El hecho tozudo es que una eventual presidencia del ingeniero Rodolfo Hernández sería una mayor fuente de incertidumbres económicas, sociales y políticas que una de Gustavo Petro. En ese pintoresco personaje todo es improvisado y elemental, empezando porque no hay dónde ponerlo ideológicamente. Parece un empresario neoliberal de derecha, con una concepción absoluta del poder presidencial, pero la enumeración de sus posiciones políticas, resumidas en un ideario de 20 puntos, lo colocan en la centro izquierda: matrimonio igualitario, adopción de hijos por parejas homosexuales, apoyo al aborto en los tiempos determinados por la Corte Constitucional, legalización de la mariguana recreativa y medicinal, no al fracking, no a la aspersión de cultivos con glifosato, no a la intervención del Esmad en manifestaciones, no a las políticas neoliberales en el campo, implementación del acuerdo de paz, conversaciones con el ELN, relaciones diplomáticas con Venezuela.
O sea, todo lo que rechazan ideológicamente el Partido Conservador y el Centro Democrático, cuyos integrantes, que se han pasado en un poco más de la mitad a la candidatura de Hernández, al parecer no han leído. Los cristianos además deben estar escandalizados. Poco se ha dicho que esa adhesión forzosa deja los electores de la derecha en la incómoda posición de votar en blanco o por una persona que cree en todo lo que sus conciencias rechazan. Quizás el ideario del ingeniero, al que le añade el respeto por la Ley de Garantías, la reducción del Iva a 10%, la supresión del 4x1000, un estado austero, tolerancia cero con la corrupción y meritocracia en los cargos públicos, explique que les haya dado a esos partidos con la puerta en las narices, lo cual no ha impedido que ellos y el resto del goleado Equipo por Colombia estén allá están pidiendo pista. Todos, partidos y electores, entrando por la puerta de servicio y entregando el alma al diablo con tal de que Petro no sea presidente. Sin contar que con su llegada espantan a los electores de Hernández que votaron precisamente contra ellos.
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Como el 70 % del electorado votó por un cambio por fuera de la política tradicional y en especial por fuera del uribismo, lo que se debe definir sin prejuicios, es quién propone un cambio más responsable
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Como el 70 % del electorado votó por un cambio por fuera de la política tradicional y en especial por fuera del uribismo, lo que se debe definir sin prejuicios, es quién propone un cambio más responsable, más fundamentado, más ajustado a la solución de los reales problemas nacionales y más acorde con las realidades políticas, que obligan a sentar a la mesa a todos los adversarios para garantizarlo, dentro de las normas de cortesía, de la ley, del respeto por la separación de poderes y de la participación democrática. Pero, sobre todo, quién tiene el reconocimiento popular, la capacidad política, la formación académica, el conocimiento de las necesidades populares y del funcionamiento de las fuerzas grises del poder parlamentario. O sea, el perfil de un político experimentado no de un empresario exitoso. De Gustavo Petro, no de Rodolfo Hernández
Mucho se ha escrito sobre que las condiciones que se requieren para ser un empresario no son las mismas que se requieren para ser un político, por la simple razón de que los países no son empresas que se manejan con criterios gerenciales, sino comunidades que se manejan con criterios sociales. El trabajo en equipo, la continua concesión para llegar a acuerdos entre opositores, el agobiante debate parlamentario, el establecimiento de prioridades, el perenne manejo de las crisis, las metas no económicas. Todo ello hace que se trate de dos oficios con competencias y habilidades distintas. Y si existe entre los dos finalistas por la Presidencia una identidad en muchos de sus planteamientos, su conocimiento de ellos, la extensión en el tiempo de sus proyectos políticos, sus soluciones y la manera de lograrlas son bien distintas. Toca mirar con cabeza fría, lejos de la manipulación propagandística, de los falsos temores, y de las fake news, quién podría hacer mejor esa tarea inaplazable.
Gustavo Petro ha sido un creciente fenómeno de masas por años. Ha ido atenuando y refinando sus propuestas desde una izquierda un tanto romántica, muy peligrosa y bastante fracasada, hacia una concepción social demócrata. Una política de avance de la justicia social sobre la base del estímulo al progreso empresarial que permita a través de un eficiente cobro de impuestos a quienes más tienen y su correcta inversión, la construcción de una sociedad más equitativa. Nada más alejado de una revolución violenta, o de la destrucción del aparato productivo, pues así fue como se construyó el poderío europeo moderno. En la difícil decisión de escoger entre las opciones disponibles, con tantas luces y sombras, con esas personalidades tan explosivas, esa es la mejor.