Ya Petro no está en la batallada y ardua campaña electoral que lideró y ganó contra “viento y marea”. Maliciosamente el exfiscal del Grupo AVAL, Martínez Neira decía en su momento: “Petro jamás será presidente”.
Y al igual que este personaje, otros también decían lo mismo. Pero como hoy podemos concluir, con coraje, visión ganadora, planificación, y equipo de trabajo, Petro pudo cosechar el anhelado trofeo que, por décadas de trabajo político, y pese a constantes persecuciones de todo tipo, él, con la personalidad que le caracteriza, se impuso por encima de las “brujerías”.
Pero una cosa es ser oposición, y otra es ser gobierno, y si algo caracteriza a la izquierda en América Latina, aclarado que Petro no es de izquierda, y menos marxista, es simplemente un reformista, es que, la izquierda no sabe gobernar.
Los ejemplos abundan, y para citar los más representativos, tenemos en su orden: el fracaso castrista en 63 años de “socialismo”; la dictadura de Ortega en Nicaragua; el Frente Farabundo Martí que engendró la dictadura de Bukele; él ni chicha ni limoná de Boris en Chile; y por supuesto, esa vaina que llaman todavía “socialismo del siglo XXI”, y que no es otra cosa que hambre con una emigración de pordioseros por toda América Latina, hasta el punto que ha afectado a Colombia con 3 millones de desarraigados que nos han llenado más de miseria, de lo que tenemos. Se salvan los casos de Bolivia y el Frente Amplio de Uruguay.
Sé es oposición con el fin de denunciar con criterios y pruebas al gobierno de turno, pero basados, eso sí, en ser vocación de poder, de proponerle a la sociedad un rumbo político diferente a los cuales se les critica. Si no es así, entonces, no se está haciendo nada.
En palabras cotidianas y populares, entonces se está “hablando paja”. Petro ha criticado el modelo económico sustentado en la avaricia financiera, y el cual ha dejado por fuera el desarrollo industrial y agrícola del país.
Y más allá, Petro ha denunciado con pruebas la corrupción, caso hoy más que palpable, Odebrecht; al igual que ha sido por esencia el hombre frentero ante el fascista paramilitarismo y la violencia que el Estado mafioso ha ejercido con sevicia en contra de los llamados sectores populares y alternativos. Y en todo esto, Petro terminó ganando.
Conseguido lo anterior, es decir, demostrado que estamos ante un Estado mafioso, el cual privilegia la imposición del sector financiero, caso Grupo Aval y demás a través de la coima, la cual se entrega en dinero constante y sonante a presidentes, congresistas, magistrados y altos miembros de las Fuerza Militares, por encima de los intereses del país, y se excluye a los sectores populares de las políticas públicas, lo que debiera venir con el nuevo gobierno, el del “cambio”, debiera ser en la práctica, acciones de gobierno con hechos y obras. Por supuesto, sin dejar de actuar con la justicia, así este sector del Estado este taimadamente trabajando para intereses oscuros.
Al respecto Petro magistralmente le dijo a María Jimena Dussán en una entrevista reciente: “Tenemos el gobierno, más no el poder”. Pero, al fin y al cabo, este gobierno debiera estar al servicio del programa de obras públicas y sociales, y no de enunciados de “campaña” electoral.
Pero Petro en vez de realizar obras públicas, aclarando, que el presidente es el “dueño” del presupuesto general de la Nación, es decir, de los recursos públicos, ya que si su autorización, el Congreso no puede cambiar ninguna partida presupuestal, se ha dedicado al “balcón”, privilegiando el ataque a sus anteriores contradictores, cazado una serie de “venganzas” innecesarias, lo cual si bien no lo ha desgastado del todo, ya que hasta ahora ha salido casi ileso de la andanada de calumnias, trampas y fusilamientos a los cuales se ha visto hasta sometido, si le ha impedido ejercer una acción de gobierno a través de grandes ejecuciones.
Y es que Petro, quien es excelente lector, pareciera que no se ha leído uno de los libros más importantes de los últimos tiempos, con el fin de saber gobernar, y al cual se le conoce como el “nuevo” Príncipe, y que no es otro, que LAS 48 LEYES DEL PODER, libro que, si estudió muy bien Juan Manuel Santos, y le sirvió para quitarse de encima a Uribe, y llevar a las FARC a un “armisticio”.
Leyes como: OCULTAR LAS INTENCIONES; DECIR MENOS DE LO NECESARIO; y, sobre todo, GANAR A TRAVÉS DE LA ACCIÓN, NUNCA DE LA DISCUSIÓN, pareciera que Petro no las entendiera, y hasta ahora, lo domina más la “terquedad” que la” razón”.
Y es que Petro, de seguir así, desgastándose en lo personal con peleas arrogantes frente al poderoso Luis Carlos Sarmiento Ángulo y su mosquetero Martínez Neira, aparte del inocuo fiscal Barbosa a quien, llevándole al ring, lo ha engrandecido, terminarán estas acciones por dejar al gobierno del “cambio”, sin cambio alguno, y preparándole el terreno a los que por momento son viudos del poder de la corrupción al carecer de manejo presupuestal.
Recordando a Maquiavelo, quien seguro Petro si ha leído, sería bueno que tuviera presente, que el arte de gobernar implica, una articulación entre el dominio técnico, pragmático y teórico, lo cual debe plasmarse en acciones de gobierno, que, para mi entender en Colombia, deben ser obras públicas a mostrar, en vez de discursos.
Rojas Pinilla en lo nacional, y Virgilio Barco en lo local Bogotá, han sido los grandes “hacedores” de acciones de gobierno representadas en obras, que incluso hoy siguen vigentes, y que cuando los chambones las tocaron, arruinaron lo edificado.
Si algo más recomienda Maquiavelo, es la prudencia, la cual, hasta ahora, es la gran faltante de este gobierno. Y con bien lo anota el analista Anadres Fenwarth, el “gobierno del cambio se resiste a gobernar, quizás obnubilado por su obsesión política de estar siempre en la oposición.
El presidente Gustavo Petro se siente más cómodo con su activismo político en Twitter y menos como mandatario, jefe de Estado o suprema autoridad administrativa”.
Por tal motivo, para dicho analista, hasta ahora está primando la “inexperiencia administrativa”, que se traduce en falta de gestión; “observación irreflexiva” de las políticas públicas, donde tanto titubeo predomina; “demasiada ideología”, lo cual se expresa en la ausencia de pragmatismo para gobernar, hasta el punto que, Petro, quien sabe como se “compra” a los congresistas, aún no ha sabido hacerlo; y finalmente, Petro tiene que dejar la “tabula rasa” de estar tirándole la culpa a Duque.
Obras como la construcción del metro subterráneo para Bogotá, la reconstrucción de la Universidad Nacional, el funcionamiento del tren Santa Marta–Bogotá, la finalización de la vía al Llano, y el tren de Occidente, entre otras, de ejecutarlas, llevarían a Petro al Olimpo, porque, a decir verdad, “paz total” no habrá en Colombia mientras la guerra esté aceitada por el consumo de cocaína que se da en las escalinatas del capitolio gringo.
Petro, más pragmatismo, y menos balcón