Retomo el hilo de la alborozada columna garabateada por este humilde escriba la semana pasada, alusiva al enjundioso, substancioso, realzado discurso proferido por el presidente Petro, el pasado 20 de septiembre, en la 77ª Asamblea de las Naciones Unidas, a poco más de un mes de posesionado como presidente de Colombia “país de las mariposas amarillas, de la magia”:
Gobierno ‘alternativo’, del ‘cambio’, cuya narrativa –sin variables– es la misma de campaña, inspirada por un declarado sentimiento de unidad latinoamericano, agregado el propósito: salvar la amazonia –pulmón del planeta–, sus aguas, la flora y fauna, de la criminal, impune fumigación con glifosato que la destruye.
Denuncia plasmada sin ambages, eufemismos, subterfugios, lloriqueos mediáticos, la cual, so pretexto de una aparente, hipócrita lucha contra el cambio climático, según expertos ídem, conduce, acelera la inevitable, irresponsable, pertinaz, tozuda extinción de la humanidad.
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Para una infinidad de agudos, atinados analistas, dicho discurso ha sido la más aguerrida, contundente, sesuda, simbólica, valiente intervención internacional de presidente colombiano, alguno; país donde –paradójicamente– coexisten "la vida y la belleza, la muerte y el terror".
Arenga cargada de verdades, en la que Petro visibilizó nuevamente –sin titubeos–, la crisis climática mundial; abogó por "un nuevo paradigma global" - "cambio por la vida",
Actuación –huelga agregar– que lo catapultó, proyectó, granjeó réditos políticos importantes –internos y externos–; reconocimiento como autorizado portavoz amazónico de la relegada comunidad latinoamericana, ante la hegemonía gringa.
Al Gore, exvicepresidente estadounidense, contribuyó a crear conciencia sobre el apremiante ‘calentamiento global’, con el célebre, exaltado documental (2006): 'LA VERDAD QUE INCOMODA', revivida -guardadas proporciones- por PETRO, con honda convicción. Calamidad, calvario, catástrofe, revés, tragedia -en ciernes-, avivada por la dependencia de las energías fósiles; del carbón, “causas del desastre climático que matará centenares de millones de personas”.
Revelación que Al Gore le mereció el Premio Nobel de la Paz 2007, compartido entonces con el ‘Panel de las Naciones Unidas sobre el Clima’ (IPCC), "por sus esfuerzos en la reunión y difusión de conocimientos sobre los cambios climáticos provocados por el hombre".
Problemática, fundamentos, adicionados, reforzados por Petro, con la fallida, infructuosa, irracional guerra contra el ilícito, lucrativo tráfico de la cocaína, de las adictivas drogas psicoactivas sintéticas –como el letal fentanilo, opioide de moda en EE.UU–.
La represión, el masivo encarcelamiento de traficantes; muerte -por sobredosis- de cientos de miles de personas; la acentuada sumisión al poder, al dinero sucio, motor de la sociedad; cultivo de la demonizada hoja de coca, codicioso amasijo de riqueza.
Adicciones, estratagema, farsa, gazmoñería, impostura, que de persistir concurren al ocaso de la especie humana, puestas en evidencia por Petro, altruista, valeroso realce –en mi sentir– válido para que la opinión –de bien–, patrocine el Nobel -posibilidad nada descartable. Reconocimiento a la amigable, trascendental cruzada adelantada en beneficio de la humanidad.
Eventualidad que tiene en ascuas a la delirante, histérica banda de compinches -de doble moral- del innombrable –‘que no caminan, levitan’-; caso del ególatra, sibilino, Andrés Pastrana, tránsfuga que, corroído por la envidia, tachó el discurso de ‘vergüenza´; igualmente subvalorado por las insípidas, envanecidas: Paloma Valencia, la Cabal, los hueros, presuntuosos vasallos: Pacho Santos, Enrique Peñalosa, sometidos al dictado del impresentable, inefable ‘presidente eterno’.
Desahuciada, impúdica, malintencionada gavilla de bufones de sus entrañas; vende-patrias concertados para calificar la sustanciosa, frontal intervención, como “apología que convertirá a Colombia –rejuraron– en un narcoEstado. Adrede ignoraron la racional solicitud de Petro, a los países del Norte, de cambio de enfoque, trato, que frene –por sobre todo– los crímenes contra la sociedad.
Visión compartida por la casi totalidad de la dirigencia de bien del tercer mundo, ambientalistas, conformes con el asertivo, lúcido ‘canto por la vida’ que proclamó: "Solo en paz podremos salvar la vida en nuestra tierra. No habrá paz sin justicia social, económica, ambiental", contrario a los detractores –de marras– que, tras el anhelo por recuperar el poder, imploran porque a Petro le vaya mal a costa del país.
Errática política prohibitiva, cuyas secuelas han generado: la imparable corrupción, estimulado el tráfico, las mafias; quintuplicado los problemas asociados al consumo que, a nombre de la salud, lleva a millones de connacionales del mundo, a las cárceles, hospicios, manicomios.
Rompecabezas coaligado a la falta de compromiso del poder político, renuente a entenderlo como un asunto de salud pública; de dependencia de esclavizadas masas; debida -repito- a la oposición a asumir la defensa del ecosistema mundial, la transición energética, coste. Desventura expuesta con deslumbrante, exquisita vehemencia, clarividencia, motivo de universal aplauso, regocijo, resonancia.
