La región pacífica de Colombia comprende parte de Chocó, Valle, Cauca y Nariño. En los cuatro departamentos ganó las elecciones Gustavo Petro. Las cifras son elocuentes: en Chocó fueron 69 mil votos por Petro contra 46 mil por Duque, en Valle 885 mil contra 747 mil, en Cauca 323 mil contra 160 mil, y en Nariño 367 mil contra 193 mil. Petro ganó además en Cali, ciudad con elevada proporción de afrodescendientes y la tercera en población en el país, con 447 mil votos contra 353 mil. Este resultado es manifestación de rechazo a la gestión pública tradicional colombiana en todos los órdenes, que ha impedido el uso adecuado de recursos del Estado destinados a la región en cantidades muy importantes a lo largo de los años.
Se trata de un rechazo a esa institucionalidad en la que han prosperado Juan Carlos Martínez, la gobernadora del Valle Dilian Francisca Toro, jefe político del alcalde de Buenaventura, Eliécer Torres, quien enfrenta serios cargos por conductas indebidas, y a Edinson Delgado, senador liberal que perdió la curul en las últimas elecciones. Es un repudio a pasados gobernadores de Chocó, departamento en el cual hace un lustro hubo rotación en el máximo cargo a razón de cuatro en dos años, y a toda la podredumbre del clientelismo y la politiquería. Es una refrendación de lo que expresó la comunidad de Buenaventura, la más importante de la región pacífica, hace unos meses mediante un paro cívico doloroso, cuya eficacia está por verse todavía.
El último censo, en 2005, mostró que el índice de necesidades básicas insatisfechas en Chocó excedía 80%, y que el promedio en los municipios costeros de Cauca y Nariño excedía 60%. Esa situación no ha cambiado mucho. La población del Pacífico colombiano, alrededor de 90% afrodescendiente, suma poco más de un millón de personas, de las cuales cerca de la mitad está en Buenaventura, cuya población flotante es del orden de 20% del total de la ciudad, y hace tránsito al interior del país en busca de oportunidades y seguridad, pues la región padece las consecuencias de la ubicación en las rutas de la cocaína hacia EEUU. Entre los 47 municipios que en los ordenamientos oficiales conforman el Pacífico colombiano solo 5 tienen nivel de pobreza inferior a 80%: Tadó (79,2%), Acandí (73,9%), Quibdó (72,1%), Buenaventura (66,5%) y Dagua (63%).
El clima de es hostil a la vida humana: es cálido y húmedo, por lo cual casi todo el territorio tiene vocación selvática y es de difícil acceso, apropiado para esclavos fugitivos en el siglo dieciocho y primera mitad del siglo diecinueve. La bahía de Buenaventura es rara excepción en esta materia, y cumple dos condiciones para para volverse metrópolis: tiene el único puerto importante de Colombia sobre el Océano Pacífico, y le cabe un ordenamiento razonable para establecer industria que aproveche los beneficios del Tratado de Libre Comercio con EEUU, con inversión internacional. Debería ser la ciudad más próspera de Colombia, por ser el vínculo del país con Asia y la Costa Pacífica de América. Sin embargo, el índice de necesidades básicas insatisfechas en el censo estaba cerca de 35, que es muy alto. Lo más complejo es la institucionalidad pública municipal, que ha tenido una trayectoria sombría, con alcaldes en la cárcel o fugitivos por diversos motivos, y corrupción desbordada. La nacional, por su parte, no es efectiva: no hay presencia sistemática ni la conducta propia de ocupación territorial con vocación de desarrollo social y económico. Por el contrario, en Buenaventura, municipio de más de 5 mil kilómetros cuadrados, hay condiciones propicias para la ilegalidad en todos los órdenes, como en toda la región.
Para enfrentar el problema de pobreza prevalente en la Costa Pacífica es preciso diseñar una estrategia creativa y diferente, en cuya construcción participe de manera activa y ordenada la comunidad. No se puede reducir a peticiones y compromisos como consecuencia de manifestaciones cívicas de insatisfacción; debe ser el producto de un proceso consistente con las ventajas comparativas de Buenaventura, para crear el escenario hacia el cual pueda desplazarse la población en busca de atención a aspiraciones de servicios de buena calidad a costos razonables en salud y educación. Mientras se materializa esa visión se requiere ofrecer seguridad en toda la costa mediante la ocupación territorial efectiva por las fuerzas armadas, y trabajar de manera activa con las comunidades para mejorar la base productiva e impulsar la educación en términos respetuosos con la cultura afrocolombiana. Este elemento es importante para evitar fracturas sociales más adelante, cuando haya ingreso de población extranjera o del interior a Buenaventura. Reconocer el derecho de las comunidades a una vida digna, con identidad cultural, es fundamento para facilitar la interacción con otras culturas. Como el río Atrato, en cuya orilla está Quibdó, desemboca en el Caribe y no en el Pacífico, su valle requiere soluciones diferentes, pero el proceso debe ser análogo, con respuestas apropiadas al entorno y foco probable en el desarrollo de las posibilidades de la región adyacente al golfo de Urabá.
La solución requiere trabajo en el sitio con vocación de permanencia, y la provisión de los elementos necesarios para evitar el fracaso propio de los programas administrados desde Bogotá, en los cuales suele suceder que la población se considera como sujeto pasivo de directrices ilustradas emitidas con el sello capitalino. La pobreza y las desigualdades extremas de los departamentos de la Costa Pacífica deben servirle al nuevo gobierno como motivo de reflexión sobre los procesos públicos de la patria. Contará con el apoyo de fuerzas vivas en las comunidades regionales para la solución que impulse, pero el tiempo apremia. No se puede equivocar.