"Laissez faire, laissez passer”
En la página web de ProColombia resplandece una publicación de septiembre de 2020 en la que se alardea de los “Tratados de Libre Comercio de Colombia (TLC): 17 acuerdos, 65 países y 1.500 millones de compradores”.
Explica que el Tratado de Libre Comercio o TLC es “un acuerdo comercial regional o bilateral, que consiste en facilitar el comercio a través del establecimiento de condiciones más favorables para el intercambio de bienes y servicios. Su principal característica es la eliminación o disminución en las tasas arancelarias.”
De los 17 TLC vigentes, el TLC con los Estados Unidos tiene un capítulo aparte abriéndose una nueva página a través de un link en la que se explica el “ABC del TLC entre Colombia y Estados Unidos”, sin embargo, el que describen con detalle en esta página no es el primero que nuestro país ha firmado con la potencia del norte.
Estados Unidos convertido desde la primera década del siglo XX en una potencia mundial, en el famoso Destino Manifiesto de finales del siglo XIX declaró suntuosamente la expansión de su propio modelo de democracia liberal y de la libertad de comercio, lo que comenzaría a hacer en lo que desde entonces se ha llamado “su patio trasero”, América Latina.
El primer intento en Colombia fue hace casi 90 años, en 1933, cuando el entonces presidente liberal y quien venía de ser embajador en Washington, Enrique Olaya Herrera, firmó un TLC con Estados Unidos que no fue ni comprendido ni ratificado en los congresos de ninguno de los dos países.
Tan solo dos años después, en 1935, el anhelado TLC sería firmado durante la presidencia del también liberal, Alfonso López Pumarejo durante su gobierno conocido como “La Revolución en Marcha” extendiéndose por catorce años hasta 1949, destruyendo a su paso con el incipiente desarrollo industrial alcanzado.
Colombia en la primera década del siglo XX había iniciado una fase de “crecimiento moderno” debido especialmente a la producción de café que en 1930 suplía el 12% de la demanda mundial sólo detrás de Brasil.
El país daba sus primeros pasos de industrialización en las líneas de textiles, alimentos, bebidas y confecciones y estimulaba la inversión de capital extranjero por diversas vías: la adquisición de la primera deuda externa, inversiones directas y el pago de 25 millones de dólares, por parte de Estados Unidos como indemnización por la secesión de Panamá (tratado Thompson-Urrutia de 1914)[i].
Con esta inversión extranjera se construyeron carreteras, puertos, ferrocarriles, acueductos, alcantarillados y otras obras de infraestructura. Sin embargo, con el estallido de la Gran Depresión de 1929, el país se declaró en moratoria ante la imposibilidad de pagar los préstamos otorgados por ausencia de producción mientras que el acreedor, Estados Unidos, sufría por lo contrario, superproducción y ausencia de compradores.
En esos días la producción interna colombiana correspondía principalmente a la economía agraria o extractiva y las incipientes exportaciones se limitaban a café, oro, esmeraldas, banano y un embrionario petróleo.
Estados Unidos en medio de su crisis veía a América Latina como una fuente de materias primas, un mercado para sus excedentes y un área de apoyo estratégico para la II Guerra mundial que se avecinaba[ii], encontrando en Colombia un interés particular por uno de sus recursos hasta el momento menos explotado, el petróleo.
Llegado el momento de plasmar la rúbrica, los cafeteros y bananeros apoyaron la firma del TLC mientras que los industriales principalmente antioqueños y los productores agrícolas se opusieron firmemente, inclinándose la balanza hacia el acuerdo debido principalmente a los intereses de la familia López en la exportación de café.
El tratado no sería justo. Mientras todos los productos industriales estadounidenses obtuvieron libre ingreso o muy bajos aranceles, ninguno de los colombianos ofrecía competencia, algunos incluso ni siquiera contaban con un mercado al ser desconocidos para los norteamericanos: café, esmeraldas, platino, banano, ipecacuana, bálsamo de Tolú, sombreros de paja, semillas de ricino, tagua, tamarindo, entre otros[iii].
Mientras los medios de comunicación del país guardaban un silencio cómplice evitando difundir las inconformidades de los industriales y agricultores, la prensa norteamericana, tanto el New York Times como el Times, llenaron de alabanzas al secretario de Estado por las negociaciones: “el acuerdo es altamente favorable para los intereses comerciales norteamericanos al otorgar concesiones sobre el 50% de los productos exportados de los Estados Unidos[iv]”.
Los resultados fueron los esperados. De 1936 a 1940 el comercio de Colombia hacia Estados Unidos no aumentó significativamente, excepto, como era de suponer, el del café y el banano. En cambio, el valor de las exportaciones de Estados Unidos a Colombia se duplicó en sólo dos años afectando principalmente a las industrias emergentes[v].
En 1949 el presidente conservador Mariano Ospina Pérez llegaría al poder con la promesa de una política proteccionista para resguardar la industria nacional del embate sufrido con la firma de este TLC 15 años atrás. La misma se materializó al expedir el Decreto 3848 sobre una nueva tarifa aduanera dando fin a dicho tratado: “Se trata de una aspiración conjunta de los países latinoamericanos... de lograr el mantenimiento de la protección aduanera indispensable para defender nuestras nacientes industrias en un período crítico de su desarrollo y crecimiento[vi].”
Y ¿qué ha pasado con la exportaciones e importaciones en Colombia en este último año en el que nos informa ProColombia que tenemos 17 tratados comerciales diferentes?
Aunque en agosto de este año se registró un crecimiento de las importaciones en Colombia del 36,4% con relación al mismo mes de 2021, las exportaciones tan sólo aumentaron en un 32,2% quedando la balanza comercial desbalanceada a favor de los externos lo que en términos futbolísticos significaría que la diferencia de goles está a favor del contrario.
Ya no podremos seguir diciendo que esto se debe a la negociación de los TLC ya que en agosto el principal país de origen de las importaciones fue sorpresivamente China por las mayores compras realizadas de computadores portátiles (102,0%) y grupos electrógenos (696,2%) y no tenemos acuerdo alguno con este país[i].
Pero lo que sí podríamos analizar es si las comunicaciones de la Ministra de Minas y Energía de desestimular la exploración y extracción petrolera pudo tener algo que ver con este desbalance revisando el comportamiento de las exportaciones que dependen en más de un 60% de los combustibles.
En junio, previo a la llegada de este Gobierno, las exportaciones habían crecido el 74,3% frente al mismo mes de 2021 principalmente por el crecimiento de 107,5% en las ventas externas de combustibles.
Como dijimos, en agosto el crecimiento de las exportaciones respecto al año pasado fue de tan sólo el 32,2% llegando en septiembre al 26% debido principalmente a un menor crecimiento de tan solo 40,0% en las ventas externas del grupo de combustibles.
La firma del primer TLC con Estados Unidos hace 88 años nos colocó en una relación comercial evidentemente desventajosa para Colombia que pareció irse corrigiendo con el tiempo enseñándonos que quien tiene los productos más competitivos es quien puede generar mayor riqueza para su Estado.
Hoy el balón está en nuestro campo y podemos convertirnos en la potencia de vida con la que frecuentemente nos hace soñar el actual presidente si aprovechamos adecuadamente los recursos que poseemos y que se han vuelto aún más valiosos en el contexto geopolítico actual. Negarnos esta oportunidad sería como desperdiciar los goles de tiro libre que nos permite hacer el otro equipo incluso sin barrera.
Esperemos que el Gobierno reflexione al respecto y que no suceda lo que magistralmente escribiría Gabriel García Márquez y que pareciera aplicar a la situación actual: “estamos demasiado oprimidos por los estragos del tiempo para pensar en nadie”.
Referencias
[i] Crecimiento Económico Colombiano de 1888 a 2013: Una Nueva Serie del Producto Interno Bruto, Giuseppe B. de Corso, 2018.
[ii] Stephen J. Randall, The Diplomacy of Modernization: Colombian-American Relations, 1920-1940.
University of Toronto, 1976.
[iii] Eduardo Guzmán Esponda, Tratados y convenios de Colombia, 1919-1938. Imprenta Nacional, Bogotá, 1938.
[iv] Stephen J. Randall, The Diplomacy of Modernization: Colombian-American Relations, 1920-1940.
University of Toronto, 1976.
[v] El Tratado de Comercio de 1935 con Estados Unidos: Antecedente para no repetir, José Fernando Ocampo T., 2009.
[vi] Mariano Ospina Pérez en el discurso de aceptación de su candidatura, 1946-1950, Editorial Pluma, 1980, pág. 360.
[vii] https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/importaciones/bol_impo_ago22.pdf