¿Petro, marxista y comunista?
Opinión

 ¿Petro, marxista y comunista?

Quitarle la capa de socialdemócrata para desnudar su supuesto marxismo-leninismo y comunismo soterrado, genera réditos políticos, aunque no haya nada que lo sustente

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marzo 19, 2024
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Un toque de historia sobre el origen de las guerrillas en Colombia. Las Farc nacen de un movimiento campesino de origen liberal que termina siendo comunista, apoyado por Moscú y Cuba. El EPL como un movimiento comunista apoyado por la China de Mao. El ELN, como un movimiento comunista de estudiantes entrenados en Cuba. Todos ellos de inspiración marxista, pues fueron las teorías de Marx sobre el fin del capitalismo y el advenimiento del socialismo, con la propiedad estatal de los medios de producción, las que los inspiraron. Y así mismo les ha ido.

El M-19 por el contrario nace en las ciudades, con origen en la Anapo, el partido popular del exdictador Gustavo Rojas Pinilla, de raigambre conservadora, como protesta por el fraude electoral en las elecciones del 19 de abril de 1970, del cual mucho se ha hablado sin que se sepa a ciencia cierta qué pasó. Su agenda: el nacionalismo y el socialismo democrático (que era como una versión tropical de la social democracia europea). El marxismo no estuvo nunca en su ideología y ninguno de sus líderes históricos, incluyendo a Gustavo Petro, se calificó a sí mismo como comunista.

Sus propuestas estaban todas encaminadas a fortalecer un capitalismo socialmente responsable con la población y con el medio ambiente, cuya productividad permitiera al Estado a través de los impuestos, ayudar a solucionar problemas como la mala atención en salud, los ancianos sin pensión, el bajo nivel de los salarios y la educación pública de mala calidad. Y por supuesto la terminación de las guerrillas sobrevivientes mediante acuerdos de paz y de recuperación del territorio de los ejércitos privados del narcotráfico. Cualquier cosa menos la implantación del socialismo de Estado, o la copia del modelo de la Revolución Cubana, o del Socialismo del Siglo XXI de Venezuela, ambos fracasados.


Lo que hay de parte del presidente es un riguroso respeto a las competencias de los demás poderes, el Congreso y las Cortes, cuyas decisiones acata, aunque sean para él una camisa de fuerza


Cuando la oposición política, en todo su derecho de convertirse en alternativa de poder, gradúa a Gustavo Petro de enemigo del sector privado, de entregarle el país a las guerrillas a las cuales perteneció, de copiar los modelos de Cuba y Venezuela, de espantar la inversión extranjera y propiciar la fuga de capitales, busca el ahogado aguas arriba. Quitarle la capa de socialdemócrata para desnudar su supuesto marxismo leninismo y su comunismo soterrado, genera sin duda réditos políticos, aunque no haya nada en las acciones del gobierno que lo sustente.

Lo que sí hay de parte del presidente, que poco se menciona, es un riguroso respeto a las competencias de los demás poderes públicos, el Congreso y las Cortes, cuyas decisiones acata, aunque sean para él una camisa de fuerza; y un desorden descomunal en el manejo del Estado y de la política que genera temores en el sector privado, empresarios y rentistas. La incertidumbre que genera Gustavo Petro en los actores económicos no está en lo que ha hecho, que ha sido poco, sino en lo que no ha hecho: las dificultades administrativas para generar en el sector privado el marco de productividad que ofreció en la campaña, la poca ejecución presupuestal y la incapacidad para formar un equipo de gobierno preparado y confiable, los vaivenes de la Paz Total. Sin contar con los escándalos y el impenetrable, inesperado, polémico, estilo presidencial, que no tiene remedio.

Todas las instituciones nacionales reconocieron su triunfo electoral, han respetado la dignidad y los poderes presidenciales, y es sobre esa autoridad que le han fijado límites legales y políticos. Ese conjunto institucional es el que no está permitiendo los cambios que el presidente quiere hacer en Colombia, a su manera. No existe un Gustavo Petro marxista o comunista, sino uno demócrata, respetuoso de esas instituciones, que sueña con el nuevo país incluyente, diverso, próspero. Solo que sin un acuerdo con esas instituciones que lo respetan y él respeta, no será posible aterrizar ese sueño en la realidad.

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