Los colombianos recordamos esa etapa de la historia que en los anales quedó registrada como el proceso ocho mil. Todo comenzó cuando el entonces derrotado candidato presidencial Andrés Pastrana hizo conocer unos narcocassettes en los cuales se registraba la entrega de dineros ilícitos a la campaña del presidente Ernesto Samper Pizano. El país se incendió y en el congreso de la república se armaron bandos en defensa y ataque de un gobernante cuestionado y a todas luces envuelto en un escándalo de grandes proporciones.
Recordamos al escudero del presidente de la república, Horacio Serpa Uribe, con sus flamantes discursos en los diferentes escenarios de la democracia intentando demostrar la inocencia de su jefe y padrino. Los medios de comunicación fueron el eco de una denuncia que más tenía visos de revanchismo que de alta moralidad o preocupación por los destinos de la patria.
Los días del mandato presidencial pasaron en una encarnizada y férrea defensa de una inocencia por cuanto “todo fue a sus espaldas”. Un importante cardenal en una declaración a los medios dijo que se trataba de un mamut que entró al Palacio de Nariño. El desgobierno se hizo notable y no bastó la mermelada para calmar las ansias de una oposición que encontró en estos narcocassettes la oportunidad propicia para exigir las dadivas y la burocracia que sacie sus instintos patrióticos.
En aquella ocasión fueron los dineros ilícitos del narcotráfico los que ingresaron a la campaña presidencial, lógicamente a espaldas del mandatario, que no pudo ser tumbado y que en un elocuente discurso expresó que “aquí estoy y aquí me quedo”, su escudero fue más allá y dejo en claro con su contundente MAMOLA que nada ni nadie los desalojaría de la casa presidencial.
Al fin el presidente fue absuelto y el asunto pasó al olvido. La memoria frágil de los colombianos se alimenta de los continuos y constantes escándalos de la vida política nacional. Nuevos y renovados casos de corrupción irrumpieron en los respectivos gobiernos; escándalos que se hicieron titular, pero que engrosaron las páginas del olvido.
Hoy, nuestra Colombia se prepara para vivir un nuevo episodio de escándalos, corrupción y debates en medio de mermelada y melaza. Se trata nada más ni nada menos que los chats y los mensajes de redes sociales publicados por los diferentes medios de comunicación y que dan cuenta de la presunta entrega de dineros al hijo del presidente de la república, Gustavo Petro Urrego, por parte de algunos personajes inescrupulosos y que pretenden, supuestamente, comprar un cupo que les permita algunos beneficios e indultos ante las autoridades judiciales del país.
Dignamente el presidente de los colombianos ha expresado públicamente que la justicia actúe y que tome las determinaciones del caso. Promete no interferir con la justicia y acatar las determinaciones que las investigaciones ameriten. De todas maneras y sin que su actuación permita bajarle el tono a las denuncias y exigencias, se preparan los bandos para dejar constancia de un momento histórico que se ha mantenido en constante polarización.
¿Los colombianos abrimos una nueva página de un renovado proceso ocho mil? Mucho me temo que sí y que lo que resta del periodo presidencial será un escenario creado para mantener en permanente zozobra a los colombianos. Pasarán a segundo plano los debates ideológicos, las reformas necesarias, los cambios propuestos y los avances esperados en materia económica y social.
Nos esperan horas de discursos, señalamientos de ida y vuelta y una tandada de palabrotas por parte de opositores y adeptos al gobierno de turno. Al cabo de estos cuatro años nos encontraremos con una patria más adolorida y golpeada mientras una de las sectas reclamará la victoria en medio de un país agonizante y sin verdaderos triunfadores.
En nuestros días ya no se trata de narcosassettes de un candidato derrotado.
El escándalo se suscitó gracias a la excompañera de un hijo del presidente de Colombia, que seguramente despechada ante las aventuras de su compañero y no encontrando otra forma de vengarse, entregó las supuestas pruebas a los diferentes medios de comunicación. Dormir con el enemigo resulta peligroso, no únicamente por las infidencias que se descubren entre sabanas, sino por los peligros que se ciernen una vez se rompen vínculos afectivos y emocionales.
Esperamos que este nuevo escándalo sea flor de un día. Que no se corte la historia de Colombia en un antes y un después de un proceso aun sin nombre pero que gracias al ingenio de los colombianos se conocerá de una manera original y peculiar. Lanzo este concurso a nivel nacional para que democráticamente bauticemos a este momento de nuestra historia nacional. Si me lo permiten lo designo provisionalmente como EL Proceso PETROMIL o los PETROCHAT.