Que nadie se llame a engaños. Al día de hoy, y si nada extraordinario ocurre, es claro que el uribismo regresará al poder. Volveremos a la época de las cavernas. Regresaremos a aquellos años de ideologías rancias y excluyentes. Volverán a distraernos para que no pensemos en cómo solucionar los principales problemas que tiene Colombia: la corrupción y la desigualdad social. Nos distraerán con Venezuela: habrá más confrontación directa con el déspota de Maduro. Buscarán, tal y como lo dijo Londoño, hacer trizas el acuerdo de paz, o harán lo imposible para sabotearlo. Unificarán las cortes. Buscarán revocar el matrimonio igualitario, acabarán con la tutela, aumentarán las muertes de líderes sociales, de defensores de derechos humanos, de ambientalistas. Nos mantendrán en zozobra permanente. Será agotador, física y emocionalmente.
La única solución que veo posible es que los líderes de Colombia Humana y Coalición Colombia se sienten a dialogar y decidan cogobernar.
Lógicamente, Petro es quien debe hacer el llamado y abrir las puertas para que dicho cogobierno sea posible, pero el problema con Petro es su soberbia y su mesianismo. Él no es el salvador que Colombia necesita (aunque él mismo se lo crea), pero tiene ideas que harán este país más justo y lo harán progresar a pesar de Colombia misma. Gracias al desastre que Maduro hizo de Venezuela, el cuento del castrochavismo se lo tragaron miles de compatriotas. Toda la frontera con Venezuela es prácticamente uribista. Semejante cuento caló hondo en país ultragodo como el nuestro, con un Congreso girado a la derecha, unas fuerzas militares alineadas con la derecha, unos medios vendidos a la derecha y unos empresarios patrocinadores de la derecha. Se salva la justicia, la única que evitó que Uribe se eternizara en el poder.
También tiene que bajarle a la soberbia Claudia López, pues la realidad es fría y dura y, como tal, toca negociar con nuestros contradictores. Le toca negociar con Petro, aunque no le guste. Eso es demostrar grandeza.
Y qué decir de Fajardo, creo que fue él quien nos puso en esta situación, ya que quería llegar solo. El Polo y los Verdes tuvieron que concederle todos sus caprichos, sin contar con que no pudo negociar con De la Calle. Aún sabiendo que no le cabe el país en la cabeza, que habla mucho y no dice nada y que de verdad es un tibio, voté por él. El hecho de que haya ganado en Bogotá y perdido en Antioquia dice más del tipo de votante que de los candidatos. ¿Cómo es posible que a Fajardo le haya ido tan mal en Antioquia, su casa? 53% Duque, 28% Fajardo, 9% Petro. Fajardo no llegó a segunda vuelta por culpa de Antioquia. Fajardo fue alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, y perdió contra un candidato que no ha administrado nada, que no ha gobernado a nadie. Yo sé que todos esos votos son de Uribe, pero carajo. Hubiera pasado a segunda vuelta de haber conseguido 300 mil votos en su casa. Que Fajardo ponga a Colombia primero, que le baje a su soberbia y que demuestre grandeza.
¿Por qué miles de colombianos adoran a un tipo como Uribe? Por lo que he visto es porque tienen una rabia infinita (y con toda razón) contra las Farc. Para ellos no es suficiente que haya una justicia especial para los crímenes cometidos durante el conflicto armado. No los satisface que no sean amnistiables los crímenes de lesa humanidad. No entienden que se trató de un proceso de paz, de la negociación de un conflicto armado que dejo miles de muertos. Ellos lo que quieren es mano dura, que no haya piedad, que crucifiquen, si es posible, a los miembros de las Farc. Que linchen a todos esos colombianos que decidieron entregar las armas y sentarse a negociar para integrarse a la sociedad. Eso es lo que quieren esos hijos Dios. Y dicen ser cristianos, y católicos, y evangelistas. Y van a misa y todo.
Es hora de decidir si de verdad queremos hacer de este país un lugar mejor para todos. Así que estimados líderes políticos de Colombia Humana y Coalición Colombia (soberbios todos, arrogantes todos), si ustedes de verdad aman a Colombia, por favor demuéstrenlo. Les llegó la hora de mostrar grandeza.
