Cuando todos le temían al paramilitarismo (incluso las Farc), cuando el gobierno de Álvaro Uribe estaba en la cresta de su “seguridad democrática” con el apoyo de los medios de comunicación adictos al bloque de poder de nuestros país, cuando todos los políticos liberales y conservadores le hacían besamanos a Uribe, Gustavo Petro en solitario se enfrentó al paramilitarismo en el Congreso y en plaza pública. Con nombres propios, pero sobre todo con hechos, en el 2010 Petro fue denunciando el contubernio paramilitar/poder regional/poder nacional. Uno de sus célebres debates fue denunciar al temible Gordo García, fiel representante del más rancio clientelismo costeño por décadas, dueño de los poderes regionales de Sucre y Bolívar. Nadie como Petro nunca había hecho nada igual en nuestro país.
Petro fue perseguido y lo sigue siendo. Él y sus familiares han sufrido la persecución política, hasta el punto de que la seguridad que casi siempre le ha colocado el Estado, no ha sido más que inseguridad. El entonces DAS y la inteligencia de las Fuerzas Armadas en tiempos de Uribe, y todo parece que hoy con Duque, lo siguen tenido como un referente a vigilar y desprestigiar a como dé lugar. Como él lo ha denunciado, Uribe le puso todas las trampas habidas y por haber a fin de encontrarle algo de rabo de paja. Hoy por hoy nadie le ha encontrado nada al compa Petro
Antes de sus denuncias sobre el paramilitarismo, Gustavo Petro se había enfrentado al establecimiento económico en cabeza del Grupo Santodomingo, cuando denunció a dicho emporio por evasión de impuestos, ya que al vender las acciones de Bavaria a SabMiller, dicho negocio se llevó a cabo en un paraíso fiscal, y nuestro país no recibió ni un peso por impuestos. Todo esto cuando cualquier colombiano mortal paga por la venta del más mínimo inmueble todo tipo de impuestos.
También Petro denuncia el hoy callado y desconocido caso sobre el mal manejo que la administración de Andrés Pastrana le dio a unos fondos públicos de la Dian que fueron recaudados por los bancos Pacífico y Andino. Bancos que quebraron de manera fraudulenta, y miles de millones de pesos se perdieron sin que el entonces gobierno hiciera nada. Todo parece indicar, que Pastrana terminó beneficiándose de dicha quiebra y de la pérdida de recursos de la Dian. Al respecto es bueno aclarar, que en Colombia no se conocen las declaraciones de rentas de ex presidentes. Todos hoy son millonarios con cuentas en el exterior. Si no, miremos a Duque, que siendo un joven profesional de la Fundación “Buen Gobierno”, propiedad de Juan Manuel Santos, terminó comprando un apartamento en Nueva York por valor de un millón de dólares. Nada ha pasado.
Petro ha sentado al establecimiento, es juicioso en sus investigaciones, además, a él le llegan miles de denuncias las cuales según tengo entendido, su equipo procesa, para luego colocarlas en la palestra pública. Es su estilo. Petro es un excelente orador, es todo un vibrato. Emociona al público, lo atrae, y reta al establecimiento. Y tiene una gran virtud, no se inmuta cuando lo atacan, ya que se muestra sereno hasta el punto que enloquece a su agresivo contradictor. Jamás ha pronunciado palabras agresivas contra sus oponentes, a los cuales reta, ataca y contraataca con pruebas.
En las elecciones de 2018 Petro demostró su sagacidad, pero también sus desventajas. Por encima del establecimiento impuso sus ideas en plazas públicas a reventar ya que todos los medios de comunicación del poder le eran adversos, al tiempo que lo difamaban con el “fantasma” de volvernos como Venezuela. Se puede decir que ganó, pero se descuidó con lo que ya sabía, la Registraduría y la fuerte compra de votos en la costa Atlántica, su región. Hoy por hoy, como cosa extraña, nadie conoce el software de la Registraduría, y todo parece que allá le hicieron “la patuleca”. Se descuidó.
Pero Petro engendra miedo y endivia. Hasta la izquierda lo envidia, y los que no han sabido ganar con base en organizaciones arcaicas y pasadas de modas, que incluso le pelecha al poder migajas, saben que con un Petro victorioso de ellos no quedaría nada. La derecha en sus diversas formas, desde la concepción paramilitar de las Fuerzas Armadas, el clientelismo y el poder dominante de los 4 grupos económicos, ven en Petro al demonio, no en vano lo satanizan y hoy, cuando se puede decir que ha ganado el pulso de la protesta social en Colombia, hasta el punto que Iván Duque lo invitó a “dialogar” en la casa de Nariño, Petro es temido. ¿Por qué?
Petro es temido por rebelde y frentero. Nunca después de Gaitán el país había tenido un político que dijera las cosas “sin vaselina” como decimos en la costa Atlántica, y eso al poder, incluso a la pequeña y mediana burguesía educada representada por intelectuales, académicos, caricaturistas, periodistas, reinas de belleza, damas de sociedad, filipichines bogotanos, payasos de circo e izquierda sin sabor, y hasta algunos de sus ex compañeros de armas del M19, no se lo perdonan. Pero Petro ha entendido tal como dice el escritor estadounidense Robert Greene en Las 48 leyes del poder:
Ley 18. No construir fuertes para protegerse. Aislarse es peligroso. El mundo es peligroso y hay enemigos por todas partes. Un fuerte parece lo más seguro. Pero el aislamiento nos expone al peligro más que nos protege de él; cortamos nuestro acceso a información importante, llamamos la atención y terminamos por ser un blanco perfecto. Es mejor estar en circulación, encontrar aliados, mezclarse con la gente. La muchedumbre sirve de protección contra los enemigos.
Por eso Petro no sale corriendo y mucho menos se arruga como otros que dicen ser líderes. Petro frentea y eso le cae mal a tiros (derecha) y troyanos (pseudoizquierda, demócratas o tigres de papel progresistas)