La irracionalidad que acaba de exponer Gustavo Petro en el manejo de la relaciones internacionales es inaceptable. Una contradicción moral y política que nos restrega en la cara a los colombianos, el mismo día: mientras caían en crisis las relaciones con Argentina, brillaba, por su incoherencia, el silencio cómplice con las brutalidades que Nicolás Maduro está cometiendo contra María Corina Machado.
El insulto de Javier Milei contra la persona de Gustavo Petro no debió ocurrir. El camino de los insultos siempre termina cobrando contra la democracia, contra la calidad del debate público, contra la cultura de las sociedades. Milei nunca debió caer en la tentación de responderle a Petro con la misma moneda con que Petro viene agrediéndolo desde hace meses. El de los insultos debe de ser un lenguaje inadmisible, sobre todo entre gobernantes.
Lo cierto es que las relaciones entre Colombia y Argentina entraron en un callejón de crisis que esperamos que puedan sortear respetuosamente por el bien de las dos naciones. De todos modos, no deja de sorprenderlo a uno este estilo de personajes que se sienten con el derecho de ir insultando a quien les parezca y después entran en estados de delicadeza inmerecidos cuando les responden en los mismos términos.
No obstante, al tiempo que las noticias de la refriega Petro-Milei captaban la atención, unos hechos mucho más graves y dolorosos acontecían en Venezuela. La dictadura de Nicolás Maduro asestaba una nueva arremetida, brutal, contra María Corina Machado y contra los venezolanos que anhelan rescatar a su país para la reunificación de sus familias en libertad y democracia.
En una misma y brutal arremetida, Nicolás Maduro mandó capturar a más de 30 personas, entre ellos a tres dirigentes regionales de la campaña presidencial de María Corina, mandó al fiscal de bolsillo que tienen allá a que montara la farsa de un supuesto golpe de Estado y de unos supuestos planes para atentar contra la vida de Maduro, mandó al Tribunal Supremo que tienen allá, también de bolsillo, a ratificar la inhabilidad política de María Corina Machado y, finalmente, mandó al carajo los llamados Acuerdos de Barbados en los que se habían comprometido con la oposición, con Estados Unidos y con la comunidad internacional a andar un proceso hacia la composición de reglas del juego aceptables para las elecciones presidenciales de 2024.
Al final, todo está quedando en que Nicolás Maduro engañó a todo el mundo mientras lograba su objetivo real de excarcelar a Alex Saab
Al final, todo está quedando en que Nicolás Maduro engañó a todo el mundo mientras lograba su objetivo real de excarcelar a Alex Saab. Una vez lo tuvo de nuevo a su lado, pateó la mesa e hizo quedar a sus interlocutores, comenzando por el gobierno de Biden, como unos majaderos, al tiempo que volvió a sacar sus garras de tirano violento y corrupto.
-—A todas estas, ¿qué ha dicho Gustavo Petro?
—¿No que se ufanaba de ser uno de los inspiradores del Acuerdo Barbados?
—¿No dice que fue él quien convenció al gobierno americano para que le levantaran las sanciones al gobierno venezolano a cambio del retorno a la democracia?
—¿A cuál retorno a la democracia se refería?
Porque lo que, de verdad, nos está indicando el silencio de Gustavo Petro frente a las barbaridades que está cometiendo Nicolás Maduro, es que no hay tal de que fuera un garante de la transición democrática sino un aliado y cómplice de su amigo dictador en la farsa perversa de engañar a todo el mundo, de traicionar al pueblo venezolano y de reprimir, una vez más, a sus opositores.
Es que parecen cortados con la misma tijera.
Que gran casualidad que, tanto Nicolás Maduro como Gustavo Petro, se hubieran inventado, al mismo tiempo, contra la oposición, abusando de los organismos de inteligencia, el cuento de un golpe de Estado para seguir saliéndose con las suyas.
