La jornada de ayer terminó mejor de lo que muchos creyeron, aparte de la natural tusa, inmensa, de los seguidores del candidato perdedor. Había toda suerte de anticipaciones. Que, en caso de ganar el ingeniero Hernández, ya estaba preparada la primera línea para incendiar Bogotá y que Petro no reconocería el triunfo del adversario. Que el margen iba a ser tan estrecho que habría que recontar los votos y el país permanecería en ascuas durante semanas sin conocer, oficialmente, el nombre del presidente electo. Que Hernández, en uso de sus acostumbradas francas salidas de tono, iba a desconocer el triunfo del rival basado en las revelaciones de guerra sucia de la campaña.
Al contrario. Pese a la extraordinara votación, superior a los 10 millones de votos, de Rodolfo Hernández, un advenedizo que nadie imaginaba pasaría a segunda vuelta, el triunfo de Gustavo Petro fue holgado y, por tanto, indiscutible. El cabeza a cabeza que pronosticaron varias encuestadoras no tuvo lugar.
El reconocimiento del candidato perdedor, de quitarse el sombrero. No sembró duda alguna y en menos de un minuto, de manera decente y valiente, cerró el capítulo de esta campaña oscura, agresiva, llena de difamaciones, en la que, como dijo uno de los gestores de contenidos en redes sociales, la línea ética había que correrla un poco. Ambas campañas movieron la cerca, solo que las revelaciones conocidas en los últimos diez días nos hablaron exclusivamente de una de ellas.
Tres semanas agotadoras, llenas de tropiezos, ataques bajos, al cabo de las cuales parecía perfilarse en una parte del potencial electorado, el indeciso, la decisión de votar, con reservas, por uno u otro candidato. Las adhesiones de algunas figuras señalaban: Votaré por fulano a pesar de…
La campaña de Petro parecía, al conocerse los resultados de primera vuelta, totalmente desconcertada con la clasificación del ingeniero, después de haber puesto todo el empeño en combatir a Federico Gutiérrez. Se sumaban los 23 puntos de Fico con los 29 de Hernández y, claro, se anticipaba como muy probable la victoria de Hernández.
Embarradas a granel, de lado y lado, en estas tres semanas entre las dos vueltas.
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Rodolfo fue grosero con Fajardo, al rechazar su acercamiento programático
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Rodolfo fue grosero con Fajardo, al rechazar su acercamiento programático. Aunque los votos no son endosables, es posible que le hubiera costado algunos centenares de miles de votos. En esta última semana, cómo le hubiera sentado de bien algún esquema programático que trascendiera el de acabar con la corrupción. No hizo otra cosa que eludir el debate con Petro, aunque quizás obró bien porque le hubieran dado sopa y seco y no sólo por los desconocimientos en geografía colombiana. A muchos les quedó sonando el cuento de probable corrupción en Bucaramanga y las recurrentes amenazas y el famoso golpe al concejal, que no corresponden a una figura presidenciable. El cuento de que los santandereanos son así, francos y agresivos verbales, no es suficiente excusa.
No es fácil cuantificar, pero considero que las portadas y los contenidos de medios como Semana en estos 21 días le ayudaron a Petro. Con certeza complacieron a nichos específicos que no necesitaban de tales ayudas argumentales (si se les puede dar tal calificativo al sesgo grotesco de la que fue una revista seria), pues ya su voto estaba decidido. Conozco indecisos que votaron por Petro gracias a Semana.
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El lenguaje de alcantarilla de algunos de los más renombrados “youtubers” es una pena y una traba a un gobierno que busca un acuerdo nacional
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Por el otro lado no escampó. Planear dentro de la campaña cómo afectar al adversario es, obvio, una necesidad. No obstante, el cuento de la “línea ética” desnuda la inversión de medios y fines, así lo hagan en la mayoría de las toldas políticas. Los medios deben justificar el fin y no al revés. El perverso uso de las supuestas historias de la hija del candidato rival fue una infamia. El lenguaje de alcantarilla de algunos de los más renombrados “youtubers” es una pena y una traba a un gobierno que busca un acuerdo nacional.
El primer discurso del presidente electo fue conciliador. Acuerdo nacional, respaldo al proceso de paz, nueva óptica de relaciones internacionales en la que el cambio climático juega un papel central. Y, desde luego, las alusiones a las reformas para combatir la inequidad. Me dio la impresión de que a Francia Márquez la callaron y no la dejaron terminar. ¿Preludio de futuros roces?
Lo de anoche en el Movistar es nuevo en Colombia. Es una oportunidad para cambiar de página. Vicepresidente afrocolombiana, líder social del Cauca, presidente de izquierda, procedente de un grupo insurgente que negoció la paz, veintipico de años de experiencia como congresista serio que denunció al paramilitarismo y su relación con la política, alcalde de Bogotá con logros discutibles. Mayor equidad social y económica, consolidación del proceso de paz, dos desafíos magníficos.
Petro, persistente, capaz de levantarse de múltiples caídas, de tejer alianzas, debe despejar cualquier duda acerca de su respeto por las instituciones democráticas, las que también le permitieron el acceso a la presidencia. Luchar para llegar a gobernar es duro. Más duro aún, gobernar y cumplir lo prometido en un país tan polarizado.