Ya lo sugirió Chávez en su momento: deseaba que un ferrocarril atravesara Suramérica, pero en infinidad de ocasiones, el llamado comandante fracasó en su intento (y eso que estuvimos en la década de oro Latinoamericana, donde millones de seres humanos escaparon de la miseria y el atraso a unas condiciones relativamente más dignas); infructuosa medida sin concretar, así como la UNASUR, resultado de infinidad de tropiezos.
Principia en Colombia el mandato de un hombre forjado en duras batallas, que conoce el estado y la geopolítica, y comprende que la unión nos fortalece, atañendo a un tema prioritario de sus propuestas –es un símbolo del ideario Bolivariano el exponer la espada el día de su posesión, y de allí la vieja lucha contra el Monroísmo que nos pretende improductivos y vasallos de políticas imperiales anglosajonas ajenas a nuestro desarrollo–.
Parece que algo de voluntad política hay para que no se quede todo en discursos alambicados y de retórica fantasiosa; si la izquierda continental se forja como meta grandes proyectos de infraestructura que una a los países suramericanos, independientemente de sus problemas estructurales, hay una esperanza del sueño Bolivariano en pleno siglo XXI, pero a través del arte, de la cultura, de los servicios básicos de todo tipo, de quitar las barreras que aún persisten en la documentación, de promover las enormes potencialidades económicas y comerciales.
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Petro lo descifra, por eso en sus primeras semanas de gobierno va a la reunión del pacto andino a tirar línea sobre el futuro a emprender: que las grandes tareas se hacen con grandes esfuerzos, que si ambicionamos mejorar nuestras condiciones como continente, debemos apostarle a la paz, con políticas de seguridad… pero no solo en temas de militarización, sino de producción, de crear multinacionales suramericanas competitivas en un mundo hiperglobalizado.
Por eso el tema de monómeros es vital: una empresa Colombo-Venezolana con grandes potencialidades para bajar el precio de los alimentos por lo menos en la mitad del continente, si es que se posee un plan de expansión de aquella planta de fertilizantes, construyendo otra en Chile o en Perú, así podríamos disfrutar de soberanía alimentaria y no dependeríamos tan vorazmente de intereses ajenos a nuestro suelo.
Ahora, el mundo se mueve con energía, –y en América Latina y el Caribe sí que abundan– pero el gran salto es el propuesto por el presidente electo de los colombianos: hacer el tránsito a energías limpias que de paso favorezcan el medio ambiente y ayuden a paliar el cambio climático tan alarmante y que ya concebimos todos los seres humanos por las graves consecuencias de nuestro modo desaforado de consumir y de destruir.
Así mismo, la Amazonía debe ser un eje central de Suramérica, que la deforestación sea combatida dándose incentivos para mantener la selva sin huellas humanas que la socaven, ya que es uno de nuestros grandes activos: el pulmón generador de nuestro oxigeno, incluso se debería limitar el espacio, donde se haga imposible la explotación y estimular a las comunidades indígenas que viven en la zona en su modo de vida austero y protegiendo armónicamente la madre tierra.
Respecto a las relaciones internacionales, Colombia debe diversificar, no solo con Estados Unidos, sino fortalecer sus lazos con China, Rusia y el lejano Oriente. Con los BRICS, para que la dinámica comercial sea más fluida pero además respetando los intereses nacionales.
Se debe impulsar el Banco del Sur, otro proyecto que no arranca y que serviría para crear préstamos a gran escala dirigidos a empresas latinoamericanas de agroindustria y de otros proyectos tecnológicos y de punta.
¿Vemos como un sueño la tecnología, sin que nosotros mismos la podamos fábricas? ya hay varios ejemplos: ¡se puede! Colombia será el eje de la integración entre centro y sur América, tiene una posición estratégica única, bañada por ambos mares y en el ombligo de Latinoamérica.
Con políticas públicas que propendan por el desarrollo, se acabaría con una desigualdad tan ominosa y se mejorarían los indicadores de calidad de vida.
Debemos pensar en la región, tomar el ejemplo de bloques, convengamos en mirar hacia la unión europea para sacar conclusiones… percibir ventajas y desventajas, aprender de los errores, claro guardando las proporciones de su cultura, su economía y sus contrastes.
Y cuidado con la tentación de entrar en el populismo, de valerse de la retórica para engañar incautos: cuidado con las tentaciones del poder, cuidado con los egos y las vanidades que destruyen a los hombres.
Si se piensa desinteresadamente en una lucha que acarrea siglos y en una redención divina, en una reivindicación milagrosa por parte de un político Dios, ¡eso no existe! una nación, un continente lo construye cada una de las personas.
Nos corresponde rodear al señor presidente Petro y darle el beneficio de la duda amanecerá y veremos si se concreta el progresismo y si se desarrolla el capitalismo para que Colombia deje de ser un país donde aún existe una economía feudal donde hay siervos de la gleba con su respectivo padrino político.
El camino es arduo, porque hay intereses poderosos en juego, sin descontar que los próximos conflictos bélicos podrían ser por el agua dulce que abunda en esta parte del globo, por ello también tiene que existir una interconexión y una clara política pública de protección de nuestras cuencas hidrográficas, pero igualmente que sea una política de seguridad donde el preciado líquido este por encima de todo, incluso de la megaminería que solo nos puede dejar desolación y tristezas.
Los contratos que se firmaron en gobiernos pasados bajo este concepto se deben revisar con lupa y solo autorizar los que no perjudiquen o alteren el ecosistemas en grandes proporciones, incluso con una buena seguridad se puede incentivar el turismo que es un rubro que deja buenas ganancias: hay ejemplos de países con gran capacidad turística como España e Italia que disfrutan de ganancias fabulosas; nuestro turismo es más paisajístico pero no por ello se debe desperdiciar, por eso es tan importante la paz para que los extranjeros se puedan mover seguros por el país.
Colombia en este nuevo gobierno aportará su capacidad de liderazgo y gestión, dejará de estar tan pendiente del norte y virará hacia el sur, hacia sus vecinos, hacia las políticas del desarrollismo de La Cepal, del modelo de sustitución de importaciones, de la integración andina y caribeña y abandonar poco a poco ese lamentable neoliberalismo, filtrado primero en Chile por los Chicago boy y luego a toda Latinoamérica por el consenso de Washington con sus políticas de reajuste y privatizaciones, préstamos del Banco mundial y del fondo monetario internacional, cayendo luego en un abismo represivo de derechos y libertades y en un espejismo de crecimiento.