El presidente tiene sus metas muy definidas: el premio Nobel de la paz. Sus viajes, los de la vice y la retorcida narrativa de la paz total así lo demuestran. La estrategia es bien simple, alimentar las lágrimas plañideras de la diplomacia, las universidades, los think tanks, las ONG ambientalistas y de derechos humanos y las entidades académicas que postulan candidatos ante la academia sueca.
Petro decidió convertirse en otro Juan Manuel Santos y sigue su ficción al pie de la letra, a costa del presupuesto nacional. Primero quiso ordeñar a la vaca más productiva, es decir, apoderarse de la Federación Nacional de Cafeteros y vetó el nombramiento del nuevo gerente huilense, Germán Bahamón, pero la táctica no le funcionó.
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A Juanma le tomó 30 años infiltrarse en el sistema sin ser cafetero y sin haber degustado un solo pocillo de café en su vida; pues solo toma British Tea. Al final la táctica marchó muy bien, dilapidando así los recursos de la federación y haciendo conexiones por toda Europa para su “nobelesca” aventura.
Para Petro parecerse a Juanma, debe aprender a caminar derecho y erguido; a vestir mejor, a hablar inglés fluido, a responder los discursos de bienvenida reconociendo los argumentos expuestos por el presidente de turno; a cumplir las citas los mandatarios de otros países; y a respetar las rancias reglas de las realezas europeas, las cuales a pesar de su tufillo a alcanfor añejo, merecen respeto. Tutina era mas discreta y jamás se le habría ocurrido convulsionar en la Gran Vía. ¡Al país que fueres haz lo que vieres! Es la regla mágica.
Juanma llegó a manejar tan bien los alambicados protocolos de la nobleza británica, que hasta fue invitado a almorzar con su merced la reina y lo montaron en un carruaje tirado por percherones. ¡Pero para llegar allá se necesitaba clase! Y que conste que Juanma no es el santo de mi devoción.
No basta lucir zapatos Farragamo si sus ministras van en tenis, pues caucho es caucho, un material innoble aunque sea de marca. Él y ella creyeron que pisoteaban las normas de la realeza española yendo de saco y corbata a la reunión con sus Majestades. Con este solo lograron titulares burlones en la prensa europea, pues eso era pura corroncheria zipaquireña. ¡Bouffonnerie créole!
Pero como en el periodismo se deben mirar ambas caras de las noticias, desde una perspectiva optimista, supongamos por un segundo, que tuviésemos otro nobel de la paz. Entonces, al presidente le correspondería guardar las apariencias democráticas ante la comunidad internacional y por lo menos nos libraríamos del inminente cierre del congreso, de las guardias indígenas dirigiendo el tránsito de la Avenida Jiménez; y de unas dictaduras sempiternas con la nueva dinastía de Petros o Petras del I al X.
¡Nada más contraproducente y contradictorio que un Nobel Dictador. Sería el acabose para los orgullosos suecos! Acostumbrémonos a vivir otros tres años con este gobierno, pues es imposible que este Congreso destituya a Petro porque la constitución de 91 no contempla esa figura.
Pero como presidente prevenido vale por dos, por esa misma razón Benedetti regresa a su antiguo cargo de embajador en Caracas, con la sagrada promesa de volver con otros 15.000 millones para aceitar la maquinaria del Congreso e impedir su posible destitución.
¡Otra vez Benedetti montado sobre los lomos de Petro!
