No creo ser una fuente de total credibilidad para estar hablando del tema. De hecho, soy un aficionado que se expone a presentar su indignación frente a la deshumanización y la falta de cultura ciudadana. Quiero aclarar que la profunda reflexión que queda en todos los temas de cultura ciudadana, drogadicción y, desempleo dilata en todos los sectores un fuerte debate de Petristas, Santistas, progresistas e independientes. Algo que de igual forma, no aporta nada enriquecedor a la discusión.
Cansados de un gobierno de izquierda de más de 12 años y buscando una Bogotá más digna, segura y educada, los bogotanos votaron por un candidato que, a mi manera de ver, lo único que ha hecho hasta el momento es ser una estrella en el mundo mediático, ya que luego de ser elegido se ha expuesto a controversiales escenarios donde su única salida, es su increíble egoísmo e idiosincrasia para la toma de decisiones. No digo que sea malo o tal vez sí, no sé. Tan solo muestro mi profunda indignación al ver que, día a día, el incremento en las tasas de drogadicción en las localidades de Kennedy, Bosa, Ciudad Bolívar, Tunjuelito y Mártires es devastador.
Tuve la oportunidad de trabajar un poco más de 4 años de mi vida en el sector de los Mártines, arriba de las caracas con 11. Allí, muchos de los que trabajaron conmigo y que a diario me encontraba en las calles —quizás por la necesidad de conseguir un sustento diario o mensual — terminaban los fines de semana en la “Letra” conocida popularmente como la calle del Bronx.
En un constante dilema pasaba mis días preguntándome qué sucedía con la gente que a diario veía por las calles de San Victorino, y que por malas decisiones los encontraba al pasar la calle pidiéndome dinero para tomar agua o tal vez para consumir su dosis diaria.
Un día, ad portas de iniciar diciembre, uno de esos que todos odian, repugnan, gritan y alimentan con basuras, me pidió algo de comer. Le di un pan viejo, con un poco de moho a sus lados, entablé una conversación con él y me contó su historia. Bueno, la de muchos que como él, terminan en la calle más tenebrosa de Bogotá y que, sin ninguna intervención de la administración, disuelven su vida en papeletas de bazuco, prostitución y robo.
Ahora muy bien recuerdo que en esa época, la gestión del exalcalde Petro adelantaba la creación del centro móvil Camad, donde —en vez de frenar el fenómeno— el consumo de drogas se patrocinada directamente desde el distrito, pues de hecho, se decía que era la única forma para mantener a los drogodependientes fuera de las bandas delincuenciales. Pero lo más gracioso del cuento es que, luego de adentrarme en mis muy humildes recuerdos, noto que la intervención del cartucho —antiguo lugar del expendio de drogas más grande del país— se llevó en la gestión de la alcaldía de Peñalosa y en la que por faltas de Políticas públicas dejó como resultado la conformación de una calle sólida en su expendio y consumo de drogas. Entonces ¿Ni Petro la salida ni Peñalosa la solución?
Pues un viejo, refinado y poco admirador de la política decía “Al trote vamos y no avanzamos”, ya que luego de cuatro años de una Bogotá Humana que no logró consolidar un método efectivo como el que se pretendía hacer con el Camad. Le queda una dura prueba a la gestión Peñalosa que, hasta el momento, no le veo ningún futuro en el tema pues son aún más los discursos efímeros que carecen de coherencia y cohesión, que los avances en el tema.
Lo triste del asunto y lo que en realidad indigna a más de un bogotano como yo, soñador y optimista, es que el discurso político en las gestiones administrativas incluye el tratamiento de los drogadictos, las eventuales causas y consecuencias. Sin embargo, lo que realmente se ve en un escenario pragmático, son las últimas cifras donde se observa el incremento diario de los consumidores, la irreverencia ante posibles soluciones y la manera como no es un tema de peso para la actual administración.
No necesitamos un cambio de forma si no de fondo como lo prometió doctor Peñalosa, no necesitamos un efecto globo como su pasada administración y además, no necesitamos que siga siendo la estrella mediática en Bogotá. ¿Para cuándo una inclusión social? ¿Para cuándo una Bogotá mejor para todos?.