, pues ya se demostró con las calles por donde pasa el otro invento de Peñalosa.
Por último, qué mejor para la vida normal de la ciudad que el metro subterráneo se construya, ya que mientras las máquinas abren los túneles, la ciudad no se entera, así como ocurre en las ciudades del mundo cuando emprenden estas obras. Además, y no es un detalle menor, se necesitaría comprar o expropiar menos predios, haciendo más pronta la adquisición de los terrenos.
No hay que ser petristas ni izquierdistas a ultranza para saber que otra vez se deja de lado el sentido común y se cambia la protección estética de nuestra ciudad y el paisaje de sus adoradas montañas por una estructura ultramoderna fría, que cuando se termine ya va a ser insuficiente como lo es hoy el Aeropuerto de El Dorado.
Sería muy interesante que nuestra alcaldesa, a quien desde acá siempre apoyamos, avanzara ya en una segunda línea, pues esa primera ya toca dejarla así y quedará como un monumento al capricho a la incoherencia y sobre todo a la prepotencia de alguien que lo más elevado que ha hecho en su vida fue dejarnos este esperpento.
Solo falta esperar que cuando se hable en un año o dos no se descubra que el apresurado escogimiento de la empresa constructora y su ceremonia apresurada hayan tenido otras razones a las que también estamos acostumbrados, pasaje este que me hizo acordar cuando en otras épocas había que casar de afán a la hija embarazada para protegerla del qué dirán.
Rara vez los refranes populares no funcionan y esta vez: “el soldado advertido sí murió en la guerra “.
Y ya que nos endeudamos, pues también como dicen por ahí: “que valga la pena la embarcada”
